"La enterré en el jardín de Hector Ricardo García"
Anabela Ascar habló de la pérdida de Dominga, la famosa perra símbolo de Crónica. "Ahí era feliz. Está descansando en paz".
La mascota acompañó a la conductora de Crónica TV durante 12 años. "Los animales domésticos son los ángeles de las personas" asegura. Y revela que la pichicha la ayudaba mucho en las entrevistas.
Está cabizbaja, y el motivo de su tristeza tiene que ver con que acaba de perder a su perra Dominga, su fiel compañera de los últimos 12 años. Todavía conmocionada, Anabela Ascar confiesa: "Me siento perdida, sobre todo porque con Dominga ya teníamos nuestros hábitos.
A la mañana me acompañaba mientras tomaba mate, después salíamos a pasear y los fines de semana nos íbamos afuera, al campo. Era tan pero tan compañera, y tan pegada a mí, que prácticamente éramos una sola persona. Extraño su energía, su pelo, abrazarla todas las mañanas... Me siento rara, y sé que tengo que emprender una nueva vida en cuanto a los hábitos".
Cuando la conductora de Crónica TV encontró a su mascota en la calle, un domingo a fines de 2000, la perra ya tenía 6 años.
-¿Recordás el día que la encontraste abandonada? -Sí, claro. Fue en Riobamba y Paraguay, cerca del canal, el 9 de diciembre de 2000. Yo iba caminando rumbo a Crónica, y vi que un perro me seguía. ¡Me saltaba con una alegría como si fuera alguien a quien conocía de antes! Así fue como la encontré: ella me adoptó a mí. Fuimos a un veterinario, que me dijo que era una perra muy vieja y que había que sacrificarla porque tenía cáncer. La llevé a otros dos veterinarios y me sugirieron lo mismo. "Es una perra con problemas, lo mejor es sacrificarla", me aconsejaron los tres. ¡Y Dominga me miraba con tanto amor!
-¿Qué hiciste? -Se la llevé a mi mamá, porque yo nunca había tenido un perro y no sabía qué hacer. Además, estudiaba y trabajaba mucho. A los pocos días, me mamá me dijo: "Me parece que la perra quiere vivir con vos porque a las 10 de la noche se para en la puerta del departamento y espera a alguien". Como a esa hora salía del noticiero de Crónica, coincidimos en que me esperaba a mí. Entonces, la empecé a ir a buscar a las 10 de la noche, y Dominga se ponía re contenta. Entendí que quería vivir conmigo, y me la llevé a mi casa. Yo tenía 38 años, vivía para estudiar y trabajar, y no me gustaban los animales.
Fue ella la que me despertó este amor.
-¿Y tenía o no cáncer? -Sí, tenía un tumor externo en la cola, y se lo sacamos. El veterinario me dijo que le comprara un colchón porque iba a quedar con ano contranatura de por vida, y después de la operación Dominga salió caminando y se comió una milanesa. El colchón, por supuesto, lo usó para dormir. Tenía una salud y un corazón de fierro: la perra terminó durando 12 años, más los seis que ya tenía cuando la encontré.
-¿Por qué falleció? -Calculá que tenía 18 años, y producto de la edad se le deterioró el sistema digestivo. Empezó a funcionarle mal, y contrajo una enfermedad que se llama síndrome de Cushing. Es rara, y afecta a los riñones.
-Ah, fue de la noche a la mañana. -Se empezó a desmoronar seis meses atrás, y la agonía le duró 24 horas. Fue terrible. La llevé a la veterinaria y me ordenó internarla. El 23 de mayo a las cinco de la mañana la internamos en una terapia intensiva de animales, le pusieron suero y así estuvo hasta las 8 de la mañana. A esa hora ya estaba muy complicada, pero no se moría porque tenía un corazón muy fuerte.
-¿Estuviste todo el tiempo a su lado? -¡Todo el tiempo! Me pasé 36 horas sin dormir, y no fui a hacer mi programa porque estaba en un estado emocional muy complicado. No tengo hijos, y Dominga ocupaba ese lugar. Lo más difícil llegó a las 11 de la mañana, cuando el veterinario me dijo que la situación no daba para más, y que había dos opciones: aplicarle una inyección para dormirla y que ya se fuera en el sueño, o ponerla en una jaula con suero y que sea lo que Dios quiera. Le respondí: "Ni una cosa ni la otra. Ponerle la inyección me daría muchísima culpa, y ni loca la dejo en una jaula en sus últimas horas.
Prefiero hablar con ella".
-¿Y qué pasó? -Dominga estaba con tubo de oxígeno y cánulas, me puse a su lado, la empecé a acariciar y a hablarle. "Ay, Dominga, mamita, te quiero mucho pero no quiero que sufras. Vos quedate tranquila que yo voy a estar bien porque nos queremos mucho, y cuando me esté por ir de este mundo vos vas a venir a buscarme a mí. Mientras tanto, vamos a seguir unidas con el corazón. Quedate tranquila y no sufras más. No te voy a aplicar la inyección ni ponerte en una jaula, vos andate tranquila con Dios, que ya nos vamos a volver a encontrar", le dije. Fue terrible, y te lo cuento para que la gente entienda que no hay que sacrificar a los animales sino hablarles. Salí de la habitación, y a los dos minutos el veterinario me vino a buscar porque Dominga estaba con paro cardíaco.
-O sea que te escuchó y entendió todo. -¿Podés creer? ¡Es increíble lo que nos pasó! Pero para que hay más: me esperó para el último latido. Entré en la sala y vi en el cardiógrafo el último latido de su corazón. Tuc tuc, y se fue. ¡Me estaba esperando para morirse! Los animales esperan que sus dueños les den permiso para irse, porque te aman tanto que no te quieren dejar.
-Para vos debe haber sido terrible ese momento. -¡Fue desgarrador! Se me vino el mundo abajo. Quedé como en estado de shock, y me preguntaba: "¿Ahora qué?". Ya se cumplió una semana de su partida, y el otro día soñé con ella. La veía más joven, bien, alegre y al lado mío. Eso me tranquilizó muchísimo. En el sueño ella me marcaba con la mirada un libro donde había otros perros, y me señalaba uno en especial, con unas características increíbles: tenía ojos claros, pelaje marrón con blanco. No sé si será mi próximo perro o qué.
-¿Pensás volver a tener una mascota? -Calculo que sí porque no se puede vivir sin esta energía de los animales. Es lo único que nos eleva. El animal de por sí tiene una vibración de amor incondicional, y esa energía se te pega, te contagia. Era un ángel. Estoy convencida de que los ángeles están entre nosotros disfrazados de mascotas. Todos los animales domésticos son ángeles de las personas, y están acá porque tienen misiones angélicas.
Por eso me ponen mal los zoológicos: están llenos de ángeles en jaulas. Quisiera empezar una campaña para que cada animal esté en su hábitat natural y sea el hombre el que los vaya a visitar. ¡Las rejas son para los delincuentes, no para los ángeles!
-¿La cremaste? -No, la enterramos en el jardín de Héctor Ricardo García. Ahí era feliz y hasta los últimos días estuvo paseando en ese jardín. Está descansando en paz ahí. Y te digo algo: nunca en la historia recibí tantos llamados, mails y mensajes de texto como por la muerte de mi perra, que era famosa no sólo acá sino también en Uruguay y Paraguay. La gente la amaba, y me dejaron mensajes llorando en el contestador. Me siento súper acompañada, y lo agradezco.
-¿Cómo la vas a recordar a Dominga? -Como lo que era: una perra muy inteligente.
Con la mirada me comunicaba todo, lo que pensaba y lo que sentía. Incluso tengo experiencias increíbles del trabajo. Cuando hacía entrevistas, ella me miraba y automáticamente yo sentía que al entrevistado le pasaba algo más. Así salían preguntas geniales. El que no tiene mascotas no puede entender esta telepatía increíble con los animales. Un día vino un tipo a tocar chamamé y la perra no paraba de ladrar. Entonces intuí que el hombre no había contado algo que era jodido, y terminó confesando que había sido domador de leones. ¡Dominga veía esas cosas! Ellos ven más que nosotros porque tienen el sexto sentido desarrollado. La llamé así porque la encontré un domingo, y después averigüé que Dominga significa bendecida por Dios. Eso lo explica todo.
Está cabizbaja, y el motivo de su tristeza tiene que ver con que acaba de perder a su perra Dominga, su fiel compañera de los últimos 12 años. Todavía conmocionada, Anabela Ascar confiesa: "Me siento perdida, sobre todo porque con Dominga ya teníamos nuestros hábitos.
A la mañana me acompañaba mientras tomaba mate, después salíamos a pasear y los fines de semana nos íbamos afuera, al campo. Era tan pero tan compañera, y tan pegada a mí, que prácticamente éramos una sola persona. Extraño su energía, su pelo, abrazarla todas las mañanas... Me siento rara, y sé que tengo que emprender una nueva vida en cuanto a los hábitos".
Cuando la conductora de Crónica TV encontró a su mascota en la calle, un domingo a fines de 2000, la perra ya tenía 6 años.
-¿Recordás el día que la encontraste abandonada? -Sí, claro. Fue en Riobamba y Paraguay, cerca del canal, el 9 de diciembre de 2000. Yo iba caminando rumbo a Crónica, y vi que un perro me seguía. ¡Me saltaba con una alegría como si fuera alguien a quien conocía de antes! Así fue como la encontré: ella me adoptó a mí. Fuimos a un veterinario, que me dijo que era una perra muy vieja y que había que sacrificarla porque tenía cáncer. La llevé a otros dos veterinarios y me sugirieron lo mismo. "Es una perra con problemas, lo mejor es sacrificarla", me aconsejaron los tres. ¡Y Dominga me miraba con tanto amor!
-¿Qué hiciste? -Se la llevé a mi mamá, porque yo nunca había tenido un perro y no sabía qué hacer. Además, estudiaba y trabajaba mucho. A los pocos días, me mamá me dijo: "Me parece que la perra quiere vivir con vos porque a las 10 de la noche se para en la puerta del departamento y espera a alguien". Como a esa hora salía del noticiero de Crónica, coincidimos en que me esperaba a mí. Entonces, la empecé a ir a buscar a las 10 de la noche, y Dominga se ponía re contenta. Entendí que quería vivir conmigo, y me la llevé a mi casa. Yo tenía 38 años, vivía para estudiar y trabajar, y no me gustaban los animales.
Fue ella la que me despertó este amor.
-¿Y tenía o no cáncer? -Sí, tenía un tumor externo en la cola, y se lo sacamos. El veterinario me dijo que le comprara un colchón porque iba a quedar con ano contranatura de por vida, y después de la operación Dominga salió caminando y se comió una milanesa. El colchón, por supuesto, lo usó para dormir. Tenía una salud y un corazón de fierro: la perra terminó durando 12 años, más los seis que ya tenía cuando la encontré.
-¿Por qué falleció? -Calculá que tenía 18 años, y producto de la edad se le deterioró el sistema digestivo. Empezó a funcionarle mal, y contrajo una enfermedad que se llama síndrome de Cushing. Es rara, y afecta a los riñones.
-Ah, fue de la noche a la mañana. -Se empezó a desmoronar seis meses atrás, y la agonía le duró 24 horas. Fue terrible. La llevé a la veterinaria y me ordenó internarla. El 23 de mayo a las cinco de la mañana la internamos en una terapia intensiva de animales, le pusieron suero y así estuvo hasta las 8 de la mañana. A esa hora ya estaba muy complicada, pero no se moría porque tenía un corazón muy fuerte.
-¿Estuviste todo el tiempo a su lado? -¡Todo el tiempo! Me pasé 36 horas sin dormir, y no fui a hacer mi programa porque estaba en un estado emocional muy complicado. No tengo hijos, y Dominga ocupaba ese lugar. Lo más difícil llegó a las 11 de la mañana, cuando el veterinario me dijo que la situación no daba para más, y que había dos opciones: aplicarle una inyección para dormirla y que ya se fuera en el sueño, o ponerla en una jaula con suero y que sea lo que Dios quiera. Le respondí: "Ni una cosa ni la otra. Ponerle la inyección me daría muchísima culpa, y ni loca la dejo en una jaula en sus últimas horas.
Prefiero hablar con ella".
-¿Y qué pasó? -Dominga estaba con tubo de oxígeno y cánulas, me puse a su lado, la empecé a acariciar y a hablarle. "Ay, Dominga, mamita, te quiero mucho pero no quiero que sufras. Vos quedate tranquila que yo voy a estar bien porque nos queremos mucho, y cuando me esté por ir de este mundo vos vas a venir a buscarme a mí. Mientras tanto, vamos a seguir unidas con el corazón. Quedate tranquila y no sufras más. No te voy a aplicar la inyección ni ponerte en una jaula, vos andate tranquila con Dios, que ya nos vamos a volver a encontrar", le dije. Fue terrible, y te lo cuento para que la gente entienda que no hay que sacrificar a los animales sino hablarles. Salí de la habitación, y a los dos minutos el veterinario me vino a buscar porque Dominga estaba con paro cardíaco.
-O sea que te escuchó y entendió todo. -¿Podés creer? ¡Es increíble lo que nos pasó! Pero para que hay más: me esperó para el último latido. Entré en la sala y vi en el cardiógrafo el último latido de su corazón. Tuc tuc, y se fue. ¡Me estaba esperando para morirse! Los animales esperan que sus dueños les den permiso para irse, porque te aman tanto que no te quieren dejar.
-Para vos debe haber sido terrible ese momento. -¡Fue desgarrador! Se me vino el mundo abajo. Quedé como en estado de shock, y me preguntaba: "¿Ahora qué?". Ya se cumplió una semana de su partida, y el otro día soñé con ella. La veía más joven, bien, alegre y al lado mío. Eso me tranquilizó muchísimo. En el sueño ella me marcaba con la mirada un libro donde había otros perros, y me señalaba uno en especial, con unas características increíbles: tenía ojos claros, pelaje marrón con blanco. No sé si será mi próximo perro o qué.
-¿Pensás volver a tener una mascota? -Calculo que sí porque no se puede vivir sin esta energía de los animales. Es lo único que nos eleva. El animal de por sí tiene una vibración de amor incondicional, y esa energía se te pega, te contagia. Era un ángel. Estoy convencida de que los ángeles están entre nosotros disfrazados de mascotas. Todos los animales domésticos son ángeles de las personas, y están acá porque tienen misiones angélicas.
Por eso me ponen mal los zoológicos: están llenos de ángeles en jaulas. Quisiera empezar una campaña para que cada animal esté en su hábitat natural y sea el hombre el que los vaya a visitar. ¡Las rejas son para los delincuentes, no para los ángeles!
-¿La cremaste? -No, la enterramos en el jardín de Héctor Ricardo García. Ahí era feliz y hasta los últimos días estuvo paseando en ese jardín. Está descansando en paz ahí. Y te digo algo: nunca en la historia recibí tantos llamados, mails y mensajes de texto como por la muerte de mi perra, que era famosa no sólo acá sino también en Uruguay y Paraguay. La gente la amaba, y me dejaron mensajes llorando en el contestador. Me siento súper acompañada, y lo agradezco.
-¿Cómo la vas a recordar a Dominga? -Como lo que era: una perra muy inteligente.
Con la mirada me comunicaba todo, lo que pensaba y lo que sentía. Incluso tengo experiencias increíbles del trabajo. Cuando hacía entrevistas, ella me miraba y automáticamente yo sentía que al entrevistado le pasaba algo más. Así salían preguntas geniales. El que no tiene mascotas no puede entender esta telepatía increíble con los animales. Un día vino un tipo a tocar chamamé y la perra no paraba de ladrar. Entonces intuí que el hombre no había contado algo que era jodido, y terminó confesando que había sido domador de leones. ¡Dominga veía esas cosas! Ellos ven más que nosotros porque tienen el sexto sentido desarrollado. La llamé así porque la encontré un domingo, y después averigüé que Dominga significa bendecida por Dios. Eso lo explica todo.