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La enseñanza del discurso

*Por Angel Fernando Girardi. Sin perjuicio de la experiencia de los pueblos más antiguos, sin dudas fueron los griegos los que nos dejaron el mayor legado de la fuerza de la palabra a través de su uso discursivo.

Sin perjuicio de la experiencia de los pueblos más antiguos, sin dudas fueron los griegos los que nos dejaron el mayor legado de la fuerza de la palabra a través de su uso discursivo.

Es sorprendente cómo parte de las enseñanzas filosóficas y literarias se han preservado merced a su transmisión oral.

Frente a la vorágine informativa con la que convivimos a diario y a la desmesurada prisa que la situación económica imprime a nuestras vidas, no debemos extrañarnos que casi todos y, de modo especial muchos de los más jóvenes, hayan perdido en gran medida el sentido de "atender al otro".

Como siempre estamos apurados, escuchar atentamente a un orador para captar sus enseñanzas se nos torna un acto heroico.

En el Rotary Club de Rosario, al compartir sus miembros un almuerzo los días miércoles, tenemos como norma guardar silencio mientras un destacado disertante nos brinda su discurso enriquecedor.

Es imposible traer a colación aquí a todos ellos, por lo que me bastará con referirme parcialmente al brindado el 15/06/2011 por el ex presidente de Rotary Internacional, Luis Vicente Giay.

Allí se refirió a la formación de futuros líderes y nos dijo: "Decía Jorge Luis Borges, ya ciego en sus últimos años de vida, que lo único que a él lo unía con la gente era el futuro, porque ni él ni la gente lo podían ver. Sin embargo yo creo que nosotros debemos tener la responsabilidad de hacer ese ejercicio y de pensar de alguna forma en las cosas y hechos que vendrán; y dónde se va plantar nuestra organización frente a esta tremenda aceleración de la historia...".

Puede el lector apreciar cómo el orador partiendo de una certera frase histórica de uno de nuestros más grandes escritores, da un paso hacia delante induciendo a sus receptores a buscar una solución razonada a ese futuro incierto. Sin pronunciarla, retumban en los imaginarios senderos creados por sus palabras aquella máxima de Auguste Comte: "Saber para prever, prever para obrar". No conocemos el futuro, pero algo tenemos que hacer para que no nos tome desprevenidos.

Más adelante se refirió a lo que denominó el "efecto yo: "La sociedad de hoy coloca mucha gente en la posición de yo, primero yo, yo y después los demás. Gilles Lipovetsky que es, desde mi punto de vista, uno de los mejores filósofos en describir lo que es la sociedad actual cuenta la historia de la solidaridad que tiene un individuo, que está viendo un programa de televisión, donde se realiza un llamado para hacer una donación: él toma el teléfono, da su número de tarjeta de crédito, da un donativo y con ese donativo ya cumplió con su deber ciudadano. El egoísmo que priva en la sociedad de hoy es otro de los enormes problemas que tendrá Rotary en la sociedad del futuro".

Es claramente definido el fin buscado por el disertante, no son la televisión ni la tarjeta de crédito un elemento negativo del progreso; sí lo es la falta de un compromiso efectivo con sus semejantes la actitud de quien colabora pero se desentiende del factor esencial: el trato humano. Va de suyo que el hombre del ejemplo hace un gran bien al donar dinero para una buena causa, pero ello no es suficiente. Como una vez dijo Thomas Merton: "Los hombres no son islas" pero, precisamente, éste es uno de los grandes problemas de nuestra actualidad, donde el individuo ha caído en un elevadísimo porcentaje de aislamiento merced al uso abusivo de los bienes y medios de comunicación que le brinda la tecnología, llegando desde Internet a extremos tales como comprar todo sin moverse de su hogar; desencadenar una terrible violencia verbal injuriando impunemente a su prójimo; buscar una relación afectiva de modo impersonal, etcétera.

Refiriendo a la calidad institucional de Rotary, nos recordó que en oportunidad de que el Grupo de los Ocho decidieron hacer un aporte de cuarenta mil millones de dólares cada tres años para enfrentar la pobreza, "George Bush, presidente de los Estados Unidos, se plantó y dijo: 'Muy bien, ponemos el dinero, quién lo administra'. Y... Jeffrey Sachs, profesor universitario, funcionario de las Naciones Unidas dijo: 'Señor presidente, muy simple, tenemos que seguir el modelo Rotary'. El modelo Rotary es muy sencillo, es una organización que lidera, que tiene capacidad, transparencia, ejecutividad, responsabilidad, idealismo, que está en todos lados y no tiene intereses que no son otros que el de servir a la comunidad. Si es así dijeron, vamos a seguir adelante y a realizar esta historia".

¡Cuánta enseñanza dimana de tan pocas palabras!

Cuando el orador está respaldado por valores como la honradez intelectual, la ética y la moral, la enseñanza brindada con claridad discursiva, para quien la escucha, se transforma en conocimiento perenne.

¡Cuán lejos están la mayoría de nuestros líderes de abrazar este recto camino y renunciar a la tentación de la demagogia, del populismo! Creo que uno de los grandes deberes que tenemos los ciudadanos para con la democracia es exigirles a quienes aspiran a representarnos a ser siempre veraces, a no vendernos ilusiones, a prometer sólo aquello que razonablemente podrán cumplir.

Como Rotary no sólo es una entidad de propuestas, sino que también intenta modificar positivamente el curso de la historia, Giay nos recordó la necesidad de obtener logros y de estar alertas sobre el peligro del "efecto soledad" haciendo hincapié en que: "Rotary no puede continuar su actividad de servicio solo, no porque no haya capacidad ni gente con todo el servicio y todos los recursos, sino porque la magnitud de los problemas son tan grandes que necesitamos de las alianzas estratégicas. La soledad en Rotary es tiempo del pasado. Hoy en día Rotary ha triunfado en la campaña de Polio Plus porque fue capaz de asociarse con las organizaciones muy importantes como las Naciones Unidas, el Centro de Control de Enfermedades y varias otras que le dieron fuerzas y que crearon algo por el cual Rotary es hoy reconocido más que nunca...".

Creo que si los argentinos lográsemos un día tener la humildad de reconocer que cualquier cometido, por simple que sea, se logra con mayor eficiencia y economía con la concurrencia de otros compatriotas que no necesariamente deben comulgar con nuestras ideas, entonces estaremos en el umbral de la gran Nación que ansiosamente soñaron los grandes hombres de nuestra historia.

Finalmente, como no podría ser de otro modo, el discurso llega a su fase de crítica constructiva y propuesta, remarcó entonces: "El último desafío que quiero compartir con ustedes, es que tenemos que cambiar la cultura de Rotary. La cultura de Rotary está compuesta por sus ideas, su gente, sus hechos y también por la actitud de lo que hace. Así hemos venido 106 años, evolucionando de alguna forma, lentamente, con más o menos fuerza, dependiendo del lugar. Pero Rotary perdió una oportunidad extraordinaria por falta de liderazgo cuando el mundo y la sociedad hizo un click, cuando la gente dejó de pensar en los ideales y comenzó a trabajar por las causas. Los idealistas son gente como nosotros que todavía pensamos en la paz, en la buena voluntad, etcétera, pero cada vez somos menos. Entonces, cuando nosotros queramos cambiar de alguna manera nuestra forma de ser, tenemos que pensar en el largo y corto plazo; tenemos que pensar que la nuestra tiene que ser una organización pro activa y no reactiva; que tengamos líderes que sean capaces de pensar, visionar el futuro, adelantarse a las cosas y decir 'esto es lo que puede ocurrir y esto es lo que los rotarios debemos hacer'. Necesitamos un talento desarrollado y cultivado que lo tenemos, pero está adormecido y lo tenemos que despertar por una sencilla razón: Rotary gana fuerza cuando aparece el genio de Rotary".

Queda en claro pues, que ningún cambio es fructífero si no se tiene una mirada imparcial, crítica y razonada sobre la historia colectiva e individual, junto con una positiva proyección del futuro posible.

Podemos rescatar como enseñanza final del orador que el amor por la institución a la que se pertenece no inhibe la actitud de ser realista y proponer un paso hacia otra dirección cuando el presente así lo aconseja. Difícilmente alguien se pueda ofender en Rotary por el cambio radical así planteado.

Por el contrario, la mayoría de los argentinos, lamentablemente, hacemos gala de tropezar más de una vez con la misma piedra al no escuchar a quienes piensan distinto, al reaccionar de modo iracundo frente a quienes formulan propuestas diferentes a las nuestras, al no aceptar lo bueno hecho por los antecesores. Así hemos perdido muchas oportunidades históricas con miras a lograr un desarrollo sustentable, con mayor distribución de la riqueza e inclusión social.

Por ello, pensando con optimismo en nuestro futuro como Nación soberana y solidaria, parafraseando a Giay diré que la Argentina ganará fuerza cuando, por sobre todas las cosas, aparezca de nuevo y para siempre el genio realizador de los argentinos.