La economía mundial ante la amenaza de una nueva recesión
La crisis de la deuda de los países más débiles de la UE no tiene perspectivas de reversión, y los acuerdos fiscales en EE.UU. no auguran un descenso del desempleo por mayor confianza de la inversión privada. Ya son muchos los autores que definen la Gran Recesión como un fenómeno más profundo que lo que parecía.
La economía mundial se encuentra ante la posibilidad de ingresar en una nueva recesión, o, por lo menos, los países de Europa y EE.UU. La Gran Recesión de 2008-2009, superada lentamente en 2010, se ve amenazada nuevamente desde mediados de 2011, por una serie de factores adicionales. Los shocks sobre las expectativas no han sido menores. El acuerdo para elevar el techo de la deuda federal de EE.UU., realizado el 2 de agosto pasado, junto a un continuo agravamiento de las situación en Grecia, España y Portugal, más el estancamiento de las economías principales de la UE, han sido un combo muy negativo para las frágiles expectativas en esos países.
El futuro cercano es imaginado por los tomadores de decisiones, sean consumidores o inversores, como más incierto. La salida de la crisis, o sigue muy lenta, o se espera una nueva recesión. La crisis de la deuda de los países más débiles de la UE no tiene perspectivas de reversión, y los acuerdos fiscales en EE.UU. no auguran un descenso del desempleo por mayor confianza de la inversión privada. Ya son muchos los autores que definen la Gran Recesión como un fenómeno más profundo que lo que parecía, y cuyas soluciones son de algún modo más inciertas en relación a recesiones ocurridas desde la postguerra, y considerando los instrumentos posibles para salir de la crisis.
Los límites a la política fiscal en EE.UU.
El reciente acuerdo para elevar el techo de la deuda federal de EE.UU. se produce en momentos en que la economía casi no está creciendo. Según El Bureau of Economic Analysis, la revisión de los números de la recesión de 2009 arroja ahora que la crisis había sido más grave aún: en IV-2008, por ejemplo, la anterior estimación de caída del PIB de 3.8% anual ha sido revisada hasta una baja de 8.9% anual. Para 2009, de aquella baja de 2.6% anual se ha pasado a una medición negativa de 3.5% anual. Es decir, la producción en EE.UU. aún hasta agosto de 2011, no ha recuperado los niveles productivos de 2007. Serían ya cuatro años de retroceso, nada menos.
El gasto de los consumidores ha crecido de manera ralentizada desde la crisis. La falta de una solución estructural y generalizada al endeudamiento por hipotecas condiciona la conducta de los consumidores, pues su expectativa sobre el futuro dice que hoy deben ahorrar para pagar sus deudas, y desde luego, postergar consumo presente. De este modo, la economía no encuentra locomotora en el consumo privado, para una economía que ha dependido enormemente de esta condición en los últimos veinte años, con gran consumo de productos importados, sobre todo crecientemente desde China, y con menos producción nacional dentro de sus fronteras, y por ende, menor creación de empleo "productivo" nacional.
Una tasa de desempleo casi estancada en 9.1% -no muy lejos del récord de octubre de 2009, de 10.1%-, 16% de subempleo, e indicadores de pobreza del orden de 14%, se muestran como indicadores rígidos ante la crisis. La larga duración promedio del desempleo, de 10 meses, pone más incertidumbre sobre el gasto presente de los consumidores. El Índice de Confianza de los Consumidores de la Universidad de Michigan descendió en agosto a su nivel más bajo desde 1980.
En este contexto, es oportuno analizar las posibilidades de la política fiscal, monetaria, cambiaria y comercial como instrumentos de política económica.
Por el lado de la política monetaria, la Fed está tratando de revertir las expectativas negativas comprometiéndose a mantener las tasas de interés de corto plazo cerca de cero, en 0.25%, hasta mediados de 2013. De esta manera cree poder evitar la "enfermedad japonesa", es decir, el estancamiento permanente de la economía, uno de los escenarios más complejos y más temidos.
Una nueva ronda de compra de bonos (del tipo del QE2) es otra opción para mejorar la confianza. Los bonos del Tesoro a 10 años han bajado sus rendimientos a algo menos de 2% anual, y los bonos de 30 años se ubican en un magro 3.5%. La idea de la Fed es que con estas señales de tasas de mediano plazo, los agentes dejen de ahorrar en el presente, y, frente a una trampa de liquidez, el consumo privado comience a dinamizarse.
Como las inversiones financieras son poco atractivas en el mundo, el oro es el mayor refugio. Otro riesgo es que, ante la incertidumbre, los consumidores no aumenten su gasto, y los inversores, en lugar de aumentar la producción y la inversión privada, con mayor creación de empleo, inviertan en Real Estate. Esto tendría como aspecto positivo la recuperación continua del precio de los activos, pero no generaría un shock agregado de empleo y demás inversiones.
Por su parte, los grados de libertad de la política fiscal han quedado muy condicionados luego del acuerdo de agosto entre el presidente Obama y la oposición republicana en el Congreso. El tope al endeudamiento, las reducciones de gasto público comprometidas, las metas de menor déficit fiscal, y la imposibilidad de revertir los recortes de impuestos a los segmentos más ricos de la población, impulsados por el presidente Bush hace una década, quitan márgenes de acción a la política fiscal.
El argumento de los Republicanos es que la confianza de los mercados volverá con los ajustes presupuestarios, pues el déficit fiscal, que al final del ciclo de Bush era de 5%, descenderá desde el 11% alcanzado por el Plan de Gastos impulsado por el presidente Obama en 2009, y que no logró revertir totalmente la crisis, aunque sin dudas contribuyó a paliar sus efectos. A partir de medidas presupuestarias de recorte de gasto y anuncio de no suba de impuestos a los más ricos, los agentes tendrán tranquilidad para volver a invertir y gastar, en la visión republicana. Más allá de la creencia en el planteo, el modo de lograrlo, con una amplia derrota del oficialismo en el Congreso, ha debilitado la imagen del gobierno, que, a un año y medio de la elección presidencial de 2012, se encuentra ante su más baja imagen pública, y no demostró poder coordinar expectativas.
Este set de medidas probablemente perjudicará a una economía que ya está en recesión, pues agravará más el problema del déficit. Para algunos, como Paul Krugman, es casi seguro que la economía seguirá fuertemente deprimida durante 2012, y es muy probable que la depresión continúe también durante 2013. En su lectura, lo peor que se puede hacer en una recesión es recortar el gasto público, porque deprimirá aún más la actividad económica.
Nouriel Roubini, por su parte, estima que el riesgo de una nueva recesión en EE.UU. es del 50%, y que el modelo de crecimiento chino basado en la demanda de los países desarrollados es insostenible, pues esta demanda se encontrará en un nivel global más bajo en los años inmediatos, pudiendo tener estos impactos en el crecimiento chino.
El proceso de resignación de políticas fiscales por parte de los Demócratas ya había comenzado en diciembre, cuando el oficialismo extendió todos los recortes impositivos aplicados por la gestión Bush, perdiendo de este modo la posibilidad de recuperar ingresos vía el aumento de impuestos que no afectan la inversión, sino el ahorro privado, con lo cual no son distorsivos.
En otro orden, como la política de ingresos no es relevante en EE.UU., los márgenes de acción de la política monetaria y la fiscal parecen muy acotados. Queda la política cambiaria, con una lenta depreciación del dólar, que, frente a la competitividad por costos de China, es totalmente inocua.
La perspectiva de salida de la crisis, o nueva recesión, parece más alta que la de recuperación. Otras opciones pasan por una reestructuración masiva –y no selectiva- de largo plazo de las deudas hipotecarias, de modo de liberar consumo presente. Los costos para los bancos no pueden ser totalmente medidos, y el grado de intervención del gobierno sería fundamental.
El problema del euro: dualismo económico y social entre países
Entre tanto, Europa se debate en la crisis, que no aminoró en 2011. A los recurrentes problemas de deuda, déficit y desempleo de Grecia, Portugal y España, más la silenciosa y temporaria estabilización en Irlanda, se suman el estancamiento con crisis en Italia, y los datos muy negativos de crecimiento cero en Alemania, Francia y Reino Unido en el segundo trimestre.
El nuevo paquete de rescate para Grecia en julio, más las mejores tasas otorgadas a Irlanda y Portugal, junto a la facultad del Ente de Estabilización Financiera Europeo para recapitalizar bancos e intervenir en los mercados secundarios de deuda han sido apenas paliativos, dada la gravedad de la crisis y las dudas en las expectativas. Las perspectivas son más preocupantes por la inconsistencia fiscal de los países grandes, como Italia, España, y en menor medida, Francia. En agosto el Banco Central Europeo aceptó comprar títulos de España e Italia, lo que mejoró un poco las expectativas, pero a la vez deja en evidencia los problemas de estas dos naciones.
El resultado en materia social es complejo, pues el desempleo se extiende por la UE, y si bien la red social del Estado benefactor viene sosteniendo la cuestión, la recesión va poniendo presión sobre los presupuestos, y el futuro social es más incierto. Desde el 21.2% de desocupación de España hasta el 11.5% de Bulgaria, ya son nueve naciones que miden un desempleo superior al promedio de EU 17, o sea, de dos dígitos.
El euro se fortalece por la debilidad del dólar, pero no por motivos propios. La incertidumbre en torno al futuro de la zona del euro va desde un quiebre del acuerdo monetario, donde los países "en crisis" recuperan la política monetaria y cambiaria, hasta una resistida reestructuración de las deudas privadas por hipotecas y la deuda pública, todo resistido por Bruselas, Alemania y los bancos europeos. Estos cambios perjudicarían además al comercio intrazonal, pues las exportaciones de Alemania y otros países grandes a las naciones más chicas se verían reducidas.
En este contexto, la incertidumbre hacia el futuro es alta.
Para Joseph Stiglitz, el tipo de políticas económicas que están implementando los partidos conservadores a lo largo de Europa son equivocadas para salir de la recesión. Y EE.UU. se encamina al mismo tipo de medidas luego del acuerdo presupuestario en el Congreso.
La recuperación 2010-2011 resulta insuficiente en la mayoría de los países desarrollados para hablar de salida de la recesión, pues la puesta al día con respecto a los niveles previos de actividad aún no se ha verificado en los principales países, y aún considerando estimaciones de actividad para 2011 que resultan optimistas, pues son previas a la crisis presupuestaria del 2/8 en EE.UU., y la posterior negativa evolución en la UE.
Impactos en los países emergentes y en la Argentina
Los nuevos y recurrentes problemas de EE.UU. afectarán, de agravarse, a toda América Latina, principalmente a través del canal del comercio exterior, pero no tanto a través de los mercados financieros. Como suele ocurrir en estos años, los países más afectados por una nueva recesión en EE.UU. serían México y los centroamericanos. En los demás países de la región, el impacto dependerá básicamente de lo que ocurra con los precios de los commodities.
Los commodities agrícolas se han sostenido ante la renovada crisis en EE.UU. La soja ha aumentado desde US$/tn 500 hasta US$/tn 525 desde el 2/8. El proceso de formación de precios de los granos depende principalmente de la oferta y la demanda global. En la medida en que China siga demandando granos (sobre todo soja), y las inclemencias climáticas afecten las cosechas (el año pasado el trigo en Rusia, actualmente la cosecha gruesa en EE.UU.), el mercado tendrá motivos para mantener el precio.
En cambio, el petróleo sí queda a merced de la demanda, centrada en los países desarrollados, que, al no crecer, generan una expectativa de menor precio, por eso la caída desde US$/bl 100 a US$/bl 86 en un mes.
El riesgo es que las exportaciones chinas a EE.UU. y Europa caigan, por motivos de la crisis, en niveles relevantes. En ese caso, la caída de las economías occidentales afectaría el ritmo de crecimiento de China. Si el gigante asiático no logra impulsar su consumo interno velozmente (hecho poco probable por las características del país y de la población), sus importaciones de alimentos por lo menos deberían estabilizarse, con riesgo para el precio de los commodities.
Cualquier crisis tendrá fuertes impactos en América Latina y en la Argentina. Los países del cono sur de la región dependen fuertemente de los ingresos de exportación por commodities. Desde Europa, una crisis financiera sería no neutral en la región: la banca española sería una vía de contagio, sobre todo en Chile, México y Uruguay. Por eso, en países como Brasil ya se observan medidas anticrisis, como la baja de la tasa Selic a 12% anual, una leve tendencia a la depreciación del real y la suba de la meta de superávit primario de 3.1% a 3.4%, ante la merma en la producción industrial.
De todos modos, la teoría del desacople por ahora funciona, y la demanda de commodities de China e India, más las inclemencias climáticas en distintos lugares del mundo, aseguran buenos precios internacionales, y, con ello, los países de América Latina pueden por el momento gozar del viento de cola. Dependerá de cada uno de ellos el establecer, o no, políticas contracíclicas que sean útiles en una coyuntura adversa.