La economía china profundiza su desaceleración
Por Jorge Castro, analista* Rumbo irrefrenable. El gigante va hacia un sistema volcado al consumo y la demanda interna, lo que afecta a los países exportadores de minerales.
La economía china acentúa su desaceleración y los indicadores de abril son coincidentes en el sentido de un freno creciente del PBI en un país que solo, considerado individualmente, ha sido responsable de 56% de la expansión mundial en 2011.
El PBI industrial se expandió en abril 9,3% anual, el menor nivel en tres años, y dos puntos menos que el mes anterior (11,9%); y la tasa de inversión y las ventas minoristas se han estancado (20,2% vs. 20,9% y 14,1% vs. 15,2%).
Lo mismo sucede con el comercio exterior (exportaciones + importaciones), que creció 0,3% el mes pasado, mientras que la expansión mensual promedio en 2011 fue 25%. Esto sucede cuando la tasa de inflación cayó en abril a 3,4% anual y es ahora la mitad de los niveles récord de julio del año pasado (6,5%).
El gobierno chino reconoce esta tendencia y ha disminuido por dos veces sus previsiones de crecimiento en 2012, llevándolas a 7,5% y 7% en el año (entre 2000 y 2008 fue 11% anual, con un pico de 13% en 2007).
El Banco Mundial prevé que en 20 años la tasa de crecimiento pasa de 10% anual a 5% por año.
Todo indica, en suma, que la forma de crecimiento de los últimos 30 años (exportaciones + aumento sistemático de la inversión) ha agotado su potencial y que la desaceleración actual no tiene un carácter cíclico, sino estructural.
El freno de la economía revelaría que ésta se encuentra en plena transición, entre una forma de crecimiento que ha agotado su vigor, y otra que recién comienza a desplegar su potencial, fundada en la expansión de la demanda doméstica y el consumo individual de sus 1.340 millones de habitantes.
La cuestión que presenta la transición china para el mundo no es si surgirá en algún momento una economía plenamente volcada al consumo y la demanda interna. Esto es un hecho y una certidumbre, y cuando suceda habrá un boom de la economía mundial , centrada en una carrera de las exportaciones -ante todo, bienes capital-intensivos de alta tecnología provenientes del mundo avanzado – para satisfacer las gigantescas importaciones que se avizoran de la República Popular.
El problema es el corto y mediano plazo, cargado de incertidumbre, sobre todo para los exportadores de materias primas, como son todos los países de América del Sur . El largo plazo, en cambio, es nítido; posee la fuerza contundente de la certidumbre y se asimila a la obvia comprobación de la realidad.
La desaceleración de la economía china implica que los grandes exportadores mineros (Australia, Brasil, Chile, Perú, entre otros) difícilmente reciban en los próximos 10 años los beneficios de un superciclo de los commodities tan intenso como el de la última década . Entre 2000 y 2010, las importaciones chinas de mineral de hierro aumentaron 42,5 veces; las de carbón, 248 veces; y las de cobre, 16,2 veces.
El índice de materias primas cayó 12% en abril con respecto al primer trimestre. Las que más se hundieron fueron mineral de hierro y carbón (12% en abril). Australia es el país más golpeado por la caída del precio del carbón, en su condición de primer exportador mundial; lo que ha llevado al cierre de varias de las principales explotaciones mineras, propiedad de las mayores trasnacionales del mundo (Río Tinto, BH Billiton, X-strata).
Lo que sucede en China es que mientras la economía se desacelera, el consumo individual aumenta, debido al crecimiento del ingreso per cápita y el alza de los salarios reales (20% anual en los últimos 4 años), en condiciones de pleno empleo urbano. Por eso crece más que proporcionalmente la demanda de alimentos, arrastrada por la aceleración de la "transición dietaria" (vuelco al consumo de proteínas cárnicas), sobre todo carnes rojas (cerdo); y el precio de la soja aumenta a niveles récord (U$S 550 / tonelada en la primera semana de mayo).
La Argentina es el primer exportador mundial de granos y pasta de soja.
El PBI industrial se expandió en abril 9,3% anual, el menor nivel en tres años, y dos puntos menos que el mes anterior (11,9%); y la tasa de inversión y las ventas minoristas se han estancado (20,2% vs. 20,9% y 14,1% vs. 15,2%).
Lo mismo sucede con el comercio exterior (exportaciones + importaciones), que creció 0,3% el mes pasado, mientras que la expansión mensual promedio en 2011 fue 25%. Esto sucede cuando la tasa de inflación cayó en abril a 3,4% anual y es ahora la mitad de los niveles récord de julio del año pasado (6,5%).
El gobierno chino reconoce esta tendencia y ha disminuido por dos veces sus previsiones de crecimiento en 2012, llevándolas a 7,5% y 7% en el año (entre 2000 y 2008 fue 11% anual, con un pico de 13% en 2007).
El Banco Mundial prevé que en 20 años la tasa de crecimiento pasa de 10% anual a 5% por año.
Todo indica, en suma, que la forma de crecimiento de los últimos 30 años (exportaciones + aumento sistemático de la inversión) ha agotado su potencial y que la desaceleración actual no tiene un carácter cíclico, sino estructural.
El freno de la economía revelaría que ésta se encuentra en plena transición, entre una forma de crecimiento que ha agotado su vigor, y otra que recién comienza a desplegar su potencial, fundada en la expansión de la demanda doméstica y el consumo individual de sus 1.340 millones de habitantes.
La cuestión que presenta la transición china para el mundo no es si surgirá en algún momento una economía plenamente volcada al consumo y la demanda interna. Esto es un hecho y una certidumbre, y cuando suceda habrá un boom de la economía mundial , centrada en una carrera de las exportaciones -ante todo, bienes capital-intensivos de alta tecnología provenientes del mundo avanzado – para satisfacer las gigantescas importaciones que se avizoran de la República Popular.
El problema es el corto y mediano plazo, cargado de incertidumbre, sobre todo para los exportadores de materias primas, como son todos los países de América del Sur . El largo plazo, en cambio, es nítido; posee la fuerza contundente de la certidumbre y se asimila a la obvia comprobación de la realidad.
La desaceleración de la economía china implica que los grandes exportadores mineros (Australia, Brasil, Chile, Perú, entre otros) difícilmente reciban en los próximos 10 años los beneficios de un superciclo de los commodities tan intenso como el de la última década . Entre 2000 y 2010, las importaciones chinas de mineral de hierro aumentaron 42,5 veces; las de carbón, 248 veces; y las de cobre, 16,2 veces.
El índice de materias primas cayó 12% en abril con respecto al primer trimestre. Las que más se hundieron fueron mineral de hierro y carbón (12% en abril). Australia es el país más golpeado por la caída del precio del carbón, en su condición de primer exportador mundial; lo que ha llevado al cierre de varias de las principales explotaciones mineras, propiedad de las mayores trasnacionales del mundo (Río Tinto, BH Billiton, X-strata).
Lo que sucede en China es que mientras la economía se desacelera, el consumo individual aumenta, debido al crecimiento del ingreso per cápita y el alza de los salarios reales (20% anual en los últimos 4 años), en condiciones de pleno empleo urbano. Por eso crece más que proporcionalmente la demanda de alimentos, arrastrada por la aceleración de la "transición dietaria" (vuelco al consumo de proteínas cárnicas), sobre todo carnes rojas (cerdo); y el precio de la soja aumenta a niveles récord (U$S 550 / tonelada en la primera semana de mayo).
La Argentina es el primer exportador mundial de granos y pasta de soja.