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La diplomacia prepotente

*Por Alcadio Oña. Aún antes de que el kirchnerismo llegara al Gobierno, la Argentina y Brasil armaron una mesa de negociaciones para dirimir eventuales divergencias en el comercio bilateral.

No la integra Guillermo Moreno, pero más de una vez interfiere con decisiones unilaterales o comportamientos.

Esa comisión tiene formato legal , o sea, que los acuerdos y las discusiones entre ambos gobiernos pasan por allí. Y así aquí se conozcan de sobra los manejos del funcionario que circula con patente K, para los brasileños su interlocutor es el secretario de Industria argentino, Eduardo Bianchi.

Cae de maduro que las movidas nunca diplomáticas de Moreno dejan mal parado y sin capacidad de respuesta a Bianchi, tal cual pasó la vez que por una medida no escrita trabó compras a Brasil.

O cuando Bianchi se enteró de otra interferencia nada menos que por boca del secretario de Comercio Exterior de Brasil, Welber Barral.

Lula ha mostrado, todo este tiempo, una tolerancia de hierro, pero nada asegura que su sucesora, Dilma Rousseff, vaya a continuar sin vueltas con la "paciencia estratégica" . Así definen el trato preferencial que le dan a la Argentina por cuestiones asociadas a su política exterior.

Si es que ahora no juegan otras cosas, suena a legítimo que el Gobierno quiera proteger la producción y el trabajo nacionales. Puede hacerlo, incluso, bajo la forma de cupos a las importaciones aceptada por los propios funcionarios brasileños. Lo de Moreno, en cambio, representa toda una irregularidad .

Siempre consentido desde la cima del poder, el hombre no tiene por costumbre considerar otras jerarquías. Hace y deshace, aunque pueda traerle problemas al Gobierno .