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La deuda social 2010-2016

* Por Enrique Valiente Noailles. A partir de 2007, el proceso inflacionario argentino, sumado a la disminución en la creación de empleos productivos, con el agregado de la crisis internacional, puso freno a la movilidad social de los sectores más pobres.

¿Por qué, después de ocho años de crecimiento a tasas chinas, la sociedad argentina sigue fracturada en dos, entre una población que avanza a velocidad crucero y otra que avanza con enorme dificultad, está estancada o directamente retrocede? ¿Tendremos un momento mejor que éste, en términos de oportunidad, para resolver el bienestar de la totalidad de nuestros habitantes, ya que el mundo, a pesar de sus tropiezos múltiples, nos ofrece una oportunidad histórica de desarrollo, gracias a los precios internacionales de nuestros productos?
 
Y, en particular, ¿bastan medidas aisladas o puntuales para revertir esta situación, o hace falta un plan integral y una política de Estado que sea producto de un profundo debate y de un consenso amplio, que trace un mapa de prioridades sociales en la agenda pública, una hoja de ruta para revertir esta fractura que se ha convertido en estructural desde hace dos o tres décadas?

Éstas son algunas de las preguntas que quedaron flotando en el ambiente luego de la presentación del nuevo informe del "Estado de situación del desarrollo humano y social", del Barómetro de la Deuda Social Argentina de la serie 2010-2016, elaborado por la UCA. El evento se llevó a cabo la semana pasada, con la moderación de Alicia Casermeiro de Pereson -directora del proyecto-, la exposición de Agustín Salvia -coordinador general del programa- y los comentarios de Daniel Arroyo y Guillermo Jaim Etcheverry.

Una de las conclusiones que se desprenden del estudio es que, más allá del progreso que ha tenido el cumplimiento de los derechos sociales en los últimos años, a partir de 2007, el proceso inflacionario, sumado a la disminución en la creación de empleos productivos, con el agregado de la crisis internacional, puso freno a la movilidad social de los sectores más pobres.

La situación del país, en el cuarto trimestre de 2010, muestra que existen todavía enormes deudas sociales y, sobre todo, señala una barrera estructural que cristaliza una dualidad en la sociedad argentina, en el primer año de su Bicentenario.

Como criterio, el espacio de evaluación del estudio de la situación de desarrollo humano y social que hace el ODSA excede largamente el análisis de los ingresos. El informe es una referencia obligada y un punto de partida para cualquiera que quiera conocer datos sistemáticos y la foto real del estado de situación social en el país.
 
Su importancia cobra una dimensión mayor a la luz de la política oficial de destruir las estadísticas y las medidas de referencia que tenía la sociedad para mirarse en el espejo, con las que podía medir sus logros y desafíos pendientes.

La rigurosidad del informe y su objetividad académica están a la vista y los datos relevados son contundentes. El panorama que traza es crítico, aunque a la vez esperanzador en términos de oportunidad. Pero hace falta un debate institucional que nos permita trazar un plan coordinado de superación de estas deudas sociales.

En cualquier caso, la profundidad y seriedad de la investigación del ODSA, así como sus conclusiones, convierten a este estudio no sólo en un diagnóstico sino en un disparador y motor para la acción.