La desesperanza de creernos la mentira
Por Manuel Adorni. Una minoría de los argentinos deseamos un cambio real, una Argentina distinta. Esa Argentina distinta que las políticas de los últimos ochenta años han logrado ocultarla de los ojos de todos.
Nota de opinión del economista Manuel Adorni
Una minoría de los argentinos deseamos un cambio real, una Argentina distinta. Esa Argentina distinta que las políticas de los últimos ochenta años han logrado ocultarla de los ojos de todos. Esa Argentina que ya no solo deseamos sino que necesitamos.
Estas políticas son las que nos han hundido en la miseria crónica, en la incultura y la educación de pésima calidad, en la falta de inversión y desarrollo, en la falta de crecimiento e integración con el mundo y en esa brecha que nos separa del Siglo XXI que es cada vez más extensa.
Nos hicieron creer que la fuga de capitales es culpa de los inescrupulosos. Nos contaron que el cepo cambiario se evita que las grandes empresas se lleven sus inmorales ganancias al exterior. Nos hicieron creer que a la pobreza se la combate con un Estado presente y benefactor. Nos convencieron que un plan social es un derecho tanto como la energía o el tener una jubilación por haber sido ama de casa. Nos enseñaron que los empleadores explotan a los trabajadores. Nos hicieron agradecer al sindicalismo por nuestros sueldos miserables. Aprendimos a echarle la culpa de la inflación al almacenero, al malicioso empresario o a cualquier otra cuestión ajena a la verdadera realidad. Nos dijeron también que tener un poco de inflación no es tan malo. Nos convencieron de que el consumo interno lo soluciona todo. Nos trataron diferentes haciéndonos creer que sin el Estado es imposible salir adelante. Hasta nos dijeron que debemos ser todos iguales, aunque jamás nos hablaron de la igualdad ante la ley. Incluso nos dijeron que la corrupción es una comisión que se le cobra a la Patria por hacer las cosas bien. Nos hablaron de deuda y nos dijeron que quienes nos prestan dólares por nuestro exceso de gasto público, son buitres dignos del infierno. Nos dijeron que las ganancias excesivas son ganancias inmorales. Nos contaron que el campo es el enemigo. También se tomaron el trabajo de explicarnos que la justicia debe ser oficialista. Nos han llegado a decir que Trump es peronista, y que los mejores amigos que podemos tener son los dictadores venezolanos, cubanos o iraníes. Nos contaron también que iban a ir por todo. Nos dijeron incluso que íbamos a reducir la pobreza, el Estado ineficiente y que terminar con la inflación iba a ser juego de niños, incluso sin saber como jugarlo. También nos insistieron en que el verdadero enemigo es el Neoliberalismo, casi como una mala palabra inexistente. Nos dijeron que son peronistas, o que no lo son, depende las circunstancias. Nos hablaron de sustitución de importaciones aunque extrañamente solo sustituyeron riqueza por pobreza y futuro por mediocridad. Nos contaron que es mejor hacer las reformas de manera gradual, aunque el costo social lo hayamos pagado con un verdadero shock. Nos convencen de que no es como se hizo hasta ahora: nos dicen que es por acá.
La clase política que nos ha gobernado durante décadas lo ha logrado: a pesar de todo, la gran mayoría volverá a elegir nuevamente los males del pasado casi como una enfermedad crónica que sufre nuestra sociedad y por la cual no está dispuesta a medicarse. Donde elegimos nuestro propio destino, ese que nos ha llevado a los peores rincones de la decadencia, de la cual debemos huir lo más rápido posible, empezando hoy, ahora. Debemos comenzar a fabricar una nueva Argentina, donde nos dejen de convencer de toda una fantasía y nos permitan vivir una necesaria realidad, alejados de todos esos males que llevamos en nuestras espaldas y que el mundo ha logra de dejar atrás.