La desesperada carta de Carolina Ester Pavón, la argentina que no puede salir de Egipto
La mujer de 39 años no puede marcharse del país africano porque su marido no quiere firmar el divorcio ni le deja ver a sus hijas.
"Mi nombre es Carolina Ester Pavón, soy ciudadana argentina. Tengo 39 años, en el 2003 me casé con Mahmoud Mohamed Mahmoud Ahmed Tarfa, egipcio de 42 años", comienza el escrito.
La mujer repasa en detalle el calvario que vive en Egipto, donde atraviesa sus días aterrorizada tras separarse de Mahmoud Mohammed Mahmoud Ahmed Tarfa, el padre de sus dos hijas. Asegura que necesita conseguir el divorcio para poder volver a la Argentina, pero sufre porque podría perder para siempre el contacto con sus hijas y teme que la maten.
La violencia de género terminó con la relación que Pavón mantenía con el ciudadano egipcio. Ni siquiera una momentánea radicación en la Argentina fue suficiente para que la pareja se salvara.
"Él comenzó a ver que en Argentina la mujer tiene derechos y que perdía poder sobre nosotras. En septiembre del 2014 regresó a Egipto con la orden de que nosotras deberíamos volver en diciembre del mismo año, cuando las nenas terminaran el ciclo escolar", repasa Carolina.
Y agregó: "Mis hijas no se adaptaban, sufrían horrores por su papa, por su cultura, por su religión, por la familia paterna con la que crecieron. Ellas están seguras de que Egipto es su lugar."
En ese contexto no le quedó más remedio que acatar la orden de su esposo y regresar al país africano, pero allí se reavivó el martirio que vivía diariamente. Hoy no encuentra una salida, se siente presa en Egipto.
Sus hijas se quieren quedar allí, pero sufren severos problemas psicológicos provocados por el descalabro familiar: "Les pedí que vinieran conmigo, pero no quisieron ni quieren regresar a Argentina, donde creen que es el país del pecado. Tampoco podría sacarlas, ya que ellas tienen la nacionalidad egipcia y acá eso es lo que vale".
El texto completo:
Mi nombre es Carolina Ester Pavón, soy ciudadana argentina, oriunda de la ciudad de Montecarlo, Misiones. Tengo 39 años, en el 2003 me casé con Mahmoud Mohamed Mahmoud Ahmed Tarfa, egipcio de 42 años. Vivimos en la ciudad de Alejandría, Egipto, hasta el 2004 que nos mudamos a Argentina, donde nació mi primera hija (Mariam Banseeh Mahmoud Tarfa). Por cuestiones laborales regresamos a Egipto en el 2005, trayendo conmigo a mi abuela materna, que vivió 5 años aquí en Alejandría. Ella sufría de Alzheimer, y ser ama de casa en Egipto me pareció la solución para poder cuidarla con mis propias manos al igual que a mi hija.
Cuando llegamos a Egipto me doy con que la familia (el padre de Mahmoud, que se llama Mohamed Mahmoud Ahmed Tarfa) le pagó a un médico para que falsificara una partida de nacimiento, como que una egipcia llamada Fatma Abd Elrahman Tarfa tuvo una bebé en su casa, un parto casero. Entonces mi hija Banseeh aquí cuenta con un certificado de nacimiento falso, con un nombre diferente, con fecha diferente y lugar de nacimiento también distinto (sin olvidarse que el nombre de la madre también es diferente).
Entonces yo obtuve la nacionalidad egipcia con ese nombre: Fatma Abd Elrahman Tarfa para poder demostrar que esa bebé es mía. Esto lleva a la conclusión de que Banseeh es argentina solamente, porque su certificado egipcio es falso.
Trabaje desde la casa confeccionando mochilitas canguros portabebés (baby slings y wraps) y almohadas para amamantar; con una amiga hacíamos delivery a todo Egipto. Yo siempre me mantuve, él no se hizo cargo de los gastos de mi abuela ni míos. Pronto comenzaron los maltratos psicológicos hacia mi persona, se quejaba de que no tenía tiempo para atenderlo, por culpa de mi abuela, de mi hija, etc. También las diferencias culturales a veces resultan complicadas de salvar. Si yo protestaba, simplemente me decía que me vaya. Yo comencé a dejar pasar las situaciones, que fueron agravándose, creciendo como monstruos. Me sentía paralizada, ¿a dónde iría con mi abuela y sin poder sacar a mi bebé del país? Se llega un punto en que todo se 'normaliza', el maltrato se convierte en 'normal'. Ya no se cuestiona.
Luego mi esposo insistió con tener otro bebé, que comparta el mismo contexto cultural con Banseeh, nuestra primera hija. Yo no quería, pero aquí el marido ordena, y nació Yuliana. De nuevo Mahmoud incurre en la ilegalidad de pagar (no sé si al hospital o al médico) para obtener dos certificados de nacida viva, una a nombre de Carolina Ester Pavón para que la bebé tramite su nacionalidad por opción en la Embajada Argentina. Y otro certificado a nombre de Fatma Abd Elrahman Tarfa para inscribirla como egipcia. Es decir que ese día figura como que dos mujeres diferentes tuvieron bebés, nacieron dos nenas, no una. Y todo este embrollo mafioso era innecesario, porque las nenas obtendrían la nacionalidad directamente por tener el padre egipcio.
La enfermedad de mi abuela se complicó, y con dos hijas pequeñas todo se me desbordaba. La asistencia de salud aquí es precaria, y las peleas con Mahmoud aumentaron por mi falta de tiempo para él. Decidí retornar a mi abuela a la Argentina, mi madre se comprometió cuidarla. Allí ella tendría mejor atención médica. Y Mahmoud prometió cambiar cuando yo le dedicara un poco de tiempo. Nada de ello sucedió.
Lo anormal, lo raro, eran los días en que pasábamos en calma. Yo conseguí trabajo para Amazon, como Directora del Servicio al Cliente en español, para la subsidiaria de inglesa de Amazon: Book Depository (que es una librería multinacional online que despacha alrededor de 7 millones de libros por día). También era la encargada de controlar y reportar el feedback de Italia, España y Francia.
Él, después de la revolución del 2011, dejó de trabajar y yo mantuve el hogar. Siendo que tiene una cuenta bancaria muy holgada.
En el 2013 decide que iríamos a probar a la Argentina, porque él no encontraba un trabajo a 'su nivel'. En Argentina, Puerto Iguazú, trabajo para una importadora exportadora en la parte administrativa. Y yo comencé a dedicarme a la venta de frutos secos y de snacks. Seguí manteniendo el hogar, y él ahorrando lo suyo.
Comenzó a ver que en Argentina la mujer tiene derechos, y que perdía poder sobre nosotras. En septiembre del 2014 regresa a Egipto él primero, con la orden de que nosotras deberíamos regresar en diciembre del mismo año, cuando las nenas terminaran el ciclo escolar.
Por supuesto que no lo hice, primero se enojó y amenazó con enviar mafiosos árabes de las tres fronteras a secuestrar a las nenas y tirarme muerta en el río (fueron amenazas de su hermano específicamente). Que hasta ya tenían precio para esta acción: 2000 dólares (que para ellos no es nada).
Luego fue calmándose y rogando que volviéramos, las nenas no se adaptaban, sufrían horrores por su papá, por su cultura, por su religión, por la familia paterna con la que crecieron. Yo jamás impedí que hablaran por teléfono, y él fue manejándolas para que ejercieran presión en mi. Nos mudamos con mis hijitas a Montecarlo, que es mi pueblo de origen.
En febrero del 2015 viaja de nuevo a la Argentina con pasajes para buscarnos a las tres. Yo me puse firme de no retornar, pero dejé que se quedara hasta que fuera la fecha de partida en la misma casa. Se encerraba con las nenas en una habitación y les lavaba el cerebro, yo tenía que salir a trabajar y estaba con el corazón en la boca por miedo de regresar y no encontrarlas.
En un comienzo hizo huelga de hambre unos días hasta sentirse mareado y descompuesto. Me dio hasta pena, pero no iba a volver a Egipto. Entonces se puso furioso y cambió de estrategia, comenzó la agresión de nuevo y como yo tenía que trabajar, con amigos lo obligamos a irse de la casa o la policía intervendría. Él sabe español, tiene dinero, vivió en Argentina, así que muy bien se alojó en un hotel en Iguazú.
Con mi trabajo de levantar bolsas de 25 y 50 kilos de frutos secos y snacks mantuve y arreglé la casa de Montecarlo. Luego abrí un local de descartables, muy pequeño, muy a pulmón.
Trabajaba 7 días a la semana para darles a mis hijas lo mejor. Soy monotributista, no le pedí nada al Estado. Siempre preferí mantenerme con mi sudor. En esta parte aprovecho a agradecer a la gente bella de Iguazú que me dio una mano convirtiéndose en mi clientela, y a mis amigos. Luego expando a Libertad, Wanda y Montecarlo. Gente también maravillosa. Gracias.
Volviendo al tema, comencé a llevar a mis hijas a la psicóloga, porque la mayor amenazaba con querer matarse, decía que Argentina era mi paraíso, pero el infierno de ellas. Hubo muchas actitudes raras y peligrosas que me quebraron. Mahmoud todo el tiempo prometía que iba a cambiar esta vez, que aprendió la lección. Que me iba a hacer un papel que pudiera yo sacar a las nenas si no me hallaba en Egipto. Que volviéramos a ser familia. Yo no le creí, pero veía a mis hijas con dolor. Se lo que es extrañar tu tierra y la familia con la que creciste, tu cultura. Yo crecí sin padre, y no quería que ellas pasaran por lo mismo.
Deje todo, para demostrarles a las nenas que por ellas hasta lo imposible haría. Pero les había avisado que si el padre me maltrataba yo me tendría que ir, y no podría sacarlas. Ellas están seguras de que Egipto es su lugar.
Llegamos el 28 de Julio del 2015. Nos mandó el pasaje. No pasaron dos semanas y de nuevo agresión física, tuve hematomas por todo el cuerpo. Intenté suicidarme tomando una caja de pastillas de Alplax de 2 mg. Porque no pude irme de la casa, no podía abandonar a las nenas. Cuando comenzaba a sentir el cuerpo adormecerse, él me agarra de la remera, me la rompe y me empuja al piso. Toma a las nenas de las manos y les muestra a su mama tirada diciéndoles: "Miren cómo una occidental quiere a sus hijos!!! Prefiere morirse a estar con ustedes!! Eso una mujer musulmana no lo hace".
Mis hijitas lloraban horrorizadas, pedían que vomite, tuve tanta pena por ellas y tanta rabia por alguien que es un monstruo. Comencé a tomar agua y a vomitar, hasta que saque lo que pude de mi estomago. Igual dormí un día entero.
Decidí irme, no era ejemplo para mis hijas. No quiero que ellas vean estas situaciones como normales y repitan cuando crezcan. Les pedí que vinieran conmigo, pero ellas no quisieron ni quieren regresar a Argentina, donde creen que es el país del pecado. Tampoco podría sacarlas, ellas tienen la nacionalidad egipcia, y acá es lo que vale (no la argentina).
Me fui y me quede en casa de una familia que me ofreció trabajo en el cuidado de un señor mayor con incapacidades. La familia es muy amable, y también me ayudan con los trámites del divorcio y para luego pedir derecho de visita a las nenas. Pero todo se alargó mucho porque Mahmoud no quiere darme el divorcio, quiere que regrese al hogar. Acá el marido es dueño de la mujer. Me hizo una restricción de salida del país, con una orden de que regrese al hogar. Si la policía quisiera, me podrían llevar a la fuerza a la casa de nuevo. Y ni el mejor abogado ni la embajada argentina podría sacarme de allí. Sólo con el papel de divorcio finalizado.
El tema es que con la restricción de salida del país, también se activa la quita de derecho de poder trabajar. Entonces, aquí estoy viviendo de la misericordia, sin poder ejercer trabajo para mantenerme. Sólo puedo hacerlo de la forma en que estoy, gracias a la familia que me aloja.
Yo pido encarecidamente al pueblo argentino, mis compatriotas, y a nuestras autoridades competentes que vean la forma de poder hacer entrar en razón a la República Árabe de Egipto de que es inhumana mi situación. Que es una falta de derechos humanos completos mantenerme presa en un país sin poder trabajar y sin lugar propio donde estar, sólo por el despecho de un marido abandonado (y con razones de peso: violencia física y psicológica). Que por favor me permitan salir. Necesito pararme como ser humano, dignificar mi vida. Y ya desde afuera vería de seguir con los trámites de divorcio y derecho de visita a mis hijas. Pero ya desde una posición fuerte, segura.
No quiero dejar de aclarar que en todo este tiempo él impidió que yo hablara y viera a las nenas.