La democracia embalsamada
* Por Carlos March. Mientras el contenido de la institucionalidad republicana pierde vida, el Estado sufre asaltos que lo reducen a instrumento de grupos, sectores y particulares. Esta práctica encubierta explica el desarrollo de redes mafiosas y actos de corrupción.
La democracia es mucho más que un sistema de gobierno. Es una cosmovisión que organiza a las sociedades sobre una serie de principios anclados en la institucionalidad, es un conjunto de instituciones y normas que permite sostener soluciones colectivas de largo plazo a los problemas y dilemas que plantea una comunidad.
Cuando las instituciones democráticas y el sistema republicano de gobierno son capturados por asociaciones ilícitas o ilegítimas, se anula el sistema de pesos y contrapesos y los bienes, servicios y recursos públicos que deberían destinarse al bien común , pasan a satisfacer intereses sectoriales, corporativos, grupales o individuales.
La institucionalidad se convierte en un cuerpo inerte, con sus órganos muertos, incapaz de organizar a la sociedad para garantizar su bienestar, pero permanece de cuerpo presente, encarnando la democracia formal, cobijando a los tres poderes del Estado, conteniendo al sistema de representación política y reuniendo en torno a ella a los habitantes de un país.
El problema que presenta esta institucionalidad embalsamada es que subsiste como escenario visible del sistema democrático pero en él ya no se definen ni resguardan las reglas de juego de la vida en sociedad , lo que genera parainstitucionalidades muy difíciles de detectar por estar camufladas en la escenografía de la propia institucionalidad.
La institucionalidad de la Secretaría de Transportes de la Nación fue embalsamada por la parainstitucionalidad del ex secretario Ricardo Jaime que se habría hecho pagar el alquiler de la vivienda que habitaba por una empresa que debía controlar. La institucionalidad definida en el Código de Habilitaciones de la Ciudad de Buenos Aires fue embalsamada por los candados en las puertas de Cromañón . La institucionalidad de la obra social de los bancarios, fue embalsamada por un sistema parainstitucional de adulteración de medicamentos encabezado, según se investiga, por el secretario general del gremio, Juan José Zanola.
La sociedad pone foco en la gestión de los gobiernos, solicita información pública, exige normativa, peticiona a las autoridades y controla las instituciones del sistema republicano bajo la creencia de que la calidad de vida depende de controlar la calidad de la institucionalidad democrática.
Sin embargo, la parainstitucionalidad opera libremente en la opacidad del anonimato , fuera del limitado radar de organizaciones que son capaces de detectar algunas de las irregularidades de esa institucionalidad embalsamada o de lograr medidas que perfeccionan su maquillaje, pero son inútiles cuando se trata de captar las infinitas ilegalidades que ocurren al amparo de las parainstitucionalidades.
Mientras que la institucionalidad embalsamada es el espacio del deber ser y de las formas, desde las parainstitucionalidades se gerencia la corrupción, se administran el delito, la ignorancia y la pobreza y se manipulan las brechas sociales de la inequidad.
Mientras que en la institucionalidad embalsamada se discute el presupuesto público, desde las parainstutucionalidades del clientelismo o de los pliegos licitatorios a medida se aplican las partidas.
Mientras que desde la institucionalidad embalsamada se discuten leyes, desde la parainstitucionalidad de "la Banelco" se aprueban o rechazan.
Mientras que desde la institucionalidad embalsamada del Poder Judicial se citan a indagatorias, desde la parainstitucionalidad nunca se condena a nadie.
Por ello, el gran desafío pasa por c onstruir movimientos sociales capaces de consolidar la institucionalidad y simultáneamente, combatir la parainstituiconalidad que perpetúa la ilegalidad y la administración discrecional de los recursos públicos en beneficio de asociaciones ilícitas.
Un interesante ejemplo de nueva arquitectura social nos brindar los vecinos de los barrios de Liniers y Versailles, entregándole al comisario de la sección, un mapa del delito donde se identifican prostíbulos en base a trata de mujeres, lugares de venta de droga, talleres textiles con trabajo esclavo o forzoso, zonas liberadas por una policía que en lugar de combatir el delito se dedica a administrarlo.
Estos ciudadanos nos están marcando el camino de cómo oponerse a una parainstitucionalidad que lleva a que la Argentina de verdad se construya desde la mentira.