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La degradación de la función pública

Algunos de los más altos funcionarios del Gobierno nacional han adoptado la costumbre de ejercitar la actividad de críticos y replicadores de lo que los medios publican, saliendo al ruedo del debate de un modo que parece olvidar su condición e investidura al tiempo que degrada el ejercicio de la política y de la función pública.

Es el caso particular del jefe de Gabinete Aníbal Fernández, actuando como vocero principal del oficialismo en cotidianos denuestos al periodismo y la oposición, y del canciller Héctor Timerman, también habituado a extenderse en comentarios políticos impropios de quien está al frente de la política exterior argentina. Ambos ministros dedican un tiempo de sus actividades habituales y una parte importante de su exposición pública a opinar sobre notas y títulos periodísticos, coberturas informativas y opiniones, con frecuente utilización de lenguaje agresivo y calificativos de grueso calibre hacia periodistas o políticos que no les simpatizan.

 Así ocurre con las intervenciones partidistas del Canciller y con decisiones como la de discriminar el acceso a la prensa en actos oficiales. Del mismo modo, el jefe de Gabinete apela a la red social para proferir insultos y agresiones con obsesiva atención hacia este diario. En el menor de los casos, son intervenciones desafortunadas e irresponsables reñidas con la investidura de los funcionarios. Pero existe también un componente de abuso de poder en esta clase de campañas persecutorias, gestos de intolerancia y hostigamientos contra medios y periodistas independientes.

Algunos altos funcionarios del Gobierno nacional han adoptado la costumbre de descalificar las críticas olvidando su condición e investidura y degradando la política y la función pública.