La culpa no la tiene sólo el chancho
* Por Claudio Cerviño. Presenciar en vivo un superclásico tiene sus bemoles. El del domingo pasado, por ejemplo. Ir por Avenida del Libertador y compartir accidentalmente la ruta al Monumental en medio de una caravana de barras, con custodia limitada.
Nota extraída del diario La Nación
Presenciar en vivo un superclásico tiene sus bemoles. El del domingo pasado, por ejemplo. Ir por Avenida del Libertador y compartir accidentalmente la ruta al Monumental en medio de una caravana de barras, con custodia limitada. Ojo: protección para los barras, no para nosotros, peligrosos y con prontuario. Hay gente en motocicleta que corta el tránsito en las esquinas con impunidad para que desfilen el Jefe y sus secuaces; pirotecnia, rotura de baldosas, proyectiles que vuelan e incidentes varios; pintadas con aerosoles en los edificios. Sensación de impunidad, diría Aníbal Fernández, para quien va en auto o caminando hacia Núñez. En algunas intersecciones, corridas por la aparición de barras de River. Se ve poca policía. Es que hay apenas 1200 efectivos afectados al operativo, que empieza a mostrar grietas. La 12 dobla por Lidoro Quinteros; a 30 metros -¿por qué tan cerca?-, hinchas de River saltan como boxeador listo para combatir. Diez policías los disuaden de la mala idea. ¡Policías buenos!
Nos acercamos por calles internas. Hermoso barrio, con lindas casas. Hay un control policial. Mira la entrada y pide "carnet". Como no hay carnet, nos dice: "Les tengo que retener las entradas. Les voy a labrar un acta contravencional y me van a tener que acompañar a la seccional". Policía vivo. Se le advierte la farsa en la cara. Se le muestra la credencial laboral; sorprendido, con 15 entradas incautadas en una mano, se disculpa tres veces. "Pasen". No tuvieron la misma suerte las otras 15 personas ni las que también caerán en el ardid. Entradas que indefectiblemente irán a la reventa.
En la cancha, pasillos y escaleras atestados de gente. ¿Es que ahora se venden tickets en el escalón 1, Media Baja Belgrano o San Martín? Y en la Alta, y en la Centenario también. ¡Qué éxito el superclásico para River y/o sus controles! Impresiona también la popular visitante: les dieron 3300 entradas, pero hay como 10.000 hinchas. Es que este Boca de Falcioni provoca fenómenos, locura en sus barras, que saltan los molinetes sin que nadie lo impida. El fútbol espectáculo, dicen, no sabe de límites.
Al regresar al hogar, se ven escenas lamentables por TV, con personal de seguridad privada cobrando más que en una función de kick boxing. Pasan las horas y se ven fotos del Jefe burlando los controles, funcionarios del Estado que no ven lo que no quieren ver, presidentes como Angelici que tampoco ven ni saben nada. Silencios, complicidades. Nadie se responsabiliza de tantas fisuras, desprolijidades y negligencia. Un operativo que, 72 horas después, sigue dando la misma imagen de mamarracho. Bueno, el chancho volador fue incautado. Por ahí resulta un elemento decisivo para determinar que el operativo, en rigor, fue exitoso
Presenciar en vivo un superclásico tiene sus bemoles. El del domingo pasado, por ejemplo. Ir por Avenida del Libertador y compartir accidentalmente la ruta al Monumental en medio de una caravana de barras, con custodia limitada. Ojo: protección para los barras, no para nosotros, peligrosos y con prontuario. Hay gente en motocicleta que corta el tránsito en las esquinas con impunidad para que desfilen el Jefe y sus secuaces; pirotecnia, rotura de baldosas, proyectiles que vuelan e incidentes varios; pintadas con aerosoles en los edificios. Sensación de impunidad, diría Aníbal Fernández, para quien va en auto o caminando hacia Núñez. En algunas intersecciones, corridas por la aparición de barras de River. Se ve poca policía. Es que hay apenas 1200 efectivos afectados al operativo, que empieza a mostrar grietas. La 12 dobla por Lidoro Quinteros; a 30 metros -¿por qué tan cerca?-, hinchas de River saltan como boxeador listo para combatir. Diez policías los disuaden de la mala idea. ¡Policías buenos!
Nos acercamos por calles internas. Hermoso barrio, con lindas casas. Hay un control policial. Mira la entrada y pide "carnet". Como no hay carnet, nos dice: "Les tengo que retener las entradas. Les voy a labrar un acta contravencional y me van a tener que acompañar a la seccional". Policía vivo. Se le advierte la farsa en la cara. Se le muestra la credencial laboral; sorprendido, con 15 entradas incautadas en una mano, se disculpa tres veces. "Pasen". No tuvieron la misma suerte las otras 15 personas ni las que también caerán en el ardid. Entradas que indefectiblemente irán a la reventa.
En la cancha, pasillos y escaleras atestados de gente. ¿Es que ahora se venden tickets en el escalón 1, Media Baja Belgrano o San Martín? Y en la Alta, y en la Centenario también. ¡Qué éxito el superclásico para River y/o sus controles! Impresiona también la popular visitante: les dieron 3300 entradas, pero hay como 10.000 hinchas. Es que este Boca de Falcioni provoca fenómenos, locura en sus barras, que saltan los molinetes sin que nadie lo impida. El fútbol espectáculo, dicen, no sabe de límites.
Al regresar al hogar, se ven escenas lamentables por TV, con personal de seguridad privada cobrando más que en una función de kick boxing. Pasan las horas y se ven fotos del Jefe burlando los controles, funcionarios del Estado que no ven lo que no quieren ver, presidentes como Angelici que tampoco ven ni saben nada. Silencios, complicidades. Nadie se responsabiliza de tantas fisuras, desprolijidades y negligencia. Un operativo que, 72 horas después, sigue dando la misma imagen de mamarracho. Bueno, el chancho volador fue incautado. Por ahí resulta un elemento decisivo para determinar que el operativo, en rigor, fue exitoso