La cuestión financiera
Es un mismo precio que tiene influencia en las dinámicas productiva y financiera. Existen canales vinculantes fuertes entre ellas y resulta esencial distinguirlas.
Por Alfredo Zaiat
Es un mismo precio que tiene influencia en las dinámicas productiva y financiera. Si bien existen canales vinculantes fuertes entre ellas, resulta esencial distinguirlas para abordar con más precisión el debate sobre el tipo de cambio. Por un lado, esa variable se utiliza para evaluar un aspecto de la competitividad de la economía, y por otro, es relevante en la orientación de la inversión financiera de capitales locales y del exterior. Es importante precisar entonces cuál es la motivación de la estrategia cambiaria para no confundir los objetivos, o para no terminar afectando el frente productivo y, por lo tanto, el sociolaboral cuando el financiero es el dominante.
Pese al consenso existente entre economistas, es discutible la pérdida de competitividad por un supuesto atraso del tipo de cambio. La paridad con el dólar, con el real y con una canasta de monedas de un tipo de cambio multilateral, y en una comparada con los costos laborales en dólares, no mostraban un atraso global. La devaluación horizontal, sin discriminar sectores productivos, ofrece una renta adicional a actividades que no la requieren para contabilizar ganancias.
Alrededor del nivel de la paridad cambiaria asociada con la disponibilidad de divisas, en cambio, aparece un aspecto estructural que tiene que ver con una industria deficitaria en su comercio exterior y con las importaciones de combustible. Pero también existe una tensión coyuntural por la persistente fuga de capitales que terminó derivando en la implementación de un sistema de control de acceso a la moneda extranjera cuya consecuencia fue la aparición de la brecha cambiaria. Esta terminó afectando el flujo de dólares porque ha desalentado el ingreso por el canal oficial y ha sumado tensiones en un mercado cambiario bajo estrés permanente desde el 2007.
El nuevo equipo económico abordó la coyuntura acelerando el ritmo de devaluación del peso (cierre del viernes a 6,81 pesos), flexibilizando la compra de dólares para turistas con aprobación de la AFIP (a 9,19 pesos) y habilitando la compra de dólares a través de operaciones bursátiles (a 9,55 pesos). El propósito es reducir la brecha. La intensidad que está teniendo el ajuste de la paridad cambiaria tiene costos porque genera presiones inflacionarias y sociales. Se despliega además en un contexto de una fuerte pulseada financiera mientras aún permanecen abiertos frentes externos por el default de 2001. Sobre uno de ellos el ministro Axel Kicillof inicia hoy el proceso de cerrarlo en París.
Los bruscos movimientos en la plaza cambiaria, con los diferentes precios del dólar (oficial, blue, Bolsa, contado con liqui, turista) son manifestaciones de un problema financiero más que de uno del frente productivo por cuestiones de competitividad. O sea, existe una cuestión estructural conocida como restricción externa, que debe ser abordada con una política integral de sustitución de importaciones fomento de exportaciones con la consiguiente modificación del perfil industrial. Pero la situación de urgencia es financiera. Esto significa que el problema es de liquidez de dólares y no de solvencia debido a que existe superávit comercial y el déficit de cuenta corriente es reducido. Además existe un muy elevado stock de billetes en la plaza local (en circulación y en cajas de seguridad) y un monto considerable de dólares en soja retenida como activo de inversión de los productores.
La combinación de una parte de la cosecha guardada en silos-Bolsa, como estrategia de ahorro defensiva de los productores por la restricción a comprar dólares, y la estrategia de grandes exportadores de granos de financiar sus operaciones con créditos en pesos tomadas en el mercado local, en lugar de conseguir los fondos vendiendo divisas, no debería tener la observación pasiva del equipo económico.
Una clave central es definir qué hacer con el tipo de cambio. Un grupo de economistas ortodoxos y heterodoxos conservadores que ya tienen experiencia en ajustes recesivos (suba de tarifas y disminución del gasto público) proponen una devaluación brusca, sendero que conduce a una gran recesión y fuerte caída de los salarios para equilibrar las cuentas externas. Para evitar ese desenlace traumático, el desafío por el lado financiero es frenar la fuga y achicar la brecha.
Una cosa es ajustar el nivel del tipo de cambio y otra es intervenir sobre la brecha. Es una distinción relevante al momento de evaluar qué hacer. Lo primero, con impacto positivo en la ya elevada rentabilidad de sectores vinculados con la exportación (agrario y producción de insumos difundidos), está agudizando la inestabilidad cambiaria. En casi todos los países de la región ha habido una muy fuerte apreciación de las monedas en los últimos años con déficit de cuenta corriente más elevados que el argentino, y esto no tuvo como saldo crisis cambiarias ni pérdida de reservas. También es cierto que las condiciones financieras de Argentina son distintas al resto de los países de la región por el default, la renegociación con una sustancial quita de capital, el juicio de los fondos buitre, la deuda impaga con el Club de París, las tensiones con el FMI y los juicios con el Ciadi (Banco Mundial). Por esos motivos, en estos años el mercado financiero internacional ha estado castigando y ahora, que está oliendo sangre, aspira a dar una lección disciplinadora a la Argentina y una advertencia hacia otros países, para disuadirlos de la pretensión de desplegar el guión de "vivir con lo nuestro".
La trinchera de defensa ante la desmesura del mercado se encuentra en apuntar todas las baterías para aligerar el frente financiero: cuidar las reservas, obtener créditos externos para obras públicas e inversión privada, y colocación de deuda para cubrir vencimientos. Y también en cómo reducir la brecha cambiaria. Subir rápido escalones de la paridad cambiaria tiene como efecto la expectativa de una mayor devaluación futura, con resultados indeseados: más compra de dólares por especulación, adelanto de compras para importaciones y retención de liquidación de exportaciones.
El diagnóstico es más fácil que la gestión, y sobre qué hacer aparecen algunas vías que buscan eludir la opción de la gran recesión de la megadevaluación. Algunos economistas cercanos al Gobierno proponen disminuir sustancialmente la tasa de devaluación nominal como herramienta para reorientar las expectativas cambiarias junto con otras medidas. Afirman que acelerarla, en el contexto actual, sólo excita la inestabilidad financiera. Postulan la necesidad de que el Banco Central pueda recuperar el control del mercado cambiario. En parte, el funcionamiento de la plaza ha quedado en manos del sector privado, escenario no deseable si el objetivo es manejar la paridad y reducir la brecha. El Central tiene diferentes herramientas monetarias (tasa de interés), financieras (emisión de deuda vía letras), cambiarias (contrato de dólar futuro) y regulatorias (sobre entidades financieras y exportadores) para retomar el control del mercado. Para ello cuenta con la colaboración del Banco Nación y la Anses para intensificar el poder de fuego.
Alguna de esas y otras medidas en forma aislada tienen menos chance de ser efectivas. Todas juntas articuladas para intervenir con fuerza para influir sobre las expectativas cambiarias no garantizan el éxito, pero la disputa será más peleada. El frente financiero es complicado pero existen condiciones holgadas para encararlo: tasas de interés internacional reducidas, precios de las materias primas altos y endeudamiento público bajo.
Si el objetivo del equipo económico es tratar de reorientar las expectativas sobre el tipo de cambio y restringir la corrida, para seguir con una política expansiva, es esencial no quedar atrapados de la especulación de los privados. Más aun cuando los grupos empresarios juegan con el horizonte de los últimos dos años del gobierno de CFK. El dólar es una variable política, además de económica y financiera.
Mejorar la rentabilidad relativa de los pesos en manos de la población con capacidad de ahorro, desacelerar el ritmo de devaluación, cerrar frentes aún abiertos por el default y aliviar la cuestión financiera refinanciando vencimientos, dado el bajísimo nivel de deuda pública en dólares en manos privadas, como estrategia para frenar la fuga y achicar la brecha, tiene un costo más bajo que el de una recesión por una fuerte devaluación.