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La crónica de la confesión del portero Jorge Mangeri

Conocé cómo fueron los pormenores de la noche en la que Mangeri se autoincriminó el asesinato de Ángeles. Los detalles que conoce JusticiaCero y ni siquiera están volcados en el expediente.

La noche del 14 de junio de 2013, un hombre corpulento vestido con gorra y chaleco policial ingresó al edificio judicial de la calle Tucumán 966 como si fuera un efectivo más de la Federal. Pasó desapercibido ante las cámaras de TV que transmitían en cadena nacional lo que era el desenlace del crimen que conmocionaba al país.

Ese hombre no era policía, era Jorge Néstor Mangeri, el encargado del edificio de la calle Emilio Ravignani 2360 de Palermo, donde cuatro días antes habían asesinado brutalmente a la estudiante secundaria de 16 años Ángeles Rawson.

Acompañado de su esposa y de una pareja de verdaderos policías, Mangeri subió hasta el segundo piso, donde está la Fiscalía Nacional en lo Criminal de Instrucción N° 35.

Al abrirse el ascensor, en el angosto pasillo de la antesala de la fiscalía, el hombre se cruzó con el padrastro de la víctima, Sergio Opatowski, quien esa noche tenía todos los boletos para terminar preso, acusado de haber asesinado a su hijastra, "La Mumi", como le decían a Ángeles.

"Pato" le vio unas marcas en la cara, notó que estaba lloriqueando y le preguntó qué le había pasado. El portero le dijo que le habían pegado para ir a declarar. El padrastro le pidió disculpas por las molestias que le estaba ocasionando.

En la fiscalía lo esperaban la fiscal María Paula Asaro, el secretario Diego Pegolo y el resto del personal judicial que hacía cuatro días trabajaban sin dormir para esclarecer el  crimen de la chica que había sido arrojada a la basura.

El portero siempre es un testigo clave porque conoce la vida de cada persona que vive en un edificio. Por eso la fiscal Asaro y el personal de la División Homicidios de la PFA lo buscaban incesantemente. Pero él no se presentaba.

Los investigadores necesitaban saber si aquel lunes 10 de junio Mangeri había visto  -tal como lo demostraron las cámaras de video-, la llegada de Ángeles al edificio, si la chica había entrado a su departamento de la PB "A",  si estaba Opatowski en la casa o si había visto o escuchado algo raro.

Pero mientras en una de las oficinas con paredes de durlock de la fiscalía, la mucama Dominga Torres juraba y perjuraba que la nena nunca había llegado al departamento, en otra, Mangeri le dijo a la fiscal que odiaba a la Justicia y a la policía y denunció que había sido "apretado" y hasta "picaneado" por personal policial.

Cuando se levantó el pólar marrón para exhibirle a la fiscal y al prosecretario las supuesta lesiones que le había provocado la policía, los funcionarios judiciales se dieron cuenta de que estaba rasguñado y que Mangeri no iba a ser un testigo clave de la causa. Mangeri era el asesino.

Tras largas horas de declaración, el portero no pudo más y a las 5.30 de la madruga pidió hablar a solas con la fiscal. Asaro estaba redactando su pedido de indagatoria y detención, pero aceptó verlo y allí se produjo la confesión. El secretario, el Dr. Pegolo, tipeó textual: "Soy el responsable de lo de Ravignani 2360; fui yo. Mi señora no tuvo nada que ver en el hecho".

Mangeri quería seguir. Pero el código indica que las confesiones sólo son válidas ante un juez y en el marco de una indagatoria. Asaro y Pegolo le ordenaron que se calle, dieron por concluido el acto y le entregaron la causa y el detenido al Juzgado de Instrucción N° 17.

Ya en la mañana del sábado 15 de junio, del edificio de Tucumán 966 donde había entrado disfrazado de policía, Mangeri salió esposado y a cara descubierta para que todas las cámaras de TV y las lentes de los reporteros gráficos mostraran que el caso estaba esclarecido y registraran el rostro del hombre que acabó con la vida de la chica que había sido arrojada a la basura.