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La crisis que la parió

*Por Arnaldo Paganetti. Alfonsín y De Narváez, hacia una bifurcación inexorable.

Podrán no dejar conformes a algunos, pero los votos mandan. Legitiman. Y así parecieron entenderlo el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri –convalidado por más del 64% de los porteños el pasado 31 de julio– y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien en su avance hacia la reelección asestó en las internas del 14 de agosto un mandoble paralizante a sus adversarios al conseguir 50,21% de adhesiones y aventajar por 38 puntos a los segundos. Segundos que, como en el boxeo, parecen haber quedado afuera, avivando las expectativas de terceros y cuartos.

Salvo el cariz belicoso de la relación entre el gobierno y los principales grupos mediáticos, también se plegaron a la realidad incontrastable de los números –"la matemática es cruel", sintetizó el hoy neutro Macri– los empresarios más poderosos. El jueves, congregados por el festejo de la Unión Industrial, extendieron la derecha cuando Cristina los llamó a sumarse a la articulación de un proyecto colectivo con la finalidad de "confrontar" sólo con los problemas para tratar de solucionarlos.

Por primera vez, según lo hizo notar en su discurso, Cristina no tuvo ninguna discrepancia con José Ignacio De Mendiguren, quien a tono con el discurso oficial llamó a recalentar las inversiones en lugar de enfriar la economía y disimuló las críticas por los dibujos que se hacen en el tema inflacionario, al adherir implícitamente a las "tensiones de crecimiento" esgrimidas por el kirchnerismo en su defensa al modelo económico.

Días antes, patrones y obreros –con la batuta de Hugo Moyano, de la CGT– habían acordado, dejando de lado las posturas extremas, un sueldo mínimo de 2.300 pesos (25% de aumento). Luego, De Mendiguren le dio un tirón de orejas al titular de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati, y lo conminó a no bombardear los "puentes de acercamiento" y permitir, luego del categórico pronunciamiento de la sociedad, un retorno al diálogo.

De hecho, el productor lechero dio el presente en el Día de la Industria y escuchó, con un gesto que osciló entre la aprobación y la duda, la promesa presidencial de revisar posibles distorsiones en sectores, actividades o rubros. "Todos nos podemos equivocar o cometer errores", concedió Cristina, en consonancia con el humor mayoritario que reniega de los conflictos como moneda corriente.

En este contexto de apertura, quizá un tanto fingido porque a ninguno de los dos le conviene hacer olas hasta fin de año, algunos operadores de Cristina y Mauricio exploran la posibilidad de una reunión a la luz del día, antes del 23 de octubre, en pleno proceso electoral.

El antecedente fue el encuentro, que pretendió ser secreto, entre la diputada del PRO Gabriela Michetti y el senador Daniel Filmus para establecer un esquema de convivencia los próximos cuatro años, ante la eventualidad probable de que Cristina siga en la Rosada hasta el 2015.

"Hay que pulir varios asuntos que tienen que ver con la gestión, por ejemplo la respuesta habitacional para los pobladores del Iberoamericano", confió una fuente del PRO a este diario.

Sin embargo, no todas son coincidencias en las huestes macristas. Uno de sus hombres de mayor confianza le dijo a "Río Negro" que a la vista no hay nada trascendente. "Seguimos con nuestra agenda, elaborando algunos cambios legislativos y en el gabinete, pero no hay previsto ningún hecho de alta política".

Los diferentes sectores que conviven en el PRO –Federico Pinedo está detrás de conseguir "el pase" de Patricia Bullrich, de la Coalición Cívica– le dicen a Macri que ya no tiene sentido reunirse con ningún candidato presidencial. Ricardo Alfonsín está siendo cascoteado por sus propios correligionarios y Eduardo Duhalde no puede armar diques para contener la fuga de peronistas disconformes en la provincia de Buenos Aires.

Macri es de los que piensan que la suerte está echada y que no es posible detener a Cristina, nacionalmente, ni a Daniel Scioli en la provincia. Observa con estupor el divorcio de Alfonsín de Francisco De Narváez –un ex aliado suyo– y la ferocidad de la contienda para impedir que Hilda "Chiche" Duhalde consiga renovar su banca de senadora por la provincia de Buenos Aires.

"La fractura en el radicalismo alfonsinista y en el peronismo disidente es profunda y se viene un delivery de boletas", pronostican en el macrismo, aludiendo a tijeretazos como el que viene promoviendo el candidato a gobernador de Mendoza de la UCR, Roberto Iglesias.

"Macri no hará grandes regalos", afirmó el dirigente, que jura no saber de una exploración sigilosa con la Rosada.

No fue casualidad que un capítulo de su disertación ante los industriales lo dedicase Cristina al rubro alimentos, clave en el desarrollo de la humanidad en el siglo XXI. Tras apostar a la ciencia y la tecnología, abundó en las ventajas comparativas del país.

Apuntó que en los inicios del siglo XX "nos sobraban seis millones de argentinos... ahora queremos ser actor principalísimo del siglo XXI, con los 40 millones de argentinos adentro".

No faltó el memorioso que hizo notar que durante la pelea con el campo por las retenciones a la soja, en el 2008, Néstor Kirchner se encargaba de estirar la cuerda "hasta que el olfato indique". "Actué como presidente del PJ y dije cosas que ella no va a decir... esta crisis la está pariendo a Cristina como presidenta –argumentaba entonces Néstor– y va a ser positivo porque ha demostrado que tiene pasta y sustancia y todo lo que tiene que tener".
Arnaldo Paganetti

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar