La crema de la eterna juventud
Hace algunos años que, cada vez que me miro al espejo me digo: "Wargon, esto no da para más". Me consuela un poco el hecho de que jamás me miro con anteojos porque no hubieran pasado tantos años de esta penosa reflexión.
Solo diré que cada mañana repito como una letanía: tenés que ir a lo del Dr Ripetta (maravilloso cirujano a quien le confiaría mi futura e imposible juventud) pero como no me alcanza (creo), lo que quizás cobre de consulta, lo desdeño rápidamente hasta el próximo Quini 6.
Me doy entonces a soñar con cremas milagrosas. Miro atentamente las publicidades y todas lo son. Todas sirven para lo que necesito: te borran las patas de gallo que tenés, las que te van a salir y hasta las que no están en tu ADN . Por supuesto te dejan de una juventud insolente... ¡Esa quiero!
Pero siempre tropezaba con un dilema insoluble porque te ofrecen: las que te hidratan o te secan la piel según tu necesidad...¿Y yo cuál necesito? Tengo una piel que aguanta que le saquen el maquillaje con una toallita (si me acuerdo) pero virgen de todo tratamiento. Sólo sé que la nariz se me pone colorada cuando tomo mucho sol y me despellejo como un Walking Dead si me insolo (pero esos accidentes los dejo para el verano con los que amenizo mis vacaciones, mientras la familia me putea la unísono). Durante todo el año, no me doy cuenta y, si no sé ¿Cómo voy a gastar una fortuna en algo que dudo?
Hasta que apareció una crema parecía terminar con todas mis dudas, una que "quita arrugas, elimina manchas y pulveriza cicatrices "y ni te preguntan qué clase de piel tenés!
Viene en un caja brillante con tres productos, uno te "exfolia", el otro te "quema" y el tercero de "nutre". ¡Dios había escuchado mis plegarias!. Es cierto que tenía que dedicarle diez minutos por noche (justo a esa hora cuando, más que dormirme, pierdo toda coordinación y me babeo ) y levantarme un cachito más temprano para aplicarme la que "nutre". Pero ¡Joder quien dice cinco de la mañana dice también menos cuarto si se trata de un alegrón! ¿Y habrá placer más grande que volverse joven en sólo cuatro semanas? Algo así como Benjamin Button en su mejor momento.
Leí seis veces las instrucciones para no equivocar los pasos y luego con arrojo, cual si fuera a encontrarme con un amante perdido en los mares en mi más tierna juventud, me apliqué las cremas de marras.
La primera noche me sentí rara. Algo así como si hubiera metido la cara en un hormiguero de termitas. Me reté a mi misma : "Esto me pasa por confiar más en el jabón que en las seducciones del mercado, si fueras una mujer normal y no esta bestia polaca, no te picaría nada". Me dormí con dificultad, a la madrugada siguiente cuando me vi en el espejo, parecía que todas las termitas se habían alimentado de mi rostro. Con un rastro de escuálido optimismo me dije, ahora te toca la nutritiva y te sana todo.
Resumo: por suerte mi amante perdido en los mares jamás llegó. Me hubiera encontrada con la cara envuelta en hielo, como momia recién hecha. Cuando el efecto pasó, leí de nuevo las instrucciones y decían en letra diminuta que no era conveniente para pieles sensibles... ¡Cache en diez, el único lugar sensible lo vengo a tener en la cara!
Guardé la crema y esta Navidad se la regalaré a alguien que odie. Total, la usé un poquito y sale un dineral... La moraleja viene a ser la misma, para no ponerte vieja... la vida te ha de costar .Y ese mito de la eterna juventud cosmética, es sólo eso, un mito en el que invertir esperanzas y dinero. Si vendieran resignación en loción...