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La contaminación acústica como causante de graves consecuencias para la salud

No puede menos que causar una justificada alarma el informe sobre contaminación acústica -especialmente la provocada por el tránsito de vehículos-, difundido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que determinó que el ruido de automotores, trenes y aviones puede provocar desde insomnio hasta ataques al corazón, pasando por problemas de aprendizaje, y la enfermedad del tinnitus o acúfenos.

En tal sentido, desde la OMS se consideró que la contaminación acústica no es sólo una molestia medioambiental, sino también una seria amenaza para la salud pública. El informe sitúa al ruido del tránsito como el segundo factor medioambiental de enfermedades más importante, tan sólo por detrás de la polución atmosférica.

Tal como lo detalló la nota publicada en este diario, según el sondeo de la OMS una de cada tres personas interrogadas en Occidente aseguró haber sufrido durante el día problemas diversos de salud ligados al ruido, mientras que uno de cada cinco sufrió dificultades para conciliar el sueño a causa del tráfico, algo que eleva el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares e hipertensión.

Desde el organismo internacional se confió en que estas nuevas evidencias médicas sirvan como advertencia para los gobiernos y sus autoridades sanitarias, con el propósito de que impulsen y acentúen campañas de control del ruido y así proteger la salud de los habitantes.

En nuestra ciudad se cuenta con el cercano antecedentes de diversas mediciones de ruido realizadas con rigor técnico en esquinas céntricas, que determinaron que los niveles de contaminación acústica en el microcentro son muy elevados y que el nivel de ruido supera con holgura los límites establecidos por la OMS.

Se conocen, por consiguiente, desde hace tiempo, los altos niveles de contaminación acústica. De lo que no se tiene realmente constancia es sobre lo que se ha hecho para revertir esta situación.

Se sabe también que han sido trascendentes los logros alcanzados en numerosas ciudades del mundo -especialmente europeas- en donde se instalan decibelímetros que realizan eficaces y permanentes controles, destinados a medir el nivel de contaminación acústica para que, cuando los topes máximos se ven superados, se adopten de inmediato medidas en la vía pública, como detener el funcionamiento del tránsito por algunos minutos, hasta disminuir el ruido ambiente promedio.

Se ha dicho también aquí que lo que se hace en nuestra ciudad es, por cierto, insuficiente.

De allí que resulte necesario que se ejerzan controles periódicos, se hagan cumplir las normas y se sancione a quienes no las respetan. Al mismo tiempo, se debería definir un plan de acciones concretas para controlar la emisión de ruidos de manera sistemática y para exigir a los emisores una sensible disminución de los ruidos que producen. Las normas están, lo que sigue faltando es decisión suficiente para hacerlas cumplir.