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La conmovedora lucha para ser madres: las historias de María Fernanda Callejón y María Julia Oliván

Las famosas tuvieron que pasar por tratamiento y estuvieron muchos años deseando poder ser mamás. Enterate sus historias.

Las ganas y el deseo de ser madres las convirtieron en unas luchadoras. Fue mucho el tiempo en el que María Fernanda Callejón y María Julia Oliván batallaron para lograr el sueño de ser madres.

A la actriz le costó mucho quedar embarazada. Hace cuatro años había perdido un embarazo y desde entonces se sometió a diferentes tratamientos para poder conseguirlo. A los 48 años, Fernando se convirtió en la mamá de Giovanna, fruto del amor con su pareja Ricky Diotto.

Por otro lado, la periodista pasó por muchísimos tratamientos. Según relató en su sitio web, la odisea que vivió fue durísima: consultó a diferentes profesionales, cambió de cobertura médica para ponerse en manos de médicos que le generaban más esperanza y se puso en contacto con otras mujeres que, como ella, luchaban por convertirse en mamás.

A los 40 años, María Julia logró su sueño tan anhelado y quedó embarazada. Ahora, espera a su primer hijo junto a Ariel Straccia, su pareja desde hace dos años.

María Julia, escribió y contó en primer persona todo lo que vivió en esta búsqueda. Acá, una parte de la lucha que le cambiará la vida por completo:

Presa de la ansiedad generalizada encaré a mi médico y le dije: '¿Me podés decir la verdad? ¿Qué chances reales tengo de quedar embarazada con la FIV (Fertilización in Vitro)?' Siempre me contestaba lo mismo el doctor Gómez Passanante: para cada paciente una chance es el 100 por ciento de sus posibilidades.

-Dale, decime la verdad. Yo me la banco, ¿qué porcentaje de probabilidades tengo de quedar embarazada?

-¿Querés que te diga la verdad en serio? Un 10 por ciento. No paré de llorar desde ese momento hasta el día que me fui a punzar los óvulos. Partida en el 90 por ciento de las probabilidades de que no suceda, hice los deberes: dos inyecciones en la panza por día. Y, a veces, tres. ¿Que si duelen? Siiii. Pero ya lo sabía porque era la tercera vez que me inyectaba. La primera vez no lo podía creer. Así que me recorrí todas las farmacias de Belgrano y Palermo a ver si alguien me podía aplicar las inyecciones.

Miren, hace cuatro años me pasó algo muy loco: como soy "famosa" tuve médicos que me ofrecieron congelar óvulos por Facebook cuando no estaba en pareja, a los 36. Otro reconocido médico me cruzó un día en la calle y desde la vereda de enfrente me gritó : "Maaríaaa Juliaaaa se te está acabando el tieempo... Vení a verme así congelamos óvulos". Ni les cuento la calentura que me agarré, pero como me conocen se podrán dar una idea. Ahí decidí que si no era madre me la bancaba, pero que no me iba a dejar apurar por nadie. Un hijo es un milagro, no un ataque de pánico antes de la menopausia. Pero todo esto quedó en anécdota cuando me enamoré de Ariel.

Él me convenció de buscar un hijo y de hacerlo a mi manera. Y las cosas las hice distintas. Primero me pasé de OSDE al Hospital Alemán y fui derivada por mi médico al doctor Gómez Passanante, el director del Servicio de Fertilización Asistida del Hospital de Clínicas. Y, con más calma que premura, encaramos este proceso que abarcó dos tratamientos FIV. Unas 50 inyecciones en la panza y dos intentos. El último fue el ganador. ¿El cuerpo? Hinchado, cansado, pero luchándola.

Recuerdo el sábado a la mañana cuando me tocó hacer la primera punción (es cuando te extraen los óvulos del ovario): ahí caímos con mi amor y nuestro bolso con sábanas y toallas porque en el hospital público te tenés que llevar todo. Subimos los cinco pisos por escalera porque el ascensor estaba secuestrado por el ascensorista no sé dónde.

Cuando llegamos la enfermera me mandó a hacer la cama porque parece que como en el Clínicas está todo sindicalizado la enfermera no hace la cama si no está la mucama y la mucama se pide muchas licencias y así sucesivamente. Compartí habitación con Sole, una chica de La Pampa que estaba hacía un mes en una pensión de Buenos Aires junto a su marido para tratar de tener un bebé. Sole me contó que estaba terminando la escuela secundaria en un colegio de adultos a 40 km de su casa. Su marido era un genio. Un vasco albañil laburador y alegre con el tostado del sol estampado en los mofletes. Todos los días la llevaba a Sole las 6 AM a la escuela y se iba a trabajar hasta que anochecía.

Puta madre, cuánta gente buena y linda que hay en nuestro país y no sale en la tele, ¿no?

La del otro lado me sacaba fotos porque me conoció de la tele y terminamos todas pasándonos el teléfono. Pero esa ronda no fue ganadora. Ni nosotras tres ni las de otras habitaciones quedamos embarazadas. Mal día.

La segunda vez Ariel me grabó para que nos quede el recuerdo. Pero ya les dije que el optimismo no es lo mío y cuando llegué al quirófano y el médico me comunicó que de 5 embriones sólo habían sobrevivido 2 me puse a llorar como una nena. Di vuelta la cara y me trasplantaron los dos. No era para tanto porque dos está bien, pero yo me dije otra vez va a salir mal. Esperamos, yo toda hinchada de hormonas, un poco más loca que de costumbre y ansiosa a más no poder. Ariel envuelto en esperanza. Les juro que su fe ciega me daba bronca. Y bueno, la subunidad Beta dio 667, dije 'capaz salió mal, hagámosla de nuevo'. La segunda dio 1770. Y a la semana siguiente fui de nuevo y me dio 17000.

¡Tenía razón Ariel! Y esa parte de la Biblia que dice que "al que cree todo le es posible".