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La confusión entre lo público y lo privado

El empleo de la quinta de Olivos para proselitismo político es un ejemplo más del Estado al servicio de intereses partidarios.

Entre las muchas deformaciones que corroen la vida cívica argentina, hay una que atraviesa épocas y sectores sociales: la confusión entre lo público y lo privado. Durante las campañas electorales, períodos en los que la lucha por el poder se exacerba, el límite que debería existir entre esos dos órdenes se vuelve todavía más difuso.

La Presidenta ofrece a diario demostraciones de esta desviación. No sólo pone a disposición de su campaña electoral la infraestructura que sostienen con sus impuestos todos los contribuyentes, comenzando por la residencia de Olivos, que fue convertida en escenario del proselitismo oficial .

Utiliza también en beneficio de su promoción la publicidad que el Estado debería emitir como un neutral servicio público, mientras al resto de los candidatos se les prohíbe contratar avisos en el sistema audiovisual.