La ciudad, con peatonal "nueva"
Las historias tienden a ser recordadas por sus finales. Una vida entera de relación conyugal conmovedora, por ejemplo, podría quedar totalmente anulada y convertida en aborrecible recuerdo, si se rompiese aunque fuese por un motivo de calado mínimo.
E inversamente, una larga relación tortuosa y caracterizada por la frustración podría ser ocasión de una dulce recordación si ya, al final, se registrase uno de esos reencuentros capaces de borrar todas las huellas del pasado, por doloroso que hubiese sido.
Cabría preguntar si esto mismo puede aplicarse a la política, ámbito en que las aproximaciones y los distanciamientos son como sus diástoles y sístoles y donde tal realidad, si la respuesta fuese positiva, podría ser explotada con impredecible provecho por una fuerza política empeñada en recobrar en el menor plazo posible el poder recientemente perdido.
Tienta pensar que el frente gobernante, ya próximo a dejar el sillón de Avellaneda y Tula y los otros sillones menores de la conducción de la provincia, sabe de lo que se está hablando y se ha dado a la tarea de actuar, para modificarla, sobre su imagen de responsable de Catamarca por dos décadas que la oposición y, presuntamente, el propio electorado han juzgado con rigor implacable.
El operativo, si existiese, implicaría algo así como un trasplante en el imaginario popular, de manera que la desaprobación se transformara en reconocimiento, ciertamente tardío pero no por ello negado de derivaciones beneficiosas para quienes las buscan.
El miércoles se reabrieron las puertas del complejo cultural "Urbano Girardi", que habían permanecido cerradas durante los largos meses que llevaron los trabajos de refacción y rediseño del principal centro cultural de la Ciudad, después del cine teatro Catamarca: lo que encontraron los catamarqueños de la Capital que presenciaron las galas de lo que fue una auténtica reinauguración fue un "Girardi" diferente, pensado para la nueva San Fernando del Valle que, sin duda, está naciendo aunque muchos todavía no lo hayan advertido.
El viernes ocurrió otro tanto, esta vez con la peatonal Rivadavia, cuyo embellecimiento de la Ciudad se apreciará crecientemente con el correr del tiempo, que distancia de los prejuicios y ayuda a mirar con ojos limpios. La principal arteria de San Fernando del Valle ha dejado atrás su pasado de sólo obligado recorrido de compras, para ser ahora un polo de atracción en sí misma, un lugar donde sentir que no se está condenado a resignarse a carecer de un paseo luminoso y bello como el que muestran a propios y extraños las capitales más modernas del país.
Es probable que la serie de estas revelaciones siga sorprendiendo, y ya se ha oído decir que debe hablarse de sorpresa en dos sentidos: porque la significación de estas obras es muy alta, y porque se había empezado a creer que la retirada del gobierno frentista no podría ser sino ingloriosa, absolutamente infecunda y deseablemente acelerada.
Si estas obras fuesen las últimas de un gobierno de dos décadas, que, como nadie ignora, carga el peso de incontables cuestionamientos, habrá que ver si se confirma en este caso aquello de que las historias tienden a ser recordadas por sus finales. La fuerza todavía gobernante probablemente lo crea.
Con la inauguración de la "nueva" peatonal Rivadavia, la coalición todavía gobernante parece querer demostrar que no bajará los brazos hasta el último día.