La cacería
*Por Miguel Ángel Rouco. Sin perder la cordialidad que ameritan los encuentros diplomáticos del más alto nivel, el presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, dejó en claro que el mamarracho criollo que la Argentina produjo en 2001, tendrá serias consecuencias para el país.
En un lugar poco habitual para una cumbre presidencial, en los jardines del Palacio del Elíseo, la mandataria argentina deslizó la sugerencia de una solución "a la Argentina", para la crisis que atraviesa Grecia.
Ante semejante desatino diplomático, para un cónclave del más alto nivel político -entrometerse en temas ajenos a la agenda bilateral-, el presidente galo fue lacónico: "La situación de Grecia y de la zona euro es diferente y la solución del problema reside en la solidaridad necesaria de todos los países de la zona euro con Grecia".
Sarkozy no se quedó atrás y remató su desagrado con firmeza: "No habrá quiebra en Grecia. Los planes de ayuda adoptados por Europa deben rápidamente ser aprobados y Grecia debe respetar sus compromisos".
La reunión de menos de una hora sólo sirvió para presentar saludos diplomáticos. Una vez más el gobierno argentino dejó pasar una posibilidad estupenda, para poder empezar a hilvanar una solución al problema de la deuda que mantiene el país con el Club de París y que impide normalizar las relaciones financieras internacionales.
Una vez más el desprecio por la diplomacia pudo más. El tema no es menor. La falta de solución a la deuda con el Club de París impide que la Argentina sea receptor de inversiones extranjeras y aísla al país del circuito crediticio internacional, en momentos de un costo financiero excepcionalmente barato.
La brutal salida del 2001, la estatización de empresas, la confiscación de los ahorros previsionales, los holdout, el Club de París y la no adopción del Artículo IV con el Fondo Monetario Internacional hacen que la Argentina sufra más la crisis que aquellos países que están en el ojo del huracán financiero.
Por caso, España tiene un diferencial de tasa -riesgo país-, infinitamente más bajo que el de la Argentina, al tiempo que la Bolsa porteña fue más castigada durante 2011 que su similar madrileña.
Más allá de los desatinos por el mundo, los inversores comienzan a ver con preocupación el deterioro de algunas variables.
El congelamiento tarifario, el manojo de subsidios, la caída en los términos de intercambio, la fragilidad patrimonial del Banco Central y la inflación descontrolada conforman un panorama preocupante para la comunidad de negocios.
Pero a pesar de este cuadro, los empresarios centran su atención en la pérdida de competitividad que enfrenta la economía argentina frente a un escenario internacional que se presenta muy difícil en el mediano plazo.
Es muy probable que tanto los EE.UU. y Europa crezcan a tasas muy moderadas, apenas para cubrir su crecimiento vegetativo. Si bien es probable que Asia continúe con expansión, lo haga también a tasas menores.
La perspectiva es que ganarán los países que hayan aumentado y mejorado su competitividad, una asignatura pendiente en la Argentina.
Esto está siendo observado por empresarios e inversores financieros que están apostando por una devaluación del peso como forma de recuperar la competitividad.
Sin embargo, esto no es gratuito. Si bien en apariencia se recupera competitividad por la disminución en dólares de los costos de producción, también se pierde consumo interno haciendo más lenta la recuperación.
En términos más llanos, se recupera competitividad pero el salario y las jubilaciones reciben un "mazazo". Y si a esto se le añade la decisión de "produndizar el modelo", esto es, cerrar aun más la economía, la inflación producirá miles y miles de nuevas víctimas. Como cazar en un zoológico.
De nuevo, nada es gratis. Con un perfil fiscal deteriorado y una explosión de pesos en el mercado, no es el mejor momento para una corrección cambiaria. Si la gente comienza a descontar una devaluación monetaria, las tasas de interés de corto plazo van a aumentar y, si el Banco Central lo impide y se acentúan los controles de cambio, la brecha entre el mercado oficial y el mercado paralelo se va a ampliar.
Del mismo modo, y aún con la legitimidad de una reelección, si el gobierno apuesta a una devaluación más importante en 2012, la inflación puede ser explosiva.
Mientras no haya un ambiente amigable con las inversiones, mientras no se solucionen los conflictos con el mundo financiero que permitan ampliar la oferta, la economía argentina caminará por una frágil cornisa, un desfiladero entre la devaluación y el proteccionismo y un abismo inflacionario.