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La burla escolar

*Por Enrique Valiente Noailles. ¿De dónde proviene la necesidad de denigrar a otro? ¿Qué motiva este impulso profundo? Porque parecería que el mero placer sádico de hacer sufrir a otra persona no es suficiente para explicarlo, sin que en esa práctica se esconda la necesidad de silenciar un sufrimiento propio. La explicación potencial es que necesita denigrar a otro sólo quien siente un menosprecio por sí mismo.

La historia de Samantha Shaw, una niña de siete años alumna de un colegio primario en Dakota del Sur, a la que le operaron las orejas para que dejara de ser blanco de burlas, conmueve a la sociedad norteamericana.

La información indica, además, que el número de adolescentes y niños que se exponen a la cirugía plástica ha subido en la última década en un 30 por ciento, con más y más jóvenes recurriendo a ella para evitar la burla.

Esta noticia se complementa, localmente, con un informe elaborado por Unicef y Flacso, que señala que seis de cada diez alumnos de colegios secundarios privados fueron testigos de actos de discriminación y humillaciones verbales entre compañeros.

Los resultados de la investigación, que consultó a más de 1.600 estudiantes argentinos de gestión pública y privada, concluyó que el padecimiento de actitudes crueles entre alumnos, como burlas, maltrato, hostigamiento, discriminación y humillaciones resulta frecuente, en particular, en el nivel económico social alto.

En primer lugar, ¿de dónde proviene la necesidad de denigrar a otro? ¿Qué motiva este impulso profundo? Porque parecería que el mero placer sádico de hacer sufrir a otra persona no es suficiente para explicarlo, sin que en esa práctica se esconda la necesidad de silenciar un sufrimiento propio.

La explicación potencial es que necesita denigrar a otro sólo quien siente un menosprecio por sí mismo.

Sabemos, desde Alfred Adler, que un complejo de inferioridad es un conjunto de sentimientos de menosprecio de sí que, como compensación, generan una fuerte agresividad y una expresión de superioridad. (En forma mucho más sutil lo ha expresado, indirectamente, Stanislaw Lec: "Él se amaba mucho, pero de un amor no correspondido").

Sólo quien se siente disminuido en una imaginaria escala del valer tiene la necesidad de crear un estrato inferior frente al cual sentirse por encima.

En definitiva, es cruel con otro quien previamente es cruel consigo mismo; se burla de otro quien desea trasladar a un tercero la burla que, como un fantasma implacable, lo persigue secretamente.

Ahora bien, más allá de su intento de comprensión, estas formas tempranas de crueldad, sucedan dentro o fuera del colegio, exigen toda la atención de docentes y padres para ser desactivadas. Y si es esencial, en este tipo de situaciones, la rápida intervención de autoridades y padres, también lo es de quienes no se ven afectados en forma directa. Porque estas actitudes no deben tratarse como fatalidades individuales, sino como un problema colectivo que no debe ser observado con indiferencia.

El hecho de que alguien haga sufrir a otro convierte la cuestión en un problema que concierne a todos.

En este sentido, puede ser eficaz la toma de conciencia y el debate de la temática por parte de los compañeros de los chicos, para que el rechazo de estas conductas se dé también entre los propios pares.

Cosa que además significa un aprendizaje clave, antes de ingresar al mundo adulto, de que la injusticia no compete sólo a los que la protagonizan, sino siempre a la comunidad entera.