La Argentina y la primera potencia
*Por Marcelo Zlotogwiazda. El FMI calcula que en 2016 el PBI de China va a superar al de EE.UU. y representará el 18 por ciento del PBI mundial. Hoy ya significa el 14 por ciento del total.
Hay miles de ejemplos para ilustrar cuán exuberante es el crecimiento de China. Uno muy impactante lo escribió días atrás Zhu Shanshan en el portal chino Global Times: "En 2016 China va a producir en una quincena lo que produjo en todo el año 1980, cuando comenzaron las reformas económicas".
La comparación refería a que acababa de conocerse que el Fondo Monetario Internacional proyecta que en 2016 China va a desplazar a los Estados Unidos como primera potencia económica mundial, lo que sin duda alguna constituye un hito histórico.
Vale aclarar que esa proyección no tomó en cuenta el Producto Bruto Interno de los respectivos países medido en dólares a precios de mercado, sino medido en lo que se conoce como PPP (paridad de poder adquisitivo). Muy resumidamente, lo que se busca con el PPP es eliminar la distorsión que generan los tipos de cambio de mercado, y que hacen que, por ejemplo, el valor en dólares de una heladera fabricada en Estados Unidos sea mucho mayor que el de esa misma heladera fabricada en China. Con el método del PPP la heladera vale igual en ambos países.
Siguiendo ese criterio, el FMI calcula que en 2016 el PBI de China va a superar al de EE.UU. y representará el 18 por ciento del PBI mundial. Hoy ya significa el 14 por ciento del total, que es el doble de lo que representaba en el año 2000, y siete veces el 2 por ciento de la porción que tenía en 1980.
Si, en cambio, la comparación se realiza en dólares corrientes, en 2016 el PBI de EE.UU. va a seguir siendo mayor (en un 70 por ciento) al chino. De todas maneras la brecha se habrá achicado mucho, ya que hoy lo supera en un 130 por ciento.
En cualquier caso, la perspectiva es que el gigante asiático va a seguir incrementando su peso específico en la economía mundial, lo que delinea un horizonte que la Argentina podría aprovechar mucho más que hasta ahora, y de esa manera elevar su participación de apenas el 0,9 por ciento del PBI mundial medido según PPP.
En cuanto al intercambio comercial bilateral, si bien es cierto que en los seis últimos años más que se triplicó, la balanza está desequilibrada en contra de la Argentina. Los datos que el Indec difundió la semana pasada muestran que mientras en el primer trimestre del año las exportaciones argentinas se redujeron un 11 por ciento respecto de igual período de 2010, las importaciones desde China aumentaron un 47,3 por ciento. Esa combinación hizo saltar el déficit a más de 1.500 millones de dólares en el trimestre, lo que casi equipara el saldo negativo que tuvo el país en todo el año pasado.
La asimetría cuantitativa es abrumadora. Mientras que en el período enero-marzo China fue el destino de apenas el 2,5 por ciento de todo lo exportado, cerca del 14 por ciento de las importaciones tuvieron esa procedencia. Ya es el tercer proveedor detrás de Brasil y Estados Unidos, y está cerca de igualar las importaciones desde toda la Unión Europea. Se va en camino a lo que sucede en el caso brasileño: China es el principal destino de sus exportaciones y está a punto de convertirse en su principal proveedor.
La asimetría entre China y la Argentina es aún mayor en términos cualitativos. La canasta de exportaciones está compuesta básicamente por productos de bajo valor agregado, mientras que desde China llegan bienes con mucha más elaboración. De los 6.180 millones de dólares que se vendieron el año pasado, un 70 por ciento fueron productos primarios, 17 por ciento manufacturas de origen agropecuario (básicamente aceites, harinas, pellets) y 11 por ciento combustibles. En contraste, los 7.678 millones de importación se componen de bienes de capital (un tercio), piezas y accesorios para máquinas (20 por ciento), bienes intermedios (25 por ciento) y bienes de consumo (21 por ciento).
En cuanto al despliegue inversor por el mundo, el desembarco de varias empresas estatales chinas en la Argentina tiene el claro objetivo de buscar fuentes de aprovisionamiento de materias primas para su propio desarrollo. Como parte del muestrario puede mencionarse la adquisición de la mitad de Pan American Energy (la segunda productora de petróleo y gas); la compra de la filial local de la estadounidense Occidental (tercera en el ranking petrolero y séptima en gas); el contrato para instalar una planta de fertilizante a partir de gas que firmó con el gobierno de Tierra del Fuego; el acuerdo de cooperación con Río Negro para obras de riego, producción de soja y mejoras portuarias, y los numerosos proyectos para explotación de minerales.
Todo indica que la locomotora china va a seguir avanzando a ritmo vertiginoso. El FMI y el banco Morgan Stanley pronostican un crecimiento mayor al 9 por ciento para este año, y el primero vaticina 9,5 por ciento para el 2012. Por su parte, el analista Yu Yongzhen afirma que "para los próximos cinco años se espera que la demanda permanezca fuerte impulsada por la inversión y un crecimiento gradual del consumo", y una desaceleración para la segunda mitad del decenio que, aun así, bajaría la tasa de expansión a un entorno del 6 al 8 por ciento.
No cabe duda de que la Argentina se ha visto beneficiada, como la mayoría de los países del mundo, por el apabullante crecimiento chino. Entre otras cosas, ese fenómeno es una de las causas determinantes de que los precios de las materias primas que exporta el país estén en promedio a bastante más del doble que ocho años atrás y un 90 por ciento por arriba que en 1995.
Pero ni la forma en que se está conformando el intercambio bilateral ni el carácter extractivo de la mayoría de las inversiones son las alternativas convenientes para construir la más ventajosa relación posible con una emergente primera potencia mundial.