La Argentina mediocre o la resignación a lo normal
* Por Tomás Bulat. Mi hijo fue a la Feria del Libro el otro día y se compro El hombre mediocre, de José Ingenieros. Ese libro, escrito en 1913, me pareció el más oportuno para poder describir este momento de la Argentina, en la cual la mediocridad está haciendo fuerte presencia en la Argentina.
Últimamente en todo ranking internacional que se publica, sobre cualquier tema social (educación, salud, seguridad o libertad de prensa) estamos de la mitad para abajo. Si los datos son económicos, (pobreza, indigencia, inversiones extranjeras, reservas o inflación) también desde la mitad para abajo.
No está ni bien ni mal que un país tenga malos indicadores en varios frentes, el problema es qué actitud se toma ante esto. En esto hay al menos dos problemas que yo encuentro.
El primero es descalificar las calificaciones. Las razones esgrimidas es, que no son completas, que no reflejan realmente la realidad, que son sesgadas y variantes por el estilo.
El segundo, es cuando se toma muchas veces como referencia para evaluar la situación presente, el peor momento. Siempre se sale mejor parado cuando lo comparamos con tiempos muy malos. Si bien puede ser tranquilizador, no es un aliciente para estar mejor.
Así cuando muchas veces se compara todo a la peor crisis del año 2002, todo está mejor, pero eso es como tener un hijo que lograba notas de 6 o 7 durante varios años, hasta que de pronto un año repitió. Si a partir de ahí nos conformamos con que apruebe con 4, y decimos, al menos no repite, nos estamos resignando a una nueva situación normal.
Lo que estamos haciendo es justificando nuestra propia mediocridad, porque un día estuvimos peor, nos conformamos con los que tenemos.
Acostumbrarse a todo
Mi padre vivió hasta las 15 años en Croacia donde nació y sufrió desde los 12 la segunda guerra mundial. Se acostumbró a que cuando sonaba la sirena corrían todos al refugio porque anunciaba un bombardeo. Y cuando sonaba nuevamente, salían al exterior y la vida continuaba en su normalidad. El ser humano se adapta a circunstancias adversas, el problema es cuando las asume como irreversibles. Cuando nos resignamos a esas normalidades.
Como es posible que un corte de calle de cualquiera por cualquier tema sea normal, que no lo podamos superar. Que se tomen fábricas o colegios y que sea normal y peor, que es parte de la formación ciudadana. Que nos acostumbremos a que haya que hacer 2 horas de colas para cargar nafta, que no haya plata en los cajeros, que en invierno falte gas o en verano falte electricidad.
Tampoco acostumbrarse a que hay subsidios para todo, que se paga poco por la luz, que se paga poco por el transporte, que se puede derrochar el agua, etcétera. Una sociedad que no termina de valorar lo que tiene, muchas veces no lo preserva.
Vivir con lo nuestro o vivir de lo nuestro
Esta frase, título de un libro de Aldo Ferrer, clásico economista que hoy vive en París como embajador de la Argentina, se ha convertido, no solo en consigna sino en guía.
No es vivir de lo nuestro, es vivir con lo nuestro. La pregunta es cuántos de ustedes viven con lo de ustedes. Cuántos de nuestros lectores tienen sus propios pollos, huevos, hacen su mayonesa, producen leche, etcétera. No, eso lo compran a otros, con los ingresos que tienen. Es decir que en las sociedades modernas se vive de lo nuestro, no con lo nuestro.
Los únicos que viven con lo de uno, son las sociedades primitivas, donde cada familia debe producir lo que consume.
Muchos dirán que un país no es lo mismo que una familia. Y es cierto, no es lo mismo, pero las consecuencias son las mismas. Cuando vivimos con lo nuestro, aceptamos lo que producimos y nuestro consumo tiende a ser cada vez más mediocre.
Así es que las notebooks que se compran ahora tienen un procesador que ya no se usa en el mundo, televisores con una tecnología que está vetusta, ropa con telas comunes y que duran poco, y así sucesivamente. Como necesitamos vivir con lo nuestro, nos resignamos a productos de mediocre calidad.
Con la excusa de generar empleo, Argentina se cierra al mundo. Tan mala es nuestra visión de nosotros mismos que tenemos que protegernos de Brasil, de Uruguay, o de cualquier otro país. ¿No somos capaces de ser mejores? ¿Nos debemos conformar con lo que somos?
Tenemos que resignarnos a la comodidad de nuestra realidad y a la simpleza de nuestros éxitos. No les parece a todos que ya es tiempo de ver si inventamos algo mas allá de la birome, el colectivo o el dulce de leche, que tienen más de 50 años. Hace rato que no inventamos nada nuevo.
Argentina es un país que tiene, como cualquier otro, muchas potencialidades. Pero debe existir el incentivo y el premio a ser mejores y a tener la ilusión de que siempre podemos y debemos ser mejores.
Resignarnos a nuestra normalidad, es un triunfo de la mediocridad. Que no nos gane.
No está ni bien ni mal que un país tenga malos indicadores en varios frentes, el problema es qué actitud se toma ante esto. En esto hay al menos dos problemas que yo encuentro.
El primero es descalificar las calificaciones. Las razones esgrimidas es, que no son completas, que no reflejan realmente la realidad, que son sesgadas y variantes por el estilo.
El segundo, es cuando se toma muchas veces como referencia para evaluar la situación presente, el peor momento. Siempre se sale mejor parado cuando lo comparamos con tiempos muy malos. Si bien puede ser tranquilizador, no es un aliciente para estar mejor.
Así cuando muchas veces se compara todo a la peor crisis del año 2002, todo está mejor, pero eso es como tener un hijo que lograba notas de 6 o 7 durante varios años, hasta que de pronto un año repitió. Si a partir de ahí nos conformamos con que apruebe con 4, y decimos, al menos no repite, nos estamos resignando a una nueva situación normal.
Lo que estamos haciendo es justificando nuestra propia mediocridad, porque un día estuvimos peor, nos conformamos con los que tenemos.
Acostumbrarse a todo
Mi padre vivió hasta las 15 años en Croacia donde nació y sufrió desde los 12 la segunda guerra mundial. Se acostumbró a que cuando sonaba la sirena corrían todos al refugio porque anunciaba un bombardeo. Y cuando sonaba nuevamente, salían al exterior y la vida continuaba en su normalidad. El ser humano se adapta a circunstancias adversas, el problema es cuando las asume como irreversibles. Cuando nos resignamos a esas normalidades.
Como es posible que un corte de calle de cualquiera por cualquier tema sea normal, que no lo podamos superar. Que se tomen fábricas o colegios y que sea normal y peor, que es parte de la formación ciudadana. Que nos acostumbremos a que haya que hacer 2 horas de colas para cargar nafta, que no haya plata en los cajeros, que en invierno falte gas o en verano falte electricidad.
Tampoco acostumbrarse a que hay subsidios para todo, que se paga poco por la luz, que se paga poco por el transporte, que se puede derrochar el agua, etcétera. Una sociedad que no termina de valorar lo que tiene, muchas veces no lo preserva.
Vivir con lo nuestro o vivir de lo nuestro
Esta frase, título de un libro de Aldo Ferrer, clásico economista que hoy vive en París como embajador de la Argentina, se ha convertido, no solo en consigna sino en guía.
No es vivir de lo nuestro, es vivir con lo nuestro. La pregunta es cuántos de ustedes viven con lo de ustedes. Cuántos de nuestros lectores tienen sus propios pollos, huevos, hacen su mayonesa, producen leche, etcétera. No, eso lo compran a otros, con los ingresos que tienen. Es decir que en las sociedades modernas se vive de lo nuestro, no con lo nuestro.
Los únicos que viven con lo de uno, son las sociedades primitivas, donde cada familia debe producir lo que consume.
Muchos dirán que un país no es lo mismo que una familia. Y es cierto, no es lo mismo, pero las consecuencias son las mismas. Cuando vivimos con lo nuestro, aceptamos lo que producimos y nuestro consumo tiende a ser cada vez más mediocre.
Así es que las notebooks que se compran ahora tienen un procesador que ya no se usa en el mundo, televisores con una tecnología que está vetusta, ropa con telas comunes y que duran poco, y así sucesivamente. Como necesitamos vivir con lo nuestro, nos resignamos a productos de mediocre calidad.
Con la excusa de generar empleo, Argentina se cierra al mundo. Tan mala es nuestra visión de nosotros mismos que tenemos que protegernos de Brasil, de Uruguay, o de cualquier otro país. ¿No somos capaces de ser mejores? ¿Nos debemos conformar con lo que somos?
Tenemos que resignarnos a la comodidad de nuestra realidad y a la simpleza de nuestros éxitos. No les parece a todos que ya es tiempo de ver si inventamos algo mas allá de la birome, el colectivo o el dulce de leche, que tienen más de 50 años. Hace rato que no inventamos nada nuevo.
Argentina es un país que tiene, como cualquier otro, muchas potencialidades. Pero debe existir el incentivo y el premio a ser mejores y a tener la ilusión de que siempre podemos y debemos ser mejores.
Resignarnos a nuestra normalidad, es un triunfo de la mediocridad. Que no nos gane.