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La ansiada vuelta de Román tuvo el final menos pensado

Las dos "puñaladas" del final aguaron la fiesta del reencuentro. Igual, el 10 dio muestras de su clase. Boca volvió a pagar con derrota, en su propia cancha.

Ese final impensado, brutal, esas dos puñaladas en el epílogo del partido le cambiaron la imagen a la noche de la reaparición. Boca volvió a pagar con derrota, en su propia cancha, la búsqueda desesperada y sin respaldo defensivo. Pero era distinta la historia hasta el gol de Gentiletti, muy distinta.

Con un comienzo de fiesta fenomenal. Esa fiesta de las gargantas encendidas, de los fuegos artificiales. Como siempre Román fue el último en entrar, con uno en brazo y rodeado de chicos. Y con la emoción dibujada en su rostro concentrado. Fue hasta el centro de la cancha después de abrazar a la mayoría de sus adversarios. Y saludó con sus brazos en alto a los cuatro costados de la cancha desde donde partían las ovaciones del recibimiento. Y, luego, el encuentro con la pelota, su vieja amiga.

Y cumplió con su rol de conductor, al cabo.

De menor a mayor . Por eso, ante de terminar exhausto después del agotamiento que se dio sobre la mitad del segundo tiempo, Riquelme demostró por qué Boca lo extrañó tanto durante los 181 días que demoró en volver: aún sin estar en su plenitud física, le bastó para ser el jugador más importante de su equipo.

En el arranque del partido corrió mucho más de lo que acostumbra, para toca y desmarcarse. Por derecha y por izquierda. Y lo sintió, clarro. De a ratos se lo veía caminar como para cambiar el aire. Pero sin quejas. Con el correr de los minutos empezó a padecer la realidad de este Boca carente de fútbol: sin un circuito aceitado, se le hizo muy difícil armar juego. Mientras trataba de encontrarle la vuelta, las veces que entró en contacto con la pelota la jugó casi siempre bien.

Y el pico de rendimiento se dio sobre el final del primer tiempo en tres intervenciones con su sello de jugador distinto. Una pelota servida para Palermo con un pase de tres dedos, hacia la derecha, que Martín terminó con un remate desviado. Luego hizo una incursión personal hasta el fondo de la cancha, por la izquierda. Nadie se la animaba y escaló hacia el arco por la línea final. Cuando tiró para atrás el arquero Navarro se anticipó y capturó la pelota. Pero cuando hizo un rodeo perfecto alrededor Basualdo y sacó el pase milimétrico para la subida de Clemente Rodríquez (la tiró afuera) atronó una vez más el "Riquelme...Riquelme " de la multitud entusiasmada.

Típico en él, dirigió y ordenó a sus compañeros todo lo que pudo. Habló mucho con Matías Giménez y con Gary Medel, y le dio indicaciones al pibe Ruiz. Todo funcionaba según la ilusión demorada. Y habrá empezado a pagar el precio de la larga ausencia en el complemento. Pero lo disimuló. Con esa pelota perfecta para Viatri que Lucas desperdició.

O con ese córner casi olímpico que pegó en el palo.

Y hasta Matías Giménez se potenció con su cercanía. Y fue él quien recibió otra habilitación. Pero volvió a fallar la puntería.

Había cumplido Román en su retorno. Con creces. Si a él se lo califica con los pases netos de gol, es innegable que cumplió su tarea.

Pero mientras se perfilaba la evaluación del retorno, y las emociones, llegaron los goles de Argentinos.

Y la tristeza tapó todo.