Kirchnerismo sin Kirchner
*Por Demetrio Iramain: La prolongación renovada de ese vasto movimiento popular, aún en formación, llamado kirchnerismo, indica una paradoja madre. ¿Cómo es que ha vuelto a surgir desde las alcantarillas adonde los medios hegemónicos lo habían confinado?
Cierta izquierda de derecha critica que el kirchnerismo se dé a la tarea de continuar, resignificado, tras la muerte de su líder. Antes, Menem les simplificaba las cosas a los selectos miembros del histriónico Club del Progre, mas ahora las contradicciones han arribado a alto punto de hervor, que incluyen sonoros sopapos parlamentarios. Tanto, que a ellos, eternos habitués de rojas tertulias, también los incumben.
La prolongación renovada de ese vasto movimiento popular, aún en formación, llamado kirchnerismo, indica una paradoja madre. ¿Cómo es que ha vuelto a surgir desde las alcantarillas adonde los medios hegemónicos lo habían confinado? Si no lo mataron las elecciones del 28 de junio de 2009; si no cayó muerto tras el voto no positivo de Cobos; si sobrevivió a los fallos adversos de la Corte, ¿quién habría de ser el iluso de creerlo terminado tras la repentina explosión del corazón de Néstor Kirchner?
Quienes componen el proyecto kirch-nerista ya sabían cuántos eran, con cuántas fuerzas sociales y etarias vigorosas contaban; no dependían de una situación tan traumática como la muerte de su líder para expresarlo, pero lo cierto es que la muerte ocurrió, y tras ella se sucedieron contundentes muestras populares de acompañamiento a la experiencia en marcha. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo decodificar el mensaje?
La derecha de izquierda se excita de sólo pensar que el kirchnerismo no ha terminado con la desaparición física de su mentor. La indigna que la historia y la lucha de clases en la Argentina se reserven para sí esa mueca tan poco pasible de ser prevista por los manuales de marxismo que han sido mal estudiados por aquí: que sea la CGT, ortodoxa formación sindical del peronismo, quien cite la letra de "Milonga del fusilado", esa emblemática rima de los revolucionarios de la década del setenta, que tantos cultores de aquella sintomatología guevarista parecen haber olvidado repentinamente.
Ciertamente es un escándalo, desde esa perspectiva, que el kirchnerismo se dé a la tarea de construir un mito popular con su líder recién muerto, precisamente porque esa es la incapacidad que más inhibe al capitalismo que comandan los patrones mediáticos que les dan letra y soporte. Ese sistema, cuyo rostro más acabado de estos días son los ojos saltones y la voz carcomida por el cáncer de garganta de Magnetto, echa feo olor por la boca. Está en decadencia. No tiene posibilidad alguna de "esculpir" algo –sino maravilloso cuanto menos soportable–, sobre "la arcilla mugrienta que éramos", como tan bien ilustró Sandra Russo. Se ha quedado sin ética. No tiene principios, ni proyecto de país. Adolece de plan superador para la sociedad de su tiempo. Ya no controla esfínteres siquiera. Visita a sus queridas con la bragueta baja. No tiene héroes, como sí ha encontrado el pueblo en Néstor Kirchner, demostrando, en su envés, que el verdadero héroe es el pueblo movilizado.
Este país lleno de Sur, arrasado por la muerte, con escenas en las democracias liberales tan insólitas, más propias de Macondo que de Estocolmo (¿qué es, sino, la extravagante sanción parlamentaria del 82% móvil por los mismos representantes políticos que remataron vilmente las riquezas nacionales y junto con ellas las vidas de quienes las produjeron durante generaciones sucesivas de argentinos?), no tiene otro modo de mantenerse vivo y palpitante. Se nace en las fauces mismas de la "asesinación", como decía el poeta Julio Huasi. Ejemplo: las Madres de Plaza de Mayo.
Ellas, a fuerza de desmentir la muerte de sus hijos, y de no aceptar bajo ningún concepto el pago de resarcimientos monetarios a cambio de sus vidas, trajeron hasta las nuevas generaciones el ejemplo ético y político de la generación de los desaparecidos, ex compañeros de tantos que ahora afilan el cuchillo destituyente con la izquierda. ¿Hubiera sido posible un movimiento como el de las Madres en otro país que no formara parte del Tercer Mundo?
¿Podría surgir un Néstor Kirchner de entre las grietas de la institucionalidad holandesa, por caso, o en los descuidos de la flema británica? Un amigo futbolero, que tiene sabiduría para las cosas profundas, me dijo: "De Suiza podrán salir los mejores réferis, un cronómetro que no se pase nunca, pero si querés un buen número 10 andá a buscarlo a Sudamérica." Sólo la bohemia del Sur, sus malapenas, pueden producir la conmovedora épica de, una vez muerto Néstor Kirchner, salir llorando a la calle a sostener a su esposa y empujarla hacia la superación dialéctica de su proyecto político.
Una respuesta posible a las intranquilidades de la diestra escritas con la otra mano, puede leerse en la columna que en Página/12 escribió el último domingo el exquisito poeta Daniel Freidemberg. Bajo el título "Lo abierto: una poética", Freidemberg afirma que lo surgió tras las demostraciones populares de congoja por la muerte de Néstor Kirchner, es "un enigma bullente, palpitante, ruidoso, una emergencia imposible de encuadrar". Con el ojo de buen escritor entrenado por las emociones que cruzan la subjetividad de los hombres, el poeta compara el 17 de octubre del ’45 y los hechos de diciembre de 2001 con lo ocurrido en los días siguientes al infausto 27 de octubre, y dice: "No era previsible ni entraba en los cálculos de nadie la realidad que fundaron, en Plaza de Mayo, en las calles o en el Salón de los Patriotas, las multitudes arrojadas, a la manera de Néstor Kirchner, a proponer con la puesta del cuerpo un destino."
En otras palabras: una poética. Un destino. Un auténtico hecho poético, producido espontáneamente por cientos de miles de personas que, "como siempre ha ocurrido –dice Freidemberg– con los grandes movimientos populares, se irá diciendo a sí mismo, para abrir entonces otros, inconcebibles, rumbos de avance".
"La poesía debe ser hecha por todos", insistía Lautreámont.
El salvadoreño Roque Dalton, que además de poeta fue un militante revolucionario alzado en armas, creía posible llegar a la revolución por la poesía. Para él, quienes llegan a la militancia revolucionaria conmovidos por el hecho poético son buenos poetas y aun mejores militantes, distinto de quienes recorren el camino inverso y creen llegar a la –digamos– "poesía", por los vericuetos de su militancia. En ese caso, decía Dalton, no resultan óptimos para lo primero, y todavía menos para lo segundo.
¿Cuántos buenos militantes habrán surgido de esa arena poética que fueron el dolor multiplicado, la seña de los ojos llorosos, el cántico y el silencio en partes iguales bajo la lluvia incesante del día del cortejo fúnebre, el parto colectivo de nacer en las calles de todo el país una herramienta concreta –la del pueblo consciente y movilizado– para profundizar aun más la experiencia kirchnerista?
El poeta surrealista Paul Eluard, francés él, miembro del Partido Comunista de su país, dejó escrito que sólo hay poesía verdadera, creíble, cuando, como el 27 de octubre y aledaños, la circunstancia exterior coincide con la circunstancia interior. ¿Cuántos bellos poemas estarán escribiéndose por estas horas en qué circunstancia exterior e interior coinciden, cabeza y corazón se amalgaman, texto y contexto se entremezclan? En cualquier caso, sea la forma mito o poema, el fondo es uno solo, y tiene pueblo detrás que lo sostiene. ¿Será esa íntima certeza que ha irrumpido inusitadamente en el escenario político, la que a tantos y tantas desvela y no les deja dormir el sueño en paz?