Kicillof y su frase sobre la droga: lo que esconden las palabras
Por Facundo Suárez Lastra. Lo primero que considero necesario señalar acerca de esta desafortunada declaración es que denota una falta de comprensión y profundo desconocimiento de la temática.
La inquietante frase del candidato a gobernador de todos los peronismos por la Provincia de Buenos Aires, sosteniendo que la venta de drogas es una salida para los pobres que se quedan sin trabajo, nos invita a una reflexión alejada de estigmatizaciones y oportunismos.
A lo largo de una campaña, se ponen sobre la mesa los temas que forman parte de la agenda del país y los candidatos exponen sus diferentes miradas, que a veces se traducen en propuestas y otras en simples pistas que nos permiten inferir sus verdaderas intenciones.
Lo primero que considero necesario señalar acerca de esta desafortunada declaración es que denota una falta de comprensión y profundo desconocimiento de la temática y, a la vez, una desvalorización de su verdadera importancia.
En el reportaje en que se deslizó la desdichada frase, el candidato sostuvo además que “el problema no es cómo perseguir al pequeño consumidor”. En efecto, no es esto lo que se está haciendo hoy en la provincia de Buenos Aires. La Justicia y la opinión pública en general van entendiendo que no debe penalizarse el consumo personal.
Cuando se va contra un búnker narco, se lo desarma o, en algunos casos, directamente se lo destruye, no se está yendo contra los consumidores rehenes de una adicción, sino sobre los delincuentes que se enriquecen matando de a poco a los jóvenes de menores recursos.
Es notable que, frente a una problemática tan compleja, la fuente en la que basa Kicillof sus afirmaciones sean los dichos de un cura, y no una investigación más a fondo o inclusive un diálogo mayor para conocer las políticas que está desarrollando el gobierno de la provincia. Una provincia que no conoce, donde no nació, ni vive, y pretende gobernar.
Asimismo, algunos de sus compañeros partidarios podrían oficiar de buena fuente de información. Por supuesto que en este caso le recomiendo no recurrir a los negacionistas, que minimizaban permanentemente el crecimiento del drama de la droga mientras tenían a su cargo las áreas de seguridad de Nación y provincia durante la era kirchnerista.
Es importante poner de relevancia que la tarea que lleva adelante el gobierno se concentra en combatir a quienes trafican con la droga en todos sus niveles. En este plano, ha habido importantes avances con la concreción de procedimientos exitosos en los que se ha incautado gran cantidad de estupefacientes y se ha logrado detener a los responsables.
El cómo abordar un fenómeno que hace estragos en los sectores mas desprotegidos de la sociedad debería ser una de los temas a considerar más seriamente a la hora de decidir el voto.
Kicillof tiene todos los elementos para comprender y encarar bien el tema, su formación marxista y su keynesianismo en economía lo dotan de muy valiosos recursos para poder teorizar sobre el tema y proponer políticas prácticas que sean eficaces para encararlo. Sin embargo, esas bases se deterioran cuando se mezclan con la tradición demagógica y populista que abraza, al sostener que es el peronismo, del que antes se sentía alejado, el espacio político desde donde elige llevar adelante sus propuestas.
Para apoyar mis reflexiones, cito de memoria de una frase de Tony Blair, también de formación marxista. El primer ministro británico, al referirse a la delincuencia, dijo algo así: “La expansión del delito es un fenómeno social, que como tal debe encararse con toda la amplitud y multiplicidad de políticas públicas. Mientras lo hacemos, frente a cada delincuente, todo el rigor de la ley”.
En el caso de la provincia de Buenos Aires en particular, existen otros elementos de fundamental importancia en la lucha contra narcotráfico, el lavado de dinero y la persistente connivencia entre algunos miembros de la policía y distintos niveles del poder político.
Esto fue claramente percibido por el gobierno de María Eugenia Vidal, que mantiene una permanente relación de apoyo y reconocimiento para con los miles de policías honestos, y por otro lado, lleva adelante una rigurosa persecución administrativa y penal contra los corruptos. De lo mucho por destacar de la gestión de Vidal, esta política de persecución a las mafias y de promoción de un verdadero cambio cultural en este sentido, a mi juicio, figura en primer lugar en el podio y debiera ser razón suficiente para que pueda lograr su reelección.
Un 10% de los miembros de la Policía Bonaerense resultaron desafectados luego de las tareas llevadas a cabo por la Auditoría General de Asuntos Internos, dependiente de la Secretaría de Seguridad. Desde el 10 de diciembre de 2015, se iniciaron sumarios a 20.813 efectivos, de los cuales 9.236 fueron aparatados, 1.717 suspendidos y 625 terminaron detenidos por diferentes causas de corrupción, crimen organizado, narcotráfico y otras. Asimismo, Se iniciaron más de 1.000 sumarios por enriquecimiento ilícito, aunque en este rubro hubo más de 2.000 uniformados y jefes policiales investigados, ya que se analizó el entorno y la posibilidad de que tengan testaferros dentro de la fuerza.
No hay posibilidad alguna de hacerle frente a la inseguridad si no tenemos confianza en quienes deben protegernos. Tenemos la certeza de cómo Vidal va a seguir trabajando sobre el tema. Por el otro lado, Axel Kicillof, y sobre todo sus apoyos de la provincia de Buenos Aires, nos dejan todavía una gran incógnita.
Algunas versiones mencionan a Leon Arslanián como integrante de un futuro gabinete, un hombre de bien que tuvo enormes dificultades para ejercer sus funciones por las diferencias con quienes son hoy el apoyo principal de Kicillof.
Sin embargo, el candidato a diputado por la provincia, Sergio Massa, representa todo lo contrario en materia de seguridad, al punto de contar entre sus asesores principales a Rudolph Giuliani, el alcalde de la tolerancia cero y la mano dura, conceptos que parecen estar en las antípodas de la mirada del candidato a gobernador.
Esta divergencia de enfoques con respecto a una temática tan sensible es por demás inquietante. La problemática del delito en general y el narcotráfico en particular nos demanda encontrar puntos en común, para poder encarar soluciones eficaces.
En este sentido, a quienes formamos parte del espacio político que está realizando un profundo cambio en esta materia, nos unen ciertos acuerdos básicos: la certeza de que la represión penal es necesaria pero insuficiente, y la imperiosa necesidad de seguir fortaleciendo políticas de generación de empleo, y de inclusión a la juventud en situación de riesgo a través de espacios de formación que permitan su reinserción en el mundo del trabajo.
Necesitamos seguir promoviendo un Estado activo y presente en los barrios, a través de centros juveniles de entrenamiento deportivo, informática, alfabetización y educación para la salud. Se debe continuar construyendo ámbitos de contención y asistencia que permitan liberar a los más desprotegidos de la tutela de las organizaciones sociales, que los utilizan y manipulan para ejercer sus prácticas extorsivas.
Las desafortunadas declaraciones de Kicillof, como las de otros referentes de su espacio que nos sorprenden día a día, exponen con claridad meridiana lo que se pone en juego el próximo 27 de octubre. Dos modelos de país, dos formas de pensar nuestro futuro. Nuestra opción es clara: queremos una Argentina en paz, sin rencores ni venganzas, una República donde se estimula a las fuerzas productivas al trabajo, defendiendo los valores que hacen a una sociedad democrática y libre.
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