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Kicillof, ¿pararrayos de Capitanich?

Los que bramaban con la "soberanía hidrocarburífera" y se entusiasmaban con la expropiación, ahora defienden que hay que indemnizar a la petrolera española

Por Ricardo Kirschbaum


Nota extraída del diario Clarín

Los que bramaban con la "soberanía hidrocarburífera" y se entusiasmaban con la expropiación sin pago de la porción que tenía Repsol en YPF, ahora defienden sin fisuras que hay que indemnizar a la petrolera española. No es nuevo este giro en el Gobierno ni tampoco, como viene la mano, será el último. Esa montaña rusa en que se ha convertido el kirchnerismo permite, a su vez, hablar de antiimperialismo y defender el acuerdo secreto con Chevron sin que esas contradicciones les quite el sueño.

La fiesta de YPF terminará costando ocho mil millones de dólares al Estado, de acuerdo a estimaciones del propio oficialismo.

"Es imposible no pagar", ahora nos aclara el ministro Kicillof, artífice de la operación, como si antes no hubiera sido él uno de los fogoneros de una expropiación sin pago del 51% de las acciones.

Lo que ha cambiado es la situación económica y la necesidad desesperada del Gobierno de remover obstáculos para que pudiera llegar inversión en Vaca Muerta.

El preacuerdo aprobado por las dos partes, entonces, ha sido una decisión razonable para poder abrir otras puertas del crédito internacional.

Los reparos de Repsol sobre el significado exacto de los "activos líquidos" que recibiría en compensación han despertado, a su vez, críticas en el Ministerio de Economía.

Fuentes argentinas, que conocen perfectamente la negociación, dejaron trascender ayer que esas críticas de Kicillof demuestran que el ministro "no conoce mucho de grandes negocios privados".

Marcelo Bonelli, en su columna de hoy, sostiene que Jorge Capitanich, el jefe de Gabinete actual, ha asumido como propios los planteos que EE.UU. le hizo a Cristina por diversos conductos. Uno de ellos era arreglar con Repsol una indemnización por la expropiación.

No hay duda de que, en general, este preacuerdo ha tenido una repercusión favorable, pero también hay opiniones críticas, sobre todo de los sectores más radicalizados del "cristianismo" que hacen malabarismos para explicar el giro copernicano de la administración. Desde el Gobierno piensan que el escrutinio público sobre la negociación cederá con el tiempo: siempre hay un tema urgente que tratar en el país. Y una cosa tapa a la otra.

Sea como fuere, Kicillof fue el elegido para enfrentar los temas por los que se pagarán costos políticos inevitables.

El papel de reparto que le cupo a Julio De Vido ayer en la conferencia de prensa que compartió con su colega de Economía sobre la explotación de gas fue otro ejemplo de la centralidad que tiene hoy Kicillof.

Nadie le envidia el papel que debe cumplir. Las urgencias de la economía obligan a medidas antipáticas. Los políticos oficialistas buscan que alguien, con ansias de protagonismo, haga de pararrayos. Y parece que lo han encontrado.