Keynes no avalaba la inflación
*Por Víctor Beker. Hay quienes dicen hoy que al gran economista no le preocupaba el aumento de precios. Nada más alejado de la verdad. En sus textos hay siempre reflexiones y alarmas sobre cómo este proceso mina salarios y genera descontento social.
"Ambos procesos, tanto la inflación como la deflación, han infligido graves daños. Cualquiera de ellos altera la distribución de la riqueza entre las clases, aunque a este respecto la inflación es la peor", John M. Keynes.
En días recientes, se ha pretendido invocar el pensamiento de John Maynard Keynes (1883-1946) para sostener que la inflación no debe ser una cuestión preocupante. Efectivamente, existe una idea difundida acerca de que Keynes fue un economista poco preocupado por la inflación , que favorecía la adopción de medidas expansivas para aumentar el empleo sin importarle las consecuencias que ello podría tener sobre el nivel de precios. Lo curioso es que esta creencia proveniente de los críticos de la obra de Keynes fue luego adoptada por algunos de sus autodenominados seguidores – tanto en el exterior como en nuestro país.
Lo cierto es que no hay nada más alejado de la verdad.
Su apreciación sobre la inflación queda claramente expresada en uno de sus primeros escritos, dedicado a analizar el proceso inflacionario desatado al final de la Primera Guerra Mundial. Allí expresaba: "A través de un proceso continuado de inflación los gobiernos pueden confiscar -secreta y disimuladamente- una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos", agregando que este proceso llevaba al empobrecimiento de la mayoría aunque enriqueciendo a algunos ( Las consecuencias económicas de la paz , 1919).
Señalaba luego que una de las consecuencias de la inflación es generar descontento social , el cual es explotado por los gobiernos para dirigirlo contra los hombres de negocios; ello es aprovechado para imponer controles de precios que terminan siempre reduciendo la oferta de bienes y agravando así las presiones inflacionarias. En estas circunstancias, remarcaba, "el proceso de acumulación de riqueza degenera en un juego de azar y una lotería".
Cuatro años más tarde recalcaba que la inflación debía ser combatida porque la misma desalienta la acumulación de capital, base para el crecimiento a largo plazo.
La inflación suma al riesgo empresario – agregaba- el riesgo adicional "que surge de la inestabilidad del valor de la moneda". Reconocía que la inflación podía estimular temporariamente la actividad económica al incrementar los beneficios de las empresas gracias al retraso de los salarios respecto de los precios, pero advertía que dichos efectos eran de corta duración, además de implicar una sobreexplotación del trabajo . Concluía que "la inflación es injusta y la deflación es no recomendable ... ambos son males que deben ser rechazados". ( Un tratado sobre la reforma monetaria , 1923).
Al escribir su obra principal en 1936, la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero , Keynes se hallaba preocupado principalmente por explicar las causas del persistente desempleo y los remedios para combatirlo. Sin embargo, el tema de la inflación aparece mencionado como, por ejemplo, cuando señala que "los precios ascienden gradualmente a medida que la ocupación crece" y que su incremento será siempre mayor al que registren los salarios . Esta caída en el salario real acompaña el proceso de recuperación del empleo, según él.
Un año más tarde, en 1937, Keynes intervino en el debate en materia de políticas para enfrentar el desempleo en Gran Bretaña con cuatro artículos que publicó en The Times . En aquel entonces, la desocupación alcanzaba el 12,5 %; no obstante ello, Keynes escribía que ya se había alcanzado el punto en que no había mucha ventaja en aplicar nuevos estímulos y que sólo reformas estructurales permitirían bajar la subsistente desocupación. Nuevos incrementos en la demanda agregada, señalaba, "se agotarían en incrementos de precios y no en aumentos del empleo". Ulteriores bajas en la desocupación, remarcaba, requieren superar los estrangulamientos de oferta que hacen que los incrementos en la demanda agregada sólo se reflejen en aumentos de precios.
Está claro, pues, que si bien Keynes dedicó su obra principal a analizar cómo combatir la desocupación, siempre tuvo presente la necesidad de hacerlo manteniendo bajo control al otro gran demonio: la inflación . Lejos estuvo de ser alguien despreocupado por la inflación o – menos aún- alguien partidario de inflar la economía a toda costa como lo han descrito sus adversarios y algunos de sus supuestos seguidores; siempre se manifestó preocupado por los efectos negativos de la inflación tanto sobre la acumulación de capital como sobre la distribución del ingreso.
Por ello siempre se manifestó partidario de la estabilidad de precios . Muy lejos estaba de ver en la inflación una suerte de ¨lubricante¨ para facilitar el crecimiento económico como algunos han llegado a afirmar. Por tanto, la asociación de Keynes con políticas inflacionarias no sólo es injusta sino que fundamentalmente falta a la verdad.
Puede sostenerse que la inflación no debe preocupar. Pero pretender respaldarse para ello en Keynes es como pretender medirla con las estadísticas del INDEC. Keynes fue un economista heterodoxo; heterodoxo pero serio.