Kadhafi y aquellos sueños de juventud
*Por Osvaldo Pepe. Cuando Muammar Kadafi tomó el poder en 1969, el mundo, su geopolítica, su guerra de intereses y, sobre todo, sus sistemas de valores e ideas eran otros. Kadafi representaba entonces, y en buena medida, los sueños de las generaciones jóvenes que asomaban al mundo del debate político a los empellones, con el entusiasmo y la cuota de inmadura prepotencia de quienes se sentían dueños de la historia.
Eran juventudes enamoradas de su progresismo militante (que entonces sólo se llamaba "pasión revolucionaria" ), eran tributarias de las utopías del Mayo Francés, la Revolución cubana, los sueños inconclusos del Che, la resistencia en la guerra de Vietnam y el rechazo visceral al "imperialismo yanqui".
Es tan cierto y justo señalar hoy los equívocos o errores históricos de aquella marea humana, un volcán social en ebullición, como decir que era noble, solidaria y justa su aspiración a un mundo mejor .
Kadafi era por entonces un coronel revolucionario, como antes Gamal Abdel Nasser en Egipto: militares emergentes en el llamado Tercer Mundo como estandartes de los procesos nacionales de descolonización , celosos tutores de las reservas petroleras mayores de la humanidad, apetecidas por los países dominantes. La Guerra Fría tenía congelado al mundo desde fines de 1945 y los países eran apenas el botín geopolítico de esa pulseada de gigantes. Vasallaje político del lado soviético, aliento a las presuntas ideas de igualdad en detrimento del espacio de libertad de la condición humana. Del lado de los EE. UU., un apoyo solapado o abierto, obsceno siempre, a las dictaduras más sangrientas de Occidente , en particular en Latinoamérica, sufridas sobre todo en Argentina y Chile.
Hoy Kadafi, luego de 42 años en el poder, deja caer su máscara y queda al desnudo un dictador excéntrico y feroz , aunque algunos prefieran usar el eufemismo de "hombre fuerte" . El apetito de las grandes potencias por el petróleo libio, que es real, poderoso y palpable , y que en su nombre las llevó a mimarlo una y otra vez , no debería ser usado como silencio cómplice, cuando no de apoyo encubierto, en nombre de aquellos sueños de juventud.