Justificado reclamo por la circulación de autos en cercanías de un hospital
Las serias dificultades que deben sortear los automovilistas para transitar por el túnel de Gonnet que, a la altura de la calle 19 pasa por debajo del camino Belgrano, en una situación que se presenta desde hace un largo tiempo y que obedece a la gran cantidad de autos que estaciona en el lugar generaron diversas protestas de vecinos del lugar y trabajadores del Hospital San Roque, preocupados por la posibilidad de que se produzcan accidentes.
Como bien se sabe, las dos manos que corren por debajo del puente sufren un estrechamiento en ese lugar y, además, el tramo coincide con una curva, de modo que los riesgos se incrementan. Desde luego que el área más peligrosa es la que abarca desde el túnel hasta el hospital San Roque, ya que allí los automóviles estacionan sobre ambas manos.
Tal y como ocurre en otras áreas críticas del casco urbano y de la periferia, existen señalizaciones indicativas de la prohibición de estacionar en ese sitio, pero esa restricción es desoída por los automovilistas que igualmente dejan sus autos allí. Los trabajadores del Hospital explicaron que el problema estructural es la falta de lugares de estacionamiento en otros sitios cercanos al nosocomio.
Como se detalló en la nota publicada, funcionarios de Control Urbano aseguraron que a raíz de las denuncias recibidas se tomará intervención en la zona, apostándose inspectores para que impidan los estacionamientos causantes del problema.
Está claro que sobre las áreas cercanas a los hospitales confluyen cotidianamente no sólo numerosos vehículos, sino también un gran flujo de personas que lo hace a pie -y de éstas, no pocas de edad avanzada o que tienen dificultades para desplazarse y acuden a los nosocomios para recibir alguna clase de atención médica-, de modo que resulta imperativa allí la vigencia de un tránsito ordenado.
Similar problema se plantea varias veces por día en todos los colegios, en una situación que resulta especialmente sensible pues suele haber muchos niños de corta edad que cruzan las calles y que, de no existir un disciplinado movimiento de vehículos, afrontan múltiples peligros.
Si bien varios de los problemas aquí mencionados resultan de muy compleja solución -en especial en el caso de la entrada y salida de las escuelas- debieran explorarse fórmulas que puedan resultar superadoras o que, al menos, sirvan para atenuar derivaciones que suelen ser molestas, como los embotellamientos o estacionamientos en doble fila, cuando no más gravosas.
En el caso de los hospitales -y al margen de las situaciones especiales de emergencia que pueden plantearse y que debieran ser atendidas- resulta también imprescindible que el tránsito vehicular se concrete en forma lenta, prudente y poco ruidosa, tal como ocurría décadas atrás. Pero, en todos los casos, es a la mayor educación de todos los usuarios de la vía pública -sean conductores de automotores o peatones- a la que debería apelarse siempre desde los organismos del Estado con incumbencia en el tema.