Jubilados de Belén tuvieron su bautismo de fuego
No ha de haber faltado alguien que exclamara "éramos pocos..." -la socorrida expresión para referirse a los que se suman sin haber sido esperados- al tomar conocimiento de que en Belén los jubilados protagonizaron un piquete que interrumpió el tránsito por la ruta de acceso a esa cabecera departamental.
En verdad, los piquetes ya hace mucho dejaron de ser manifestación de protesta de uso exclusivo de los trabajadores en actividad. Hoy por hoy, cualquier descontento, y sin necesidad de que muchos lo acompañen, puede impedir el paso en la vía pública como si ese presunto derecho figurase en el listado de la Constitución.
Pero otros menos frívolos observarían que, al menos en esta provincia, un piquete de jubilados es una novedad que tal vez la historia de la protesta local conservará como dato digno de tenerse en cuenta. Una vez ocurrido, se convendrá que resultará curioso que no lo hayan hecho antes, pues si un sector ha sufrido injusticias y postergaciones es éste de los pasivos, quienes, en verdad, tendrían motivos para pasarse la vida entre vehículos detenidos y conductores enfurecidos, que, es, por lo general, la experiencia piquetera.
Lo menos que podría afirmarse es que estos jubilados sean víctimas de la impaciencia típica de su edad. Han demostrado tolerancia como para generar cien Job, ese personaje bíblico que se considera la encarnación misma de la paciencia y si ahora han asumido la lucha que ve que se libra por todas partes, es porque se ha cometido la torpeza de un agravio que ya no pueden soportar: se les han liquidado mal sus haberes. Se les ha pagado menos de lo debido, menos de la suma normal, que de normal no tiene más que el hecho de que es todo lo que pueden esperar, porque es injusta e insuficiente.
Los abuelos piqueteros demostraron ayer no sólo que están vivos y despiertos, sino, además, que si están activos para sostener la familia y para servir en diversos frentes de la comunidad, también lo están ahora para defender su salario y exigir que se los respete en las oficinas donde se lo calcula y define, por tratarse de la fuente de subsistencia, del teórico premio reservado para quienes merecen un jubileo sin sobresaltos.
La actitud de los manifestantes resultó exitosa, pues el diálogo con el presidente de la AGAP, el organismo previsional de la provincia, Carlos Ortiz, quien concurrió a la ciudad del Oeste, sentó las bases para la solución de las inquietudes, vinculadas, como ya se ha señalado, con la liquidación de los haberes, pero también con otras realidades que afectan al sector pasivo.
El contador Ortiz prometió que en Belén se creará una delegación de la AGAP, donde serán atendidos los jubilados del departamento por cualquier situación que pudiera presentarse. De este modo Belén contará con el mismo servicio de otros departamentos donde también funcionarán estas delegaciones.
La paz volvió a los pasivos que estaban en pie de guerra, porque les pareció que la providencia adoptada por el Gobierno puede significar la superación de todas las dificultades previsionales, no sólo la de la liquidación de las retribuciones.
Los jubilados de la Cuna del Poncho han tenido su bautismo de fuego, como se dice en la jerga militar para aludir a la primera batalla. Y lo sentirán así y lo celebrarán también con comprensible gozo.
Los jubilados de Belén protestaron con un piquete contra la mala liquidación de sus remuneraciones.