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Jóvenes en riesgo de sufrir discapacidades auditivas por la contaminación sonora

La habitual exposición por parte de los jóvenes al excesivo volumen de las nuevas tecnologías reproductoras de sonidos, viene generando graves discapacidades auditivas que pueden llegar a producir hipocacusia y hasta sordera, según volvieron a advertir los especialistas.

En esta oportunidad, la alerta de los médicos se originó a partir de los daños que pueden causar en los oídos -sobre todo de los chicos y adolescentes, que son los principales usuarios- los auriculares profundos, que son adminículos más delgados y que, por consiguiente, resultan ser mas penetrantes que los audífonos chatos.

Estudios realizados en hospitales platenses permitieron estimar que uno de cada cinco individuos que escuchan música por más de 3 horas diarias a 95 decibeles sufrirá hipoacusia al cabo de 20 años. Especialistas del ministerio de Salud provincial aludieron a la necesidad de no exponerse a altos decibeles, ya que a mediano y largo plazo existe un elevado riesgo de hipoacusia por ruido.

Según se detalló en una nota publicada en este diario, el primer estudio recomendado para detectar algún nivel de perjuicio en el oído es la audiometría tonal, un estudio al que se puede acceder en forma gratuita en los servicios de otorrinolaringología de varios hospitales públicos de nuestra ciudad.

Por su parte, una médica platense indicó que los llamados mp3, de uso frecuente sobre todo entre los adolescentes, tienen una descarga de decibeles que llega a los 130, mientras que la Organización Mundial de la Salud recomienda no superar los 60, que son los que alcanza una conversación con un nivel de ruido ambiente normal.

Los especialistas también pusieron de relieve que, al uso diario de mp3 y celulares, en el caso de los adolescentes se suma la concurrencia a boliches, fiestas o recitales, donde los decibeles que alcanza la música más los ruidos callejeros en las grandes ciudades y aquellos que son producto del habla y los gritos superan ampliamente los límites recomendados por la OMS.

En lo que insistieron siempre los fonoaudiólogos es que los altos decibeles no sólo ponen en peligro el nivel normal de audición sino que traen también otras consecuencias, como trastornos en el sueño, aceleración del stress y de la neurosis, irritabilidad y cambios en el carácter.

Otro de los aspectos en que hacen hincapié es que el acostumbramiento del sistema auditivo a decibeles altos es adictivo. Esto es, el hábito de escuchar música fuerte hace que cada vez se necesiten, para alcanzar a oír, volúmenes más altos. Eso ocurre con los adolescentes y de ahí que las cifras de hipoacusias adquiridas crecen en el mundo en la franja etaria de los más jóvenes.

Lo importante es, en definitiva, que se empiece a tomar una mayor conciencia sobre los riesgos de la contaminación sonora y, sobre todo, que se transmitan mensajes preventivos a los más jóvenes.