Jóvenes en estado de riesgo
Según un estudio, en Mendoza hay veinte mil jóvenes entre 16 y 25 años que no estudian ni trabajan. Se trata de un problema que afecta también al resto del país y a América Latina en general. Hacen falta políticas de inclusión para evitar que la falta de expectativas pueda llevarlos por caminos equivocados.
La cifra inquieta no sólo por la situación actual sino por lo que pueda suceder en el futuro. En el Gran Mendoza hay cerca de 20 mil jóvenes de entre 16 y 25 años que no trabajan ni estudian, según un estudio realizado por el Observatorio Laboral de la Universidad Nacional de Cuyo. La preocupación se extiende cuando se indica que de los 130 mil jóvenes que viven en el mayor conglomerado provincial, más de 30 mil cuentan con trabajos precarios y más de 10 mil están desocupados.
La situación no sólo afecta a Mendoza, sino al resto del país y se profundiza en el resto de América Latina. Un estudio del Observatorio Social Legislativo de la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires determina que de sus 15,6 millones de habitantes, 2,6 millones (el 17,2%) tienen entre 15 y 24 años, 834 mil (31,1%) padecían pobreza, 175 mil (17,1%) desocupación y 364 mil (13,6%) no trabajan ni estudian.
Ese último porcentaje, dice la consultora Equis, es inferior al del total del país, donde alcanza al 14,9%, lo que significa que en la Argentina hay 974 mil jóvenes que no trabajan y tampoco estudian.
Otro de los aspectos que determina la preocupación en el tema se centra en el hecho de que dentro de esa dimensión se encuentran incluidos los jóvenes que si bien cuentan con las capacidades y el deseo de estudiar y trabajar, se encuentran imposibilitados de acceder a ese derecho por condicionamientos estructurales. En ese marco se ubica la pobreza, que impacta en este grupo con valores que superan el 30%.
En América Latina hay diferencias en los porcentajes de desempleo juvenil, aunque en todos los casos la tasa es superior a la de los adultos. Es muy bajo en el caso de América Central, con porcentajes del 4% en Guatemala y del 5% en Honduras, pero aumenta superlativamente en Suramérica, con 24% en la Argentina, 21% en Colombia y 21% en Uruguay, de acuerdo con la estimación de la Organización Internacional del Trabajo. En América Latina viven 104,2 millones de jóvenes en edad de trabajar y de ellos, cerca de 50 millones buscan activamente un empleo. De los jóvenes que no estudian ni trabajan, el 67%, la mayoría son mujeres.
Los expertos en el tema consideran que la capacitación favorece la producción, asegurando en ese aspecto que una fuerza laboral más capacitada resultaría esencial en razón de que incrementa la productividad del conjunto de la economía y el producto nacional, lo que otorga una razón económica para que la educación sea un eje fundamental de la política pública.
Mirando la situación por el revés de la trama, un joven sin futuro es potencialmente dañino para la sociedad, ya que el mismo tiene escasas posibilidades de insertarse en el mercado laboral y esa situación puede llevarlo a caer tanto en el delito como en la droga ante la carencia de expectativas futuras.
En síntesis, los organismos del Estado deben actuar en la búsqueda de soluciones tendientes a modificar la situación. Los chicos y los jóvenes deben contar con las herramientas necesarias para defenderse en la vida. De no ser así, esos adolescentes no podrán valorarse y serán padres de familia que repetirán el mismo sistema con sus hijos.
De continuar la actual situación -pese a que hubo cambios favorables en los últimos tiempos-, será el cuerpo social en su conjunto el que resultará perjudicado por gente que, por su situación de exclusión, pueden llegar a elegir el delito como ilusión de salida.