Jóvenes, desocupación y pobreza
Una encuesta a nivel nacional determina que los sectores más desprotegidos del mercado laboral son las mujeres, los jóvenes y los pobres, estos últimos con mínimas posibilidades de superar esa situación.
Es un aspecto que necesita de políticas a largo plazo que excedan cualquier gestión gubernamental.
Las cifras fueron dadas a través de la Encuesta Permanente de Hogares, que realiza el Indec. Destaca que la tasa general de desocupación alcanza en la Argentina al 7,3% y que los sectores más desprotegidos del mercado laboral son las mujeres, los jóvenes y los pobres.
Tomando las cifras como reales -más allá de la escasa credibilidad que ha alcanzado el organismo estatal en los últimos tiempos, especialmente con la medición de la inflación- ello indica que es necesario aplicar políticas que conlleven a solucionar un problema, el de la desocupación, que ha pasado a ser estructural y endémico en nuestro país.
Según se indica, el impacto del desempleo en los distintos estratos sociales afecta a las mujeres, con un 17,2%, mientras en el caso de los hombres llega al 12,6%. Los jóvenes también se encuentran con problemas para encontrar trabajo y el problema mayor se produce en los sectores de menores recursos, donde los ocupados -que no influyen en la cifra de desocupación- se desempeñan en trabajos informales y pobremente remunerados.
En el caso del ingreso per cápita, se indica que en la población de menores ingresos el desempleo supera el 18%, a lo que se debería agregar otro 16% de empleo intermitente, un aspecto muy distinto al que viven los sectores medios, incluyendo el medio bajo, donde la situación ocupacional es más elevada.
Si bien Mendoza está incluida en esa problemática, también debemos dirigirnos a un estudio realizado tiempo atrás sobre jóvenes y adolescentes residentes en el Gran Mendoza, que se encontraban excluidos del sistema educativo y laboral, con un panorama futuro incierto, lo que llevó a indicar a los especialistas en el tema que, de continuar esa situación, podrían pasar a engrosar las causales de inseguridad.
Los sociólogos indicaban, en la oportunidad, que la marginalidad en la que viven miles de niños y adolescentes es una deuda que tiene Mendoza y que la falta de contención y la violencia familiar no son las únicas situaciones a las que están expuestos los jóvenes y adolescentes, "con el agravante de que, en muchos casos, acuden a la droga o a aspirar pegamentos para evadir esa realidad".
En aquel informe se indicaba que casi 11 mil niños y jóvenes adolescentes no se encuentran contenidos por alguna institución, como escuela, club u organización civil de la sociedad, tampoco cuentan con cobertura social y muchos de ellos sólo tienen planes sociales para subsistir. Es muy factible que ese porcentaje a que hacemos alusión se haya modificado, pero también es cierto que de ningún modo ha constituido una solución al problema global.
Desde el Gobierno nacional se han multiplicado los planes de ayuda, como los Trabajar o los Jefes y Jefas de Hogar, a lo que se suma la Asignación Universal por Hijo, este último con la atinada exigencia de que, para poder percibirlo, los padres deben presentar un certificado de escolaridad de sus hijos.
Pero los hechos han demostrado que esos planes no llegan en la totalidad a los necesitados y que en muchos de los casos son utilizados por punteros políticos para favorecer determinadas posiciones políticas, situación que se profundiza en años electorales como el actual.
La desocupación, el trabajo de los jóvenes y la pobreza tienen que ser motivo de preocupación y de políticas de Estado que -por su profundidad y complejidad- deben trascender una gestión de Gobierno para evitar aprovechamientos coyunturales y para alcanzar una solución definitiva al problema.