Jorge Bergoglio: ¿clave para la oposición de la Argentina?
* Por Martín Lousteau. El discurso de Cristina Fernández de Kirchner en la inauguración de sesiones del Congreso de la Nación tuvo varios puntos destacables y discutibles, algunos de los cuales ya fueron analizados desde este espacio.
Pero, más allá del contenido, hubo otros instantes de ese evento que también llamaron la atención. A los cantos de barra, el cotillón de "Clarín miente" o los billetes falsos ya nos acostumbramos hace un tiempo. Lo que no deja de sorprender es la reacción de tantos miembros de la oposición cuando la Presidenta se digna nombrarlos. ¡Si casi replican el éxtasis de los funcionarios de segunda o tercera línea del oficialismo cuando ella los incluye entre sus palabras!
Las risas, rubores aplausos efusivos y caras de satisfacción son habituales y pueden resultar entendibles en Moreno, Giorgi u otros, pero no parecen conductas lógicas para opositores que se pretenden hombres de Estado. Quizás ese comportamiento sea el producto de un gobierno nacional avasallante y abusivo, que ignora los debates y condena a la oposición solamente a la mera protesta, cuando no a la inexistencia. Es de allí que la boca de la Presidenta los rescata de tanto en tanto. Y quizás por ello algunos hasta se muestran agradecidos.
Las risas, rubores aplausos efusivos y caras de satisfacción son habituales y pueden resultar entendibles en Moreno, Giorgi u otros, pero no parecen conductas lógicas para opositores que se pretenden hombres de Estado
Este año hay elecciones y, entonces, puede que algunos sientan que esa elevación temporal por encima del resto sirva a la hora de las candidaturas. De igual manera parecen pensar (o desear) que, con una economía decepcionante y un oficialismo que tienden a generar tensiones permanentes, el descontento afecte el desempeño electoral del Frente Para la Victoria hasta niveles cercanos a los de 2009.
Aún en ese improbable escenario ocurrirían dos cosas. La primera es que el oficialismo saldría fortalecido en el Congreso, por lo menos en la Cámara de Diputados -ya que se renuevan las bancas de aquella derrota-, y de esa manera seguiría ninguneando legislativamente a los demás partidos. La segunda es que, ante esa nueva muestra de impotencia, la oposición volvería a caer en un nuevo descrédito ante la sociedad, tal como ocurrió después de aquellas legislativas.
Nadie en la oposición parece capaz de realizar un discurso que enamore, de llevar adelante una propuesta que le haga palpar a la gente la posibilidad de otro futuro
Para evitar ese efecto hace falta más que un buen resultado en las urnas: hay que trabajar para brindar a la sociedad un sueño. Pero nadie en la oposición parece capaz de realizar un discurso que enamore, de llevar adelante una propuesta que le haga palpar a la gente la posibilidad de otro futuro, de un progreso paulatino pero constante que nos devuelva la tranquilidad en lugar de temer permanentemente la próxima crisis.
Ahora tenemos Papa nuevo. Es argentino. Y a la Presidenta no le agrada. Entonces son varios los analistas que hablan de que ello trastoca el tablero político y algunos opositores, como Carrió y Macri, dicen que es "el mayor símbolo de que vienen tiempos distintos" o que "esto empieza a marcar un futuro promisorio para todos los argentinos". Bergoglio ya no es presidente de la Conferencia Episcopal Argentina ni tampoco Arzobispo de Buenos Aires. Ahora es el Papa Francisco y tiene responsabilidades que van más allá de lo que ocurra en nuestro país. Aunque quisiera hacer algo, no es Dios, y ello lo inhabilita para arreglar el descompuesto sistema político local. Esa tarea queda para los hombres y mujeres con dicha vocación, si es que consiguen salir del conformismo y trabajan mirando al futuro en lugar de esperar vanamente milagros.