Japón y el mundo ante la catástrofe
La tragedia de Japón le ha dado al mundo una serie de lecciones cruciales en estos días, desde el terremoto, posterior tsunami y los riesgos de un desastre nuclear.
Japón le ha dado al mundo una serie de lecciones cruciales en estos días, desde el terremoto y posterior tsunami que golpeó a una parte de su territorio y cuyas consecuencias aún no pueden calcularse en toda su magnitud. El pueblo japonés ha vivido la mayor catástrofe desde la segunda guerra mundial y el peor fenómeno sísmico de su historia contemporánea. Preparados para enfrentar las circunstancias más adversas, naturales y humanas, los japoneses respondieron con serenidad desde un primer momento, tratando de evitar situaciones de pánico.
Las víctimas estimadas en varios miles de muertos, ciudades devastadas en el noreste del país, evacuaciones masivas y los daños provocados en las plantas nucleares que extienden los riesgos a escalas aterradoras. En pocos días, desde todos los rincones del planeta se ha podido transmitir y acceder en tiempo real a algunos de los principales peligros para la supervivencia humana, todos ellos sumados. Estos no son, en este caso, las guerras o la utilización de armas de destrucción masiva, sino una conjunción de alteraciones geofísicas, naturales y climáticas con otras modificaciones en el ecosistema que sí son el resultado de la propia interacción del hombre con la naturaleza y del uso de los recursos.
Las plantas atómicas que proveen de energía al Japón se han transformado en gigantescas bombas de tiempo ante el peligro de escapes radioactivos, luego de que varios reactores nucleares resultaron afectados por el terremoto. Los fantasmas de Hiroshima y Nagasaki y de Chernobyl vuelven a ensombrecer el horizonte inmediato y llevarán a replantear las condiciones para el uso de la energía nuclear.
Catástrofes como la que conmueven a Japón y afectan al resto del mundo deben contribuir a mejorar la conciencia sobre la necesidad de desarrollar sistemas de prevención en todos los sectores en los que la vida humana y el ecosistema están en riesgo y reorientar las formas de producción y consumo hacia patrones sustentables.