Italia quiere volver a crecer
Por Guido La Tella* El 2 de junio es el día en que Italia celebra el aniversario de la República, nacida hace 66 años.
Este año es muy particular porque esa fecha nos encuentra a pocos días del terremoto que ha causado muchas víctimas en el norte de Italia.
Conmemoramos entonces el 2 de junio con un profundo sentimiento de cercanía a las poblaciones que sufren.
Por todos aquellos que en estas horas están luchando con las consecuencias del sismo y afrontando el dolor que ese acontecimiento les trajo, quiero dedicar este aniversario a la Italia del futuro, al país que estamos construyendo.
Italia acepta un desafío difícil, de cuyo éxito dependerá el bienestar de sus ciudadanos y el modelo mismo de sociedad que queremos. La crisis económica golpea muchas regiones del mundo y la volatilidad de los mercados financieros agrava su entidad. No es fácil relanzar la economía en una coyuntura negativa. Pero no olvidemos que Italia es la segunda industria manufacturera de Europa y la octava economía del mundo. Tiene una elevada deuda pública con respecto al PBI, pero la mitad de esa deuda se encuentra en poder de acreedores nacionales. Las familias y las empresas tienen muy pocas deudas privadas y elevados ahorros. El presupuesto del Estado, desde hace años, registra un superávit primario. El sistema bancario se encuentra en una posición segura. No hay muchos países que puedan decir lo mismo.
Sin embargo, y a pesar de la solidez de su sistema económico, Italia ha sido objeto de graves ataques especulativos que pusieron en evidencia sus puntos débiles, que de hecho existen y no se pueden ignorar. Las principales causas del escaso crecimiento italiano de los últimos años son la rigidez burocrática, la evasión fiscal, la poca flexibilidad del mercado del trabajo y el gasto público improductivo.
Hace algunos meses, en el momento más duro de la crisis, el presidente Giorgio Napolitano eligió confiar la conformación del gobierno al profesor Mario Monti, una figura muy apreciada en Europa y en el extranjero. Monti dio vida a un equipo de hombres y mujeres que representan lo mejor que Italia puede ofrecer en términos de competencia y profesionalidad.
El gobierno de Monti, con firmeza y equilibrio y con la sobriedad que lo distingue, está poniendo en marcha una larga serie de medidas cuyo objetivo es desatar aquellos nudos que durante demasiados años han frenado nuestro sistema económico. Se trata de reformas estructurales de gran significación, que están diseñando una Italia más virtuosa, más equitativa y más ágil. Moderna. Lista para adecuar el paso a las economías más dinámicas.
El gobierno italiano ha obtenido consenso unánime también en el exterior. Una señal tangible de esa credibilidad ha sido el hecho de que el 18 de mayo pasado se solicitó a Monti que pronunciara el discurso de apertura sobre temas económicos en la Cumbre del G-8 en Camp David.
Monti está pidiendo grandes sacrificios a los italianos. Algunas de las medidas adoptadas son de dimensión tal que suscitan protestas. Sin embargo, la mayoría de los italianos, con gran sentido de la responsabilidad, las están aceptando porque desean cambios. Pero Italia tiene que volver a crecer. Resulta significativo que las medidas adoptadas por Monti figuren en dos decretos llamados "Salvar a Italia" y "Hacer crecer a Italia". El crecimiento es el objetivo fundamental, pero no se puede obtener en detrimento del rigor en las cuentas públicas. Esta es la posición italiana. No estamos buscando un crecimiento momentáneo del PBI; estamos buscando un crecimiento que sea sustentable en el tiempo. Tenemos que preparar el terreno para un desarrollo que esté basado en la capacidad productiva nacional y con reglas claras, transparentes y simples. Habrá que modernizar la red de infraestructuras. La lucha contra la evasión fiscal, hoy perseguida con gran determinación, tendrá que eliminar los abusos y lograr mayor equidad. Abrir un negocio tendrá que convertirse en un trámite de pocos días, gracias a la informatización de la administración pública y a la simplificación de la burocracia. En fin, el gobierno, como un buen arquitecto, está restaurando una hermosa casa que necesita ser reforzada desde los cimientos con visión de futuro para que pueda perdurar en el tiempo.
Los resultados aún pueden parecer frágiles, pero se sabe que los efectos de las reformas económicas raramente se ven en el corto plazo. Los italianos tenemos confianza. Somos un pueblo que está acostumbrado a arremangarse. La dedicación al trabajo está grabada en el ADN de nuestras pequeñas y medianas empresas familiares. Lo lograremos con un esfuerzo compartido por todos los italianos.
Conmemoramos entonces el 2 de junio con un profundo sentimiento de cercanía a las poblaciones que sufren.
Por todos aquellos que en estas horas están luchando con las consecuencias del sismo y afrontando el dolor que ese acontecimiento les trajo, quiero dedicar este aniversario a la Italia del futuro, al país que estamos construyendo.
Italia acepta un desafío difícil, de cuyo éxito dependerá el bienestar de sus ciudadanos y el modelo mismo de sociedad que queremos. La crisis económica golpea muchas regiones del mundo y la volatilidad de los mercados financieros agrava su entidad. No es fácil relanzar la economía en una coyuntura negativa. Pero no olvidemos que Italia es la segunda industria manufacturera de Europa y la octava economía del mundo. Tiene una elevada deuda pública con respecto al PBI, pero la mitad de esa deuda se encuentra en poder de acreedores nacionales. Las familias y las empresas tienen muy pocas deudas privadas y elevados ahorros. El presupuesto del Estado, desde hace años, registra un superávit primario. El sistema bancario se encuentra en una posición segura. No hay muchos países que puedan decir lo mismo.
Sin embargo, y a pesar de la solidez de su sistema económico, Italia ha sido objeto de graves ataques especulativos que pusieron en evidencia sus puntos débiles, que de hecho existen y no se pueden ignorar. Las principales causas del escaso crecimiento italiano de los últimos años son la rigidez burocrática, la evasión fiscal, la poca flexibilidad del mercado del trabajo y el gasto público improductivo.
Hace algunos meses, en el momento más duro de la crisis, el presidente Giorgio Napolitano eligió confiar la conformación del gobierno al profesor Mario Monti, una figura muy apreciada en Europa y en el extranjero. Monti dio vida a un equipo de hombres y mujeres que representan lo mejor que Italia puede ofrecer en términos de competencia y profesionalidad.
El gobierno de Monti, con firmeza y equilibrio y con la sobriedad que lo distingue, está poniendo en marcha una larga serie de medidas cuyo objetivo es desatar aquellos nudos que durante demasiados años han frenado nuestro sistema económico. Se trata de reformas estructurales de gran significación, que están diseñando una Italia más virtuosa, más equitativa y más ágil. Moderna. Lista para adecuar el paso a las economías más dinámicas.
El gobierno italiano ha obtenido consenso unánime también en el exterior. Una señal tangible de esa credibilidad ha sido el hecho de que el 18 de mayo pasado se solicitó a Monti que pronunciara el discurso de apertura sobre temas económicos en la Cumbre del G-8 en Camp David.
Monti está pidiendo grandes sacrificios a los italianos. Algunas de las medidas adoptadas son de dimensión tal que suscitan protestas. Sin embargo, la mayoría de los italianos, con gran sentido de la responsabilidad, las están aceptando porque desean cambios. Pero Italia tiene que volver a crecer. Resulta significativo que las medidas adoptadas por Monti figuren en dos decretos llamados "Salvar a Italia" y "Hacer crecer a Italia". El crecimiento es el objetivo fundamental, pero no se puede obtener en detrimento del rigor en las cuentas públicas. Esta es la posición italiana. No estamos buscando un crecimiento momentáneo del PBI; estamos buscando un crecimiento que sea sustentable en el tiempo. Tenemos que preparar el terreno para un desarrollo que esté basado en la capacidad productiva nacional y con reglas claras, transparentes y simples. Habrá que modernizar la red de infraestructuras. La lucha contra la evasión fiscal, hoy perseguida con gran determinación, tendrá que eliminar los abusos y lograr mayor equidad. Abrir un negocio tendrá que convertirse en un trámite de pocos días, gracias a la informatización de la administración pública y a la simplificación de la burocracia. En fin, el gobierno, como un buen arquitecto, está restaurando una hermosa casa que necesita ser reforzada desde los cimientos con visión de futuro para que pueda perdurar en el tiempo.
Los resultados aún pueden parecer frágiles, pero se sabe que los efectos de las reformas económicas raramente se ven en el corto plazo. Los italianos tenemos confianza. Somos un pueblo que está acostumbrado a arremangarse. La dedicación al trabajo está grabada en el ADN de nuestras pequeñas y medianas empresas familiares. Lo lograremos con un esfuerzo compartido por todos los italianos.