Investigar a fondo la crisis de Irrigación
La imprescindible credibilidad de la sociedad en la Superintendencia de Irrigación como la gran institución del agua, no depende sólo de si su suspendido titular actual y los suyos se van o se quedan. Ni de qué sector es políticamente culpable o cuál se queda con el trofeo; no es sólo una decisión política. Deberá profundizarse también en la investigación penal referida a las irregularidades y corruptelas que se denuncian.
El proceso político argentino a lo largo de las últimas décadas ha sido contradictorio porque construyó o restituyó instituciones democráticas y republicanas, pero la praxis política no resultó consecuente con el cuidado y respeto de tales instituciones. El cumplimiento estricto de la ley no es parte de nuestras convicciones para vivir en sociedad.
En Mendoza, en los últimos meses, se ha insistido hasta el hartazgo en la envergadura de la Superintendencia de Irrigación, institución erigida desde hace un siglo en un poder ciudadano que reconoce legislación específica y medios jurídicos propios para defender los intereses de los regantes y usuarios del agua, y para sostener su autonomía frente al poder central o los intereses sectoriales.
En ese contexto, las persistentes denuncias sobre irregularidades y corruptelas empujaron a un Jury contra el titular de la Superintendencia, que después de varios intentos políticos por eludirlo, finalmente dispuso suspender al funcionario y poner en marcha la investigación política, de cuya resolución depende ahora la continuidad o la separación definitiva de Eduardo Frigerio, presidente de la institución del agua.
Se ha escuchado a diversas personas y sectores relacionados o conocedores del organismo, incluso al mismo gobernador y a su inminente sucesor, opinar a favor de la renuncia de Frigerio, aun antes de que el Jury lo condene, si así lo mereciera tras la investigación. Y se especula sobre qué sector finalmente se asentará en la entidad. Todo pareciera agotarse en
"Frigerio y los suyos sí o Frigerio y los suyos no".
Así, algunos juristas, políticos y ciudadanos desprevenidos coinciden en que si el Jury demuestra la responsabilidad política de Frigerio y los suyos, éste será defenestrado del cargo y el proceso habrá concluido en dicho saneamiento político.
Sin embargo, la credibilidad de la Superintendencia no depende de si Frigerio y los suyos se van o se quedan. Sin perjuicio de esa resolución política, deberá profundizarse en la investigación penal contra todos los sospechados de las irregularidades y corruptelas que se denuncian con insistencia.
Es imprescindible clarificar política y jurídicamente todo la actuado por la gestión actual de Irrigación, sus allegados y sobre los responsables políticos que les entregaron a esas personas la administración de la institución, para que tan señero organismo recupere toda la confiabilidad que históricamente supo tener.
Pero debe saber el nuevo gobierno que también su propia confiabilidad está en juego: la nueva gestión debe pararse ante sus ciudadanos sin sospecha alguna de connivencia con los que, cuando menos, pusieron en grave sospecha el funcionamiento institucional de la Superintendencia.
Simultáneamente con el Jury, está en marcha el proceso penal respectivo, por vía separada de formas y resolución política. Y ese proceso no debe depender de las decisiones políticas del Jury. Por el contrario la Justicia tiene que ir hasta el fondo en el chequeo de cada una de las irregularidades o delitos que se han denunciado.
No es sólo la honestidad de Frigerio y su equipo lo que se debate; en primer lugar está la credibilidad de regantes y usuarios hacia la máxima institución rectora del agua, cada día más acechada por dispares intereses.
La ciudadanía del oeste desértico -que creció con la convicción de que hay una cultura, una legislación y una institución que cuida sus intereses en la equidad del uso del agua cada día más escasa- está atenta a las conductas, políticas o judiciales, que tienen responsabilidad en la imperiosa necesidad de que Irrigación recobre la solidez que construyó en la sociedad a lo largo de su historia centenaria y que, incluso, es ejemplo mundial.