Inversión y futuro de la economía
La relación entre inversión y crecimiento no es sólo cuantitativa -el monto total de lo invertido- sino también cualitativa: en qué se invierte.
Si algo no se discute en política económica es la relación entre inversión y futuro de la economía. La capacidad de producción actual es el resultado de inversiones pasadas, recientes o lejanas, así como la capacidad de producción futura depende de las inversiones actuales. Repasemos algunos trabajos recientes.
Uno de ellos es el Informe Anual sobre la Inversiones Extranjeras Directas (IED) de la Cepal para el año pasado; ahí se señala que la Argentina sigue siendo un país poco atractivo para las IED. Sobre un total de 153.000 millones de dólares que recibió la región, Brasil ha captado el 43% en tanto nosotros un magro 4,7%, ubicándonos en sexto lugar detrás del país
mencionado, México, Chile, Colombia y Perú.
Con todo cabe apuntar como positivo que las IED del año pasado han sido superiores a las de comienzos de la década pasada. Sobre estas inversiones es necesario advertir que parte de ellas se han hecho para adquirir activos existentes (compra de empresas), lo que implica un cambio de titularidad pero no necesariamente ampliación de la capacidad productiva.
Otro informe, de la Consultora Economía & Regiones, con un análisis que abarca desde 2003 a 2011, muestra aspectos contradictorios de la Inversión Bruta Interna Fija (IBIF), simplificando la inversión visible (construcciones, maquinarias, equipos). Se observa aquí crecimiento de la inversión a lo largo del período considerado, alcanzando un significativo 24,5% del PBI el año pasado.
Pero cuando se analiza la composición de esa inversión la mitad se ha hecho en construcción y la otra mitad en material de transporte, maquinarias y equipos.
La alta participación de la construcción es predominantemente en emprendimientos inmobiliarios, hechos en búsqueda de proteger el ahorro de la inflación y de la inseguridad jurídica. Pero la incidencia de esta inversión en el crecimiento de la economía es baja. A su vez, en la porción destinada a equipos, una buena parte es absorbida por la amortización, es decir, repone lo que se desgasta anualmente.
Sabido es que el motor del crecimiento de estos años ha sido el consumo privado o público y que la inversión ha jugado un papel secundario. Parte del ahorro fue a financiar el consumo con diversas formas de crédito (personales, tarjetas, fideicomisos).
Justamente un dato llamativo es que la mitad de los fondos que se canalizan a través del Mercado de Capitales se ha dirigido a fideicomisos financieros para el consumo. Nuevamente, esta forma de canalizar los recursos de inversión no ayuda a la ampliación de la estructura productiva.
Un informe de hace pocos días del Ieral llama la atención sobre algunos aspectos muy preocupantes. Por un lado, destaca la importante caída en dólares de las importaciones de bienes de capital en el primer trimestre de este año a consecuencia de las medidas que restringen o impiden las importaciones. Cuando se relaciona la importación de bienes de capital con el PBI, la caída es más significativa y se ubica en el nivel más bajo de los últimos años.
Recordemos que los bienes de capital importados rara vez son sustituibles por productos locales similares y en esos bienes importados viene incorporada la tecnología moderna. La industria vitivinícola ha venido denunciando un problema de este tipo.
El informe citado apunta a otro fenómeno inquietante: un cambio cualitativo de la inversión, con el avance del sector público en las decisiones de inversión, sea a través de empresas intervenidas o expropiadas y por el direccionamiento de créditos subsidiados.
El informe destaca que esta situación en los 70 y 80 llevó a altos volúmenes de inversión, pero muy mal realizadas. La consecuencia fue un bajísimo crecimiento y una enorme distorsiones en la asignación de los recursos. Deberíamos aprender del pasado.
Uno de ellos es el Informe Anual sobre la Inversiones Extranjeras Directas (IED) de la Cepal para el año pasado; ahí se señala que la Argentina sigue siendo un país poco atractivo para las IED. Sobre un total de 153.000 millones de dólares que recibió la región, Brasil ha captado el 43% en tanto nosotros un magro 4,7%, ubicándonos en sexto lugar detrás del país
mencionado, México, Chile, Colombia y Perú.
Con todo cabe apuntar como positivo que las IED del año pasado han sido superiores a las de comienzos de la década pasada. Sobre estas inversiones es necesario advertir que parte de ellas se han hecho para adquirir activos existentes (compra de empresas), lo que implica un cambio de titularidad pero no necesariamente ampliación de la capacidad productiva.
Otro informe, de la Consultora Economía & Regiones, con un análisis que abarca desde 2003 a 2011, muestra aspectos contradictorios de la Inversión Bruta Interna Fija (IBIF), simplificando la inversión visible (construcciones, maquinarias, equipos). Se observa aquí crecimiento de la inversión a lo largo del período considerado, alcanzando un significativo 24,5% del PBI el año pasado.
Pero cuando se analiza la composición de esa inversión la mitad se ha hecho en construcción y la otra mitad en material de transporte, maquinarias y equipos.
La alta participación de la construcción es predominantemente en emprendimientos inmobiliarios, hechos en búsqueda de proteger el ahorro de la inflación y de la inseguridad jurídica. Pero la incidencia de esta inversión en el crecimiento de la economía es baja. A su vez, en la porción destinada a equipos, una buena parte es absorbida por la amortización, es decir, repone lo que se desgasta anualmente.
Sabido es que el motor del crecimiento de estos años ha sido el consumo privado o público y que la inversión ha jugado un papel secundario. Parte del ahorro fue a financiar el consumo con diversas formas de crédito (personales, tarjetas, fideicomisos).
Justamente un dato llamativo es que la mitad de los fondos que se canalizan a través del Mercado de Capitales se ha dirigido a fideicomisos financieros para el consumo. Nuevamente, esta forma de canalizar los recursos de inversión no ayuda a la ampliación de la estructura productiva.
Un informe de hace pocos días del Ieral llama la atención sobre algunos aspectos muy preocupantes. Por un lado, destaca la importante caída en dólares de las importaciones de bienes de capital en el primer trimestre de este año a consecuencia de las medidas que restringen o impiden las importaciones. Cuando se relaciona la importación de bienes de capital con el PBI, la caída es más significativa y se ubica en el nivel más bajo de los últimos años.
Recordemos que los bienes de capital importados rara vez son sustituibles por productos locales similares y en esos bienes importados viene incorporada la tecnología moderna. La industria vitivinícola ha venido denunciando un problema de este tipo.
El informe citado apunta a otro fenómeno inquietante: un cambio cualitativo de la inversión, con el avance del sector público en las decisiones de inversión, sea a través de empresas intervenidas o expropiadas y por el direccionamiento de créditos subsidiados.
El informe destaca que esta situación en los 70 y 80 llevó a altos volúmenes de inversión, pero muy mal realizadas. La consecuencia fue un bajísimo crecimiento y una enorme distorsiones en la asignación de los recursos. Deberíamos aprender del pasado.