Internet debe servir a todos
*Por Jorge Zaccagnini. Así como el DNI identifica a cada persona con un número único e irrepetible y la dirección postal ubica cada edificio, para que Internet funcione resulta imprescindible que cada computadora, celular, Smartphone o cualquier otra unidad conectada a la red tenga un número que la identifique unívocamente. Ese número es el IP, abreviatura de Internet Protocol.
En la actualidad, el formato de IP permite asignar alrededor de 4.300 millones de identificaciones. Una cifra enorme, según calcularon en 1981. Enorme sí, pero insuficiente. Al compás de un crecimiento del uso de Internet que no figuraba en el cálculo de nadie, esa cantidad de identificadores se encuentra muy cercana a ser insuficiente. Había que pensar en agrandar la cantidad de identificadores, surge el IPV6, un formato que permite generar hasta 340 sextillones de direcciones IP.
La conversión del formato actual de IP al IPV6 viene postergándose desde hace un tiempo. Es por eso que la Internet Society (ISOC), organismo de referencia mundial, ha lanzado el Día Mundial del IPv6, con el objeto de acelerar la migración a la nueva versión.
Por el formato del actual protocolo IP, el riesgo en la Argentina de quedarse sin identificadores es relativamente lejano. El mayor problema lo tienen los países en los que, por volumen de población o nivel de consumo, Internet cuenta con mayor cantidad de usuarios.
La ampliación de la cantidad de identificadores que puede reconocer que Internet gracias al IPV6 ha despertado la imaginación de algunos, y en este punto resulta conveniente aclarar las diferencias que existen entre las reales posibilidades de crecimiento del uso de las tecnologías de información y comunicación (TIC) y el relato que producen los profetas de la fascinación tecnológica, que vuelven a sacarle brillo a los espejitos de colores.
Internet esté al servicio de todos los argentinos. El uso de Internet es un hecho cultural, no tecnológico. Una sociedad que participe de pleno derecho en las decisiones que le conciernen es, sin duda, la expresión máxima del ejercicio democrático.
Las TIC brindan la posibilidad cierta de que cada ciudadano pueda manifestar su convicción en forma inmediata y segura, sobre cualquier tema que tenga relación con sus intereses y derechos y, en consecuencia, con los de la sociedad de la que forma parte. La decisión presidencial de entregar computadoras de gran capacidad operativa a amplios sectores de nuestra sociedad, ha iniciado una nueva etapa en la historia de la apropiación de estas tecnologías por parte del pueblo argentino.
Los tres millones de computadoras que recibirán nuestros compatriotas establecen un antes y un después en su marcha hacia la Sociedad del Conocimiento. Se generan nuevas posibilidades y también —vale la pena tenerlo en cuenta— se plantean nuevos desafíos. Además de la brecha por razones socio-económicas, existe otra importante condición que conspira contra el proceso de integración a la sociedad del conocimiento: la brecha generacional. La mayoría del pueblo argentino ha nacido antes de que estas tecnologías se transformaran en herramientas de uso cotidiano.
La inclusión de estos adultos mayores de treinta años, trabajadores, empresarios, artistas, insertos todos en el quehacer nacional de las más diversas formas, les permitirá ser incluidos en un tiempo que, como nunca antes, les posibilitará establecer relaciones, expresar ideas y escuchar las de los demás a través de Internet, de manera simétrica y sin censura. Inclusión que se realiza cuando las personas que integran sectores socialmente marginados, desarrollan las destrezas necesarias para utilizar las tecnologías de información y comunicación como herramientas para su recalificación social y el mejoramiento de su calidad de vida.
La alfabetización informática se basa en la convicción de que todos los individuos poseen las potencialidades para utilizar las TIC como herramientas para su recalificación social y el mejoramiento de su calidad de vida. Y que adquirir la capacidad de utilizarlas es un derecho inalienable de todos, sin excepción.
Las personas que logran apropiarse de las tecnologías informáticas y de comunicación, y las utilizan en función de sus propios objetivos y necesidades, adquieren un poder que puede transformarse en un elemento esencial de la construcción de una sociedad más justa y democrática.