¡Arde Moda!
Insólito: casi no se consiguen camisas blancas ni trajes azules
Es por la alta demanda para fiestas y casamientos y las trabas para importar telas.
Un hecho insólito está ocurriendo en los últimos días en nuestro país y hace que las empresas textiles y las casas de indumentarias estén al borde de un ataque de nervios. Por las trabas para importar telas y el pico que generó la vuelta de los eventos, fiestas y casamientos se complica cada vez más conseguir una prenda básica: una camisa blanca. Es que esta prenda, considerada clásica, elgante y digna de un buen vestir está en su punto más alto de demanda.
El problema es más grave, ya que en la industria advierten que también escasean las lanas de máxima pureza, el cashmere y la gabardina, que se usan para confeccionar sacos y pantalones de alta gama. Por ese motivo, "tampoco hay trajes azules", se lamentan en el sector.
La camisa blanca es la prenda aspiracional del público masculino. Por tradición y porque es fácil de combinar con trajes y corbatas de cualquier tonalidad. "Para una celebración o las veladas nocturnas, no existe otro color. Es lo más elegante y distinguido. En el placard puede faltar la camisa celeste, pero nunca la blanca", sentencia Ricardo Abal, dueño de Giorgio Redaelli, una empresa que cuenta con 3 locales y distribuye al por mayor.
Giorgio Redaelli importa telas italianas para confeccionarlas en el país. Dicen que es uno de los insumos más complicados de ingresar por la falta de dólares. "Desde fines del año pasado, casi no quedan telas importadas, que son las de mejor calidad y las más utilizadas por las sastrerías finas y la alta costura", señala Raúl Mayol, dueño de Vía Terzo, una tienda de ropa formal que está ubicada muy cerca del Jardín Botánico.
El segmento de alta gama y las marcas internacionales son las más golpeadas por la llamada "crisis de las camisas blancas". El dato es insólito, pero en la industria coinciden en que "el desabastecimiento" comenzó en el último trimestre del año pasado con la reapertura de muchas actividades y la mayor flexibilidad para concretar encuentros. "Hubo casamientos y fiestas que se concentraron en muy poco tiempo y eso ocasionó la escasez", dice Mariano Rodríguez Giesso, presidente de la centenaria casa de moda homónima.
Aunque no esté escrito, el dress code de esa clase de reuniones es un traje sobrio en tonos oscuros (azul o negro), con una camisa blanca de la mejor calidad posible. En estos tiempos, la corbata es opcional, pero su uso es altamente recomendable. Así es que en pocos meses, por la demanda contenida, se agotaron los stocks y para desesperación de los negocios del rubro, la recomposición es muy compleja. "Los proveedores dicen que no tienen insumos y racionan las entregas. Y las telas blancas que se fabrican acá no son buenas", añade Mayol.
"Hubo un cuello de botella, porque pasamos casi dos años sin vender y de repente arrancó el consumo", se lamenta Abal. Como si fuera poco, agrega el empresario, "muchos talleres cerraron por la crisis y dejaron de producir". Sobre este aspecto, Rodríguez Giesso, argumenta que se produjo un éxodo de trabajadores inmigrantes de países limítrofes, que "se volvieron porque el tipo de cambio ya no les resulta conveniente".
De este modo, una tormenta perfecta originó "la crisis de las camisas blancas". Los faltantes, aclaran en el sector, afectan particularmente a los productos premium. En ese segmento, el precio promedio es de $ 12.000. Pero algunas pueden costar hasta $ 25.000. Las más cotizadas son de puro algodón o lino, pero hay diferentes tipos de mezcla y labrados para elegir. Casi todas se fabrican en la Argentina, pero siempre con hilados importados.
"Si tuviera camisas blancas estaría vendiendo un 60% más, como mínimo", grafica Abal, acongojado por las circunstancias. Mayol completa: "Mucha gente viene en busca de una camisa blanca luego de recorrer los shoppings y varios locales. Y yo tengo muy pocas", dice.
Desde el Ministerio de Desarrollo Productivo resaltaron que la industria textil es una de las que más repuntó en el último año. Y que las importaciones de hilados y telas, según datos de Aduana, "están 50% arriba en toneladas y casi 80% en dólares", a tono con la reanimación de muchas actividades industriales.
Antes de la pandemia, Giesso tenía 20 locales. Por la crisis cerraron 8, pero "hoy vendemos mejor", manifiesta su presidente. Sobre la falta de prendas, Rodríguez Giesso señala que con mucho esfuerzo pudieron recomponer el stock. Dice que son importadores directos, pero que tienen un cupo muy bajo.
Abal trabaja con volúmenes más altos, ya que es proveedor de varios negocios y marcas, algunas de ellas internacionales, que casi no puede abastecer por la alta demanda. "Además estamos en una de las dos temporadas altas de fiestas y eventos, que termina en marzo. La segunda arranca en setiembre y llega hasta las Fiestas", detalló.
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