Innovación y contrastes
*Por Alfredo M. Olivera. ¿Es el kirchnerismo el puro acierto, como sostienen desde la Casa Rosada o, por el contrario, conforma el elenco de gobierno que más oportunidades ha desperdiciado para lograr un buen abordaje del futuro de un país capaz de transformar el simple crecimiento en desarrollo como han dicho los organizadores de la llamativa muestra denominada Tecnópolis?
Es curioso, y a la vez paradojal: la instancia abierta el 25 de mayo del año 2003 exhibe no pocos avances (especialmente en algunos aspectos productivos y fiscales, en buena medida como derivación de las condiciones para la marcha del comercio exterior) que ciertamente asombran, incluso en los aquí denostados organismos multilaterales de crédito.
No obstante, está a la vista que no se han podido lograr triunfos significativos, por ejemplo, en el combate contra la creciente pobreza. Esta insiste en acompañarnos, al margen de ciertos ensayos como la AUH, elocuentemente insuficientes. A la par, la baja calidad de nuestras instituciones contradice cualquier esfuerzo. ¿Todo termina en esto?
Conviene desentrañar el estilo recurrentemente aplicado en la era K, dicho sea esto en términos de aplicación de energías para el logro de ciertos horizontes, insistentemente proclamados desde esferas oficiales: la búsqueda del "toma todo", con desdén respecto del camino del diálogo, conspira contra las construcciones borrosa y desordenadamente propuestas. Así es como, muchas veces, la espesura y sumatoria de procederes de fanatismo distractivo afea las mejores formulaciones.
Precisamente, la megamuestra ya citada –que está en pleno desarrollo en terrenos otrora asignados al Ejército- bien podría servir de metáfora hartamente elocuente acerca de la aplicación de las energías kirchneristas en asuntos sólo valorados como arietes para el predominio de determinados ‘relatos’ sobre el ayer y el mañana. El adecuado énfasis puesto allí en acciones puntuales incipientes tales como los avances sobre genética animal, o la cohetería y otros abordajes satelitales (por citar solo un par de emprendimientos loables), contrastan con el espacio dedicado a visiones parcializadas del acontecer histórico más o menos reciente. Una cosa es la memoria en estado puro y otra muy distinta el olor a cualquier manipulación.
¿Y los derechos humanos del presente? Otro asunto inocultable: la supuesta ilusión de modernidad en materia ferroviaria, por caso, evoca las reales condiciones actuales de ese transporte (urbano o de carga), dejando de lado el oneroso sueño del tren bala o el diario padecer de hoy de cientos de miles de usuarios de la red. ¿No será que la mera evocación del ayer y las burbujas distraccionistas con aromas futuristas, subrayan carencias del presente?
Vale la pena ver la muestra, es cierto, pero no en clave de revancha frente al ayer: hasta Lino Barañao –autor de una eficaz política pública para la repatriación de científicos y técnicos argentinos- acaba de incurrir en un clásico desborde K al sugerir que la población debería acotar su participación en las instalaciones de la Rural, en Palermo, donde sólo se exhibirían "los afanes de patronales del sector para su exclusivo y propio provecho". El campo y las industrias que de él dependen, ¿es verdad, o no, que continúa apuntalando el crecimiento de hoy, con amplias perspectivas de contribución duradera a la marcha económica y social del país? El destierro del flagelo del hambre también cuenta.
La cadena agroindustrial no solo sostiene buena parte de los recursos del Tesoro, sino que también interpreta de modo duradero los buenos horizontes de aplicaciones específicas de la ciencia y de la técnica en el más actualizado proceso productivo del país. Denostarlo es actuar de modo reaccionario frente a un progreso armónico de las mejores energías nacionales. ¿O la innovación debería poseer bozales para la iniciativa privada?