Infinitamente preferible, la savia
Al paso que se va, parece que habrá que creer que la Naturaleza está suplantando la savia por el alcohol y que este operativo, iniciado ya hace mucho, avanzara cada vez más rápidamente, a juzgar por el incremento de los alcoholizados en los festejos "primaveroestudiantiles" de todos los setiembres.
Y hay que hablar de savia porque la imagen más corriente de esa bella estación exalta lo vegetal y sólo mínimamente repara en que el fenómeno compromete todos los reinos naturales a que pertenece la criatura de mayor jerarquía.
Mueve a imaginar tal trasvasamiento, en verdad imposible, el dato de que las primeras noticias que se tienen de las celebraciones no aluden a conversos que ahora fuesen capaces de sentirse parte de un universo que se regenera, sino de víctimas como de una contaminación que se volviera, año a año, más arrasadora.
Las noticias iniciales de estas fiestas que empiezan días antes del milagro primaveral y no terminan, ni mucho menos, con su prodigiosa noche, traen registros no deseados que no elaboran los artistas ni los enamorados, como pudiera esperarse, sino la severidad de los hospitales, donde se revela la verdad de unas exaltaciones que en tantos casos deben lamentarse.
Esas novedades provenientes esta vez de la zona de El Rodeo, uno de los epicentros de la agitación celebratoria, han hecho saber, en la víspera del 21, que en el Hospital zonal ya podía hablarse del aumento de la asistencia a jóvenes fuertemente afectados por el exceso de consumo de bebidas alcohólicas. Las fuentes indican que la situación comenzó el jueves de la semana pasada, el día en que se iniciaron los programas festivos y la misma fecha en que la actividad privada local inauguró la temporada de los boliches bailables.
El director del centro de salud, Luis Castro, señaló que "estamos atendiendo toda la demanda de los jóvenes, y el principal problema es el alcohol en las niñas y los accidentes de motos y cuatriciclos".
Pero el mismo funcionario de salud manifestó su sorpresa, más que por el número de los asistidos, por la edad de muchos de ellos, en verdad niños de entre 11 y 13 años. Da cuenta de que de 10 a 15 chicos por día son atendidos, especialmente por la noche, por intoxicación alcohólica. Detalla que "llegan en un estado de inconsciencia o semiinconscientes porque están en un cuadro muy agudo de intoxicación con alcohol".
La penosa experiencia de chicos potencialmente adictos lleva al jefe del nosocomio a consideraciones relacionadas con las causas de una realidad tan deprimente. Apunta que el problema no depende totalmente de controles insuficientes sino de la falta de compromiso de toda la sociedad, empezando por los padres de familia, cuya indiferencia y permisividad generan las condiciones propicias para el deplorable comportamiento de los hijos.
El exceso alcohólico ya no puede tomarse como experiencia "natural" de cierta edad inicial del hombre. Ni como "aventura" inevitable y hasta saludable. Ni como "accidente" para nada fundador de una costumbre. Ni como "descubrimiento iniciático" que tal vez tuviera que someterse a una liturgia cuasi religiosa. Ni como un asomo lúdico al misterio total de una naturaleza que lo purificara todo.
Es un anticipo letal cuando recién comienza. Es una condena en la etapa de su conversión en hábito. Es merecedora de lamentación interminable en su fase definitiva de corrupción inacabable, de destrucción personal y social ilimitada y de exhibición de una frustración que duele mirar de frente.
Queda esperar que las nuevas noticias, las vinculadas con la jornada central de ayer suavicen la pintura de los primeros días y parezca más típica de la primavera deseable para todos.
El excesivo consumo de alcohol sigue siendo un factor que empaña crecientemente los festejos estudiantiles por la llegada de la primavera.