Inaceptables presiones de la CGT
La sociedad no puede aceptar la presión de la CGT a la Justicia para que libere a cinco gremialistas detenidos por su supuesta participación en el incendio de vagones ferroviarios.
En los últimos días se registraron dos hechos al parecer desvinculados entre sí, pero que forman parte de la misma trama de violencia, corrupción e impunidad que asuela al país desde hace varios años. Uno es la decisión de un juez federal de ordenar la detención de cinco activistas ferroviarios, opuestos a la conducción nacional del gremio y sobre los cuales hay sospechas o indicios claros de haber participado en el incendio de varios vagones de trenes de la línea de trenes Sarmiento, a la altura de la estación de Haedo, en el Gran Buenos Aires; el otro, la dura y desafiante respuesta del secretario general de la CGT, Hugo Moyano.
Sucede que esta ola de ilegalidad está llegando a un punto alto, lo que lleva a muchos jueces a actuar de oficio o por denuncias de terceros, a veces con el respaldo del Poder Ejecutivo, como ha pasado en este caso. Los jueces no tienen sólo el derecho sino, fundamentalmente, el deber de actuar cuando se cometen delitos. E incendiar vagones ferroviarios es un delito, no sólo por el daño material o patrimonial causado sino también por el riesgo al que se somete a los pasajeros y los propios trabajadores de estaciones y andenes. Y el Gobierno tiene la responsabilidad de respaldar a la Justicia o dejarla actuar con libertad, sin interferencias políticas de ninguna naturaleza.
En cuanto a la CGT o cualquier otra entidad gremial, no tienen derecho a denunciar supuestas campañas de persecución de militantes sindicales cuando de lo que se trata, simplemente, es de investigar y eventualmente juzgar supuestos delitos, procedimientos que pueden terminar con una absolución o una condena. Jamás la CGT puede "exigir" la libertad de un gremialista preso, ya que esa "exigencia" implica una abierta presión sobre la Justicia y una inaceptable defensa de derechos corporativos, que la mayoría de las veces choca contra el interés general.
Por este camino se va instalando un sistema de ilegalidad e impunidad que atenta de manera grave contra el orden republicano, que puede empezar con las interrupciones del tránsito y el virtual copamiento de sectores enteros, hasta llegar a límites más extremos, como el enfrentamiento de bandas armadas o el asesinato. Así ocurrió con el joven Mariano Ferreyra, muerto a balazos por una patota de la Unión Ferroviaria, gremio cuyo secretario general, José Pedraza, está preso en relación con esa causa.
Si se agrega a este hecho la circunstancia de que Pedraza es dueño de un lujoso departamento en Puerto Madero, se tendrá una idea más clara sobre las sospechas de un entramado de corrupción y violencia. El actual Gobierno nacional muchas veces dio vía libre a las manifestaciones ilegales y a la acción de grupos violentos. Pero la situación ha llegado a su límite y todos deben actuar en la línea de defensa del Estado de derecho y del orden público.