Imposible gobernar con la Argentina Blanca en contra
El cambio de las cacerolas por las patrióticas banderitas.
escribe Oberdán Rocamora
Redactor Estrella, especial
para JorgeAsísDigital
Sin su apoyo, aún podrá ganar, alguna que otra elección.
Pero no podrá gobernar.
C.M.
Previa
Vulgar capitalismo
Elemental. Nada dramático.
Sin plantear epopeyas, de lo que se trata es de construir la vulgaridad de una economía de mercado.
Para insertarse en el supermercado del sistema capitalista.
Hacia la utopía del libre comercio.
Si se edifica semejante banalidad desde el peronismo, debe contener el folklore de la justicia social.
Niños nutridos y educados. Pueblo preparado para una vejez creativa y saludable. Caja de empleados.
Pese a la caudalosa millonada de miserables, que se exhiben como máximo trofeo del fracaso.
Entre el rencor que se extiende hasta transformarse en resentimiento, y con la fe rigurosamente perdida.
Con la sociedad concentrada en la pugna por la única salvación posible. La individual.
Consigna que destruye, desde el mero punto de partida, cualquier estrategia de solución colectiva (que no existe).
Carolina Mantegari
Los caceroleros que protestaban en 2013 contra La Doctora homenajearon a Mauricio Macri, El Ángel Exterminador, en la despedida de 2019.
Macri superó, en el número de la ceremonia del adiós, a La Doctora, con su despedida celebrada en diciembre de 2015.
El núcleo duro de apoyo. El 30% de la sociedad, estimula al Ángel a encarar la aventura del regreso.
En el Portal se eleva la Teoría de la Purificación (a través) del Fracaso.
Entonces el Ángel necesita purificarse con el fracaso del sucesor.
Que Alberto Fernández, El Poeta Impopular, siga con el ejemplo histórico y choque, con justo derecho, la calesita incontrolable.
En efecto, la Marcha del Millón reflejó el corte sociológico que inspira la Argentina Blanca.
Refleja también que «el post macrismo”, o el “macrismo sin Macri», es una alucinación.
Al Ángel le queda hilo en el carretel para elevarse como el próximo jefe de la oposición.
Con Miguel Pichetto, El Lepenito, y Marcos Peña, El Pibe de Oro, en competencia relativamente leal con la señora María Eugenia, Sor Vidal, y Horacio Rodríguez Larreta, Geniol.
Y con los radicales del elenco estable. Martín Lousteau, El Personaje de Wilde, y Alfredo Cornejo, Cobos y Vos.
Coti Conducción.
Sociología instrumental. El pueblo de la Argentina Blanca, de capa media y media alta, se entusiasmó con el patriotismo de las banderitas y la consigna genérica “sí, se puede”.
Es factible, como sostiene Carolina Mantegari, vencerlo en una elección. Como la que va a ganarle Alberto, el Presidente Delegado, junto a La Doctora.
Lo que es literalmente imposible, con semejante pueblo en contra, es gobernar.
Es la “sociedad que consume”. Desde departamentos hasta terapias.
Artículos que suelen desprenderse de la “primera necesidad”, como implantes dentales o viajes, productos de belleza, computadoras, automóviles, cartas de crédito, albergues transitorios y cuentas bancarias.
Es el pueblo que pone, en materia de impuestos, y que exige tanto como reclama.
El país inviable no puede ser gobernado sólo con el apoyo emblemático de los mayoritarios desposeídos.
Ni con el fervor exclusivo de la militancia que participa del ideario de la revolución popular.
Tampoco el país inviable pudo ser gobernado desde la insustancialidad voluntariosa del Tercer Gobierno Radical. Aunque parecen haberse despertado tardíamente, a fuerza de derrotas o porrazos.
Para cambiar el eje de una campaña después del sopapo de las PASO, cuando la derrota estaba rigurosamente consumada.
Y La Doctora, a la que habían agraviado y descalificado durante cuatro años, de pronto les ganaba. Costaba asumir que los vacunaba.
Acusaron de ladrones a los que creyeron haber exterminado para descubrir, súbitamente, que los ladrones los humillaban en la primera oportunidad.
Pobres, los blancos tuvieron que salir a la calle con cacerolas, cuando se dispusieron a desalojarlos.
Cuatro años después, volvieron a ocupar las calles. Cambiaron las cacerolas por las banderitas, para suplicar por el milagro.
El “Sí, se puede” y el neoliberalismo
La campaña electoral naufraga en discursos genéricamente superficiales.
Lo que debía servir para esclarecer, se desperdicia en el corte sociológico.
El “Sí, se puede” emotivo del Ángel contrasta con las condenas de La Doctora al neoliberalismo.
Las categorías artificialmente rígidas de Lepenito contienen la carga de sobreactuación para que pase inadvertida su condición de forastero en Juntos por el Cambio.
O los delirios desopilantes de la señora Carrió, que aporta entretenimiento en el ciclo estruendoso de la declinación.
Ambos (Carrió y Pichetto) contrastan con la voluntad diluida en el discurso de Alberto. Con mensajes de pronunciación y olvido simultáneos.
Borges diría que las palabras de Alberto se olvidan a medida que se pronuncian y aplauden.
Pareciera participar del debate perpetuo. Con el monólogo estéril, vanamente sobrador, a través de previsibles generalidades que conectan con las frases emitidas, sin gran convicción, por Macri.
Los favoritos, La Doctora y su Presidente Delegado, tienen su turno para fracasar. Deben aprovecharlo si quieren continuar con el juego del sube y baja.
El peronismo mantiene siempre vigencia porque suele adaptarse a la realidad.
Nunca ocurre a la inversa. El intento de adaptar la realidad al peronismo.
La realidad dinámica no puede ajustarse a los esquemas del peronismo estático.
La Doctora choca otra vez la calesita si procura adaptar la realidad terrible a su imaginario ideológico.
No se entiende qué es exactamente lo que condena La Doctora al decir “Neoliberalismo nunca más”.
Cuando sitúa, en la hilera despreciable, al Proceso Militar iniciado en 1976, junto al único proyecto capitalista.
El de los años 90, protagonizado por Carlos Menem. Junto al amigo e interlocutor, de La Doctora y de Néstor, El Furia.
Domingo Cavallo. El que siempre supo aconsejarlos con sensatez. Y tuvieron suerte porque le hicieron caso.
Para enlazar, los procesos de Videla y de Menem, con el experimento fallido más reciente, desperdiciado por Mauricio Macri.
Con el «liberalismo» los militares del Proceso apenas tuvieron algunas frases de circunstancia. Jamás las llevaron a la práctica.
Lo que diferencia a Argentina de Chile no es la calidad de sus políticos.
Los distingue, sobre todo, el facto.
Después de asesinar, los militares chilenos supieron delegar y ordenar la economía. Con preceptos neoliberales, aquí sí.
Como los utilizados por la señora Margaret Thatcher, en el Reino Unido, y por Ronald Reagan en Estados Unidos.
En Argentina los militares asesinaron más que en Chile y no ordenaron siquiera la economía propia.
Ni achicaron el Estado ni agrandaron ninguna nación.
Tampoco acierta La Doctora al calificar como neoliberal el despropósito del Tercer Gobierno Radical, que aún preside Macri.
Lo que se le debe reprochar a Macri es la incapacidad para gestar el supermercado del capitalismo. Lo tenía regalado.
Se limitó al encuadramiento fotográfico. A través de las postales turísticas con los “líderes del mundo”. Estaban servidos. Todos sonreían (menos Francisco).
Final con la izquierda y el peronismo
La construcción del país viable deja un conjunto de lecciones.
Primero, para los sensibles sectores de izquierda, con tanto peso cultural. Los que proponen la sociedad sin explotadores ni explotados.
Deben entender los revolucionarios que lo que faltan, aquí, infortunadamente, son los explotadores que quieran explotar a alguien.
Sobran, en cambio, los desposeídos con deseos de ser explotados un poco.
Para aportar, con los brazos desperdiciados, su plusvalía.
Pero la construcción del país viable emerge, como un mantra, para el peronismo que vuelve a significarse.
El peronismo que se jacta, honrosamente, de las “conquistas sociales”. Presentes en la marchita.
De las que el Estado es hoy, en la práctica, un rehén.
Son «conquistas sociales» que impiden que un buen explotador decida explotar, por lo menos, a alguien.
Aunque les haga falta a los explotados, por falta de uso.
Resulta conveniente para ellos invertir la moneda en las Lelics del momento.
Un bono «pedalero» siempre puede librarnos de los explotadores que faltan.
Por último, persiste la lección para la derecha oral, o el centro derecha, impulsado por Macri.
Vaga nadería inutilizada por los pretextos, siempre más intensos que la vocación real por el cambio.
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