Importancia de nuestra Constitución
*Por Víctor Ibáñez Rosaz. Vamos a hablar y debatir acerca de la posibilidad de reformar nuestra Constitución provincial. Bueno es preguntarnos antes: ¿qué es una Constitución y cuál es su importancia?
Joaquín V. González dice que nuestra Constitución dio cuerpo y espíritu a nuestra patria, y, que como se ama a la tierra nativa y el hogar de las virtudes tradicionales, debe amarse la Carta que nos engrandece y nos convierte en fortaleza inaccesible a la anarquía y el despotismo.
Cuando pensamos en la Constitución debemos tener claro que ella no es sólo una súper ley escrita ubicada en lo más alto del orden jurídico pues es mucho más que eso, es, como ha señalado Carlos Egües: "La expresión normativa del proyecto político de una comunidad".
Es una expresión normativa pues se nos presenta en un texto escrito (codificado), pero no es sólo ese texto, pues encierra el "proyecto político de una comunidad" y todo proyecto político contiene como antecedente insoslayable nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestras costumbres e idiosincrasia, en suma, nuestra particular forma de ser como pueblo y también nuestro proyecto para las generaciones que vendrán.
Es por ello que resulta tan importante su vigencia y su cumplimiento, pues como señala Alberdi: "Conservar la Constitución es el secreto de tener Constitución".
Nuestra Constitución debe ser estudiada no sólo en su letra sino también en su práctica, en sus antecedentes históricos y en su función política, pues cada pueblo elabora gradualmente su Constitución, formándola con su vida real.
José N. Matienzo nos dice que no existe un "almacén" de constituciones en el que podamos elegir una monárquica, una democrática, una federal o una unitaria, a los fines de acomodarla al país de que se trate. Las constituciones -dirá- se van haciendo poco a poco en cada uno de los países.
Es por ello que olvidar nuestro pasado y perder de vista nuestro futuro nos hace incurrir en el error de creer que nuestras disposiciones constitucionales han sido antojadizas o artificiales, cuando en realidad las soluciones contenidas en aquellas responden a la vida del país y toda perfección debemos buscarla en el mejoramiento de las prácticas institucionales.
Para finalizar, creemos bueno recordar que la Constitución no persigue resolver todos nuestros problemas pero no cabe duda que nos permite contar con un sistema institucional que obra como garantía de los ciudadanos frente al ejercicio del poder.
Si pensamos en reformarla evitemos el divorcio entre su letra y la práctica.
Nuestra carta debe ser parca y escueta, pues la parquedad hace a la Constitución operativa, facilitando su comprensión por parte del conjunto social.
No nos olvidemos lo trascendente que es el adecuado conocimiento por parte de los habitantes de los derechos que la Constitución les reconoce, así como, de los mecanismos de control de las instituciones por parte de los operadores constitucionales.
Cuando pensamos en la Constitución debemos tener claro que ella no es sólo una súper ley escrita ubicada en lo más alto del orden jurídico pues es mucho más que eso, es, como ha señalado Carlos Egües: "La expresión normativa del proyecto político de una comunidad".
Es una expresión normativa pues se nos presenta en un texto escrito (codificado), pero no es sólo ese texto, pues encierra el "proyecto político de una comunidad" y todo proyecto político contiene como antecedente insoslayable nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestras costumbres e idiosincrasia, en suma, nuestra particular forma de ser como pueblo y también nuestro proyecto para las generaciones que vendrán.
Es por ello que resulta tan importante su vigencia y su cumplimiento, pues como señala Alberdi: "Conservar la Constitución es el secreto de tener Constitución".
Nuestra Constitución debe ser estudiada no sólo en su letra sino también en su práctica, en sus antecedentes históricos y en su función política, pues cada pueblo elabora gradualmente su Constitución, formándola con su vida real.
José N. Matienzo nos dice que no existe un "almacén" de constituciones en el que podamos elegir una monárquica, una democrática, una federal o una unitaria, a los fines de acomodarla al país de que se trate. Las constituciones -dirá- se van haciendo poco a poco en cada uno de los países.
Es por ello que olvidar nuestro pasado y perder de vista nuestro futuro nos hace incurrir en el error de creer que nuestras disposiciones constitucionales han sido antojadizas o artificiales, cuando en realidad las soluciones contenidas en aquellas responden a la vida del país y toda perfección debemos buscarla en el mejoramiento de las prácticas institucionales.
Para finalizar, creemos bueno recordar que la Constitución no persigue resolver todos nuestros problemas pero no cabe duda que nos permite contar con un sistema institucional que obra como garantía de los ciudadanos frente al ejercicio del poder.
Si pensamos en reformarla evitemos el divorcio entre su letra y la práctica.
Nuestra carta debe ser parca y escueta, pues la parquedad hace a la Constitución operativa, facilitando su comprensión por parte del conjunto social.
No nos olvidemos lo trascendente que es el adecuado conocimiento por parte de los habitantes de los derechos que la Constitución les reconoce, así como, de los mecanismos de control de las instituciones por parte de los operadores constitucionales.