Identidad de mujer; nosotras ¿qué somos?
Es difícil hablar de identidad en estos tiempos donde "la identidad de género" está tan candente, pero sólo me voy a remitir a lo que conozco un poquito. ¿Cuántas identidades tiene una mujer en un sólo día?
A las 9 suena su celular, baja la voz y atiende a su marido. El muy bolazo no encuentra sus zapatos marrones. Marisa pone cara de esposa y voz de esposa y trata de guiarlo hasta que pierde la paciencia y le dice: "¡ma' si, buscalos en un taper adentro de la heladera!" Por unos segundos ha sido esposa. Retoma la jefatura y decide la primera nota de la mañana. Se inclina por un encuestador a quien no se le note demasiado quién le paga.
Suena su celu. Es su hija adolescente. Se levanta para atender en el baño. ¿Estás ocupada?
- A mil
- Yo también
- ¿Qué te pasa?
- Estoy con un problemita. Te olvidaste de dejarme guita
- Ya te la mando - He ahí la identidad madre de un adolescente... alguien a quien sólo se le pide plata. Lo bueno de este tipo de relación es que cada vez se vuelve más esencial.
Retoma la reunión. Nuevamente en jefa pregunta: "¿y un politicólogo?". Entra el cafetero con el cortado de la mañana, y en un gallego imposible de imitar le dice: "ala mujé que está cada día más guapa!"...En ese instante es mujer. Su identidad tiene piernas, cola, caderas y las movería con ganas si no fuera que el gallego no le gusta y que está en medio de la identidad jefa-varón.
Terminando el café le habla su mamá. Marisa sabe que su mamá no tiene problemas; "es" un problema, así que se levanta y se va de nuevo al baño para que no la escuchen.
- Hija... ¿es cierto que renunció Irigoyen?...
- No vieja, renunció Álvarez, pero hace mucho
- ¿Estas abrigada?, ¿comiste?, ¿vas a volver temprano?
Y allí está Marisa inmersa en su identidad hija, sofocada por un pulóver que la asfixia y con quince kilos de más, mezcla de ansiedad oral y sobrealimentación materna.
Vuelve a la reunión. Ya falta poco para que termine, y esta vez es ella la que habla por teléfono, tiene un súbito antojo de escuchar a su nieto. Se va al baño otra vez para disimular. El crío atiende.
- ¿Mi amor sabés quien te habla? La abuela Marisa
- Hola abuela, ¿qué me vas a traer para mi cumple?
La relación con él ha saltado una generación pero mantiene ciertas similitudes que calcula deben ser hereditarias.
Su nuera toma el teléfono, saluda, y en un gran sobrentendido le pasa con su hijo, quien con franco tono de reproche le dice: "Si no querés cuidar a tu nieto, es una cosa, pero que lo empaches con chocolate es otra".
Marisa protesta airadamente, está a pleno con su identidad de abuela, alguien que con los años ha perdido toda brújula de la buena conducta y cualquier vestigio de pedagogía.
En segundos, ha pasado de ser abuela, a suegra y otra vez madre.
Retoma la reunión acomodándose los metafóricos bigotes. Esa noche, al ducharse y evocar su día, se va a preguntar ¿cuántas Marisas hay en Marisa?, y sabrá que la identidad de género es un tema, pero que ser simplemente una mujer tiene lo suyo.