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Ida y vuelta: dos formas del infierno

Unas de las cosas buenas que tiene ser madre es el día de la Madre, que en la familia se festeja casi como una Navidad.

Varias generaciones de madres con sus hijos nos juntamos bajo la generosa hospitalidad de mi hijo y su mujer. Comemos como si fuéramos huérfanos biafranos. Las viejas generaciones nos intercambiamos regalitos, chismes y recetas y después lavamos algunos cientos de platos, mientras los niños entremezclados de las diversas tribus, se portan como los niños (omito decir como el culo, frenada por las palabras de Amadeo, el varón más pequeño de la familia quien asegura, que el día es de ellos, porque si no fuera por los hijos las madres jamás serían madres) Las precocidades infantiles siempre son estresantes.

Lo cierto que para esa fecha, llueva o truene, cargo mi valijita y parto con el último ómnibus de la noche.

En este caso llovía. Creo que no hay nada mas triste en una ciudad que una terminal de ómnibus ,a medianoche para colmo mugrienta y mal iluminada, donde lo único bueno que puede pasar es que uno se suba al micro y parta hacia el sol dondequiera que esté. Eso si, me acomodé en el primer asiento contra el vidrio, me envolví en mi capa de Batman y cerré los ojos, desnucada por el cansancio del día.

El ómnibus tiene una parada extraña, pasando la Gral. Paz, donde suben los últimos pasajeros y el micro comienza su tenaz camino a Córdoba sin más escalas. Así fue, pero a poco de partir me despertaron los gritos de una pelea que venían de la planta baja. Un señor le reclamaba airadamente a otro estar sentado en el asiento 14 que era suyo. Cada uno se defendía con pasión y la discusión iba subiendo con ferocidad. Tuvo que terciar el guarda para asegurar que los dos tenían razón solo que "Alguien" ( por el tono de voz, yo entendía que era Dios mismo), había sobrevendido. Ambos contendientes se abalanzaron sobre el guarda con intenciones asesinas, la calma retorno finalmente con un grito tajante: si no les gusta paramos el ómnibus y se bajan aquí mismo ¡!!! (Aquí mismo era en mitad de la pampa negra donde además diluviaba) Allí terció la voz de una mujer que gritaba patética "no viejo, no nos bajemos acaaaaaaaaaaaaaa!!!" El guardia metía fichas jurando que a esa hora y en víspera del día de la madre no los iba a levantar nadie. Los ánimos se fueron calmando y al parecer llegaron a un arreglo extraño: una de las parejas viajaría en el piso... Por mas cansada que se esté, la idea de alguien durmiendo en el piso mientras yo me arropaba cada vez mas con la capa, me hacia sentir miserable y desdichada.

En lo que restó del viaje no pegué un ojo, replanteándome la paupérrima condición humana y la porquería que son las personas que no se comprometen. Yo a la cabeza y con la cabeza siempre metida en la capa... ¿¡ Y si , allá abajo había ocurrido un asesinato ¿y si íbamos por la carretera dejando un hilo de sangre? tal vez un reguero de tripas (por lo folclórico del lugar, digo).

En síntesis no pegue un ojo y me bajé pensando que era el peor viaje que había hecho en la vida. Je je, no contaba con la vuelta! Si quieren los traigo el lunes. Andén 22.