Houdini y la vida después de la muerte (I)
Muchos mitos sobreviven en torno al legendario mago y su relación con el "Más Allá". El análisis en Brujos, gurúes y charlatanes.
El próximo 31 de Octubre se cumple un nuevo aniversario de la muerte del legendario ilusionista Harry Houdini (1874-1926), su emblemática figura continúa vigente y no deja de ser fuente de inspiración para directores cinematográficos y producciones televisivas. La última película de Woody Allen, "Magia a la Luz de la Luna", es un ejemplo de lo primero en versión edulcorada y crédula, mientras que la reciente miniserie "Houdini" de Uli Edel, protagonizada por Adrien Brody, intenta una controvertida visión freudiana del gran mago de todos los tiempos.
La relevancia histórica de este ilusionista ha generado muchos mitos en torno a su relación con el tema de la vida después de la muerte y, por lo tanto, me centraré en algunos de ellos gracias a la inestimable colaboración que me han brindado amigos historiadores de la magia, Gadé, Kartis y Rodó, quienes siempre han puesto a mi entera disposición su desinteresado asesoramiento y valiosísima bibliografía.
Inicio espiritista
La relación de Houdini con el espiritismo fue una constante en todos los episodios de su vida. Tampoco podía ser de otra manera considerando el contexto histórico de la época: un notable auge de las actividades de los médiums se complementaba perfectamente con una ferviente y creciente devoción por parte de un público incauto y deseoso de maravillas sobrenaturales.
En plena adolescencia conoce al mago amateur Joseph Rinn (1868-1952) quien, además de su afición por la magia, se mostraba interesado y escéptico sobre los fenómenos espiritistas. La curiosidad que despertaron en Houdini los fantásticos relatos de los hechos que acontecían en ese tipo de sesiones, obligó a Rinn a llevarlo a una de ellas.
A principios de 1891 ambos concurrieron a una sesión espiritista de Minnie Williams en New York. El desencanto no pudo ser mayor, pero tuvo su premio. Semanas después, Rinn le mostró un libro en el que se exponían con detalle los trucos empleados por estos farsantes y -de inmediato- Houdini quedó cautivado por aquellos que desentrañaban los misterios de la liberación de ataduras [FitzSimons, R. Death and the Magician. Atheneum Publishers, N.Y., 1980].
En 1894 conoció a una joven de 18 años, Wilhelmina Beatrice Rahner, y al cabo de unas semanas se casaron. Pronto la incorporó a sus rutinas de magia que hasta entonces había compartido con un amigo y su hermano Theo; a partir de ese momento, su esposa Bess Houdini se convirtió en la compañera inseparable y fiel asistente.
Alguna vez fue médium
Aun cuando el objetivo de Houdini era muy claro, un estricto interés por la magia en general y su fascinación por el escapismo, no siempre este tipo de espectáculos le proveía las satisfacciones económicas indispensables. Transcurría el otoño de 1897, cuando las dificultades para conseguir un buen contrato lo llevó junto a Bess a unirse a la troupe de un show ambulante que ofrecía el Dr. Hill como vendedor de "medicinas cura-lo-todo". Durante una recorrida por Galena, Kansas, el Dr. Hill le sugirió a Houdini la conveniencia de llevar a cabo una sesión espiritista como parte del espectáculo-promoción.
De este modo, el 9 de enero de 1898, Harry debutó como médium en el Opera House siendo parte integrante de la California Concert Company del Dr. Hill (Christopher, M. & Christopher, M. The Illustrated History of Magic. Heinemann Portsmouth, NH. 1996, p. 345). El panfleto propagandístico lo anunciaba de la siguiente manera: "HOUDINI THE GREAT WILL GIVE SUNDAY NIGHT A SPIRITUAL SÉANSE IN THE OPEN LIGHT".
Houdini no era ningún improvisado en estas cuestiones y sabía perfectamente que, al margen de su habilidad de mago, debía apelar a algunos recursos extras que harían aún más convincente su presentación. Se encargó de visitar cementerios para poder copiar nombres y fechas de las tumbas, no desatendió ningún chisme sobre delitos y escándalos, y completó su información consultando periódicos viejos.
Nada había quedado librado al azar y las expectativas del público que aquella noche colmó las instalaciones, quedaron ampliamente cubiertas. El médium debutante fue atado por algunos integrantes del público y, una vez encerrado en su cabina espiritista (un armazón y telas) tras quedarse oculto al cerrarse las cortinas, los instrumentos musicales que se habían dispuesto dentro comenzaron a sonar y a volar por el aire. Después de verificar que seguía atado, se volvió a cerrar la cortina y en escaso tiempo Houdini reapareció liberado de sus ataduras "gracias a los espíritus".
El nutrido aplauso quedó interrumpido cuando el gran escapista comenzó a hablar sobre el mundo de los espíritus y cómo él podía sentir su presencia en el escenario. Fue la dramatización necesaria para terminar de asombrar a los espectadores con la supuesta incorporación del espíritu de un tal Efram Alexander, un negro cojo que había sido degollado. Fue tal el impacto, que muchos negros presentes salieron corriendo del teatro.
El éxito del espectáculo continuó en otros pueblos y le permitió ampliar su repertorio. La práctica lo llevó a dominar la escritura en pizarras con los pies y a desarrollar buenas técnicas de levitación de mesas.
Su alejamiento de las funciones de Hill no le permitió una vida mejor, por el contrario, la adversidad económica seguía llamando a la puerta y su rutina de médium profesional no pudo ser abandonada rápidamente. Su espectáculo de magia y escapismo en St. Joseph, Missouri, fue un nuevo fracaso y lo obligó a volver a sus andadas espiritistas [Christopher, M. Houdini: The Untold Story. Thomas Y. Crowell Company, N.Y., 1969; Williams, B. & Epstein, S. The Great Houdini. Magician Extraordinary. Julian Messner, Inc., N.Y. 1950; Louagie, K. Debunking Spirits. Magic, October 2000, 48-51].
La experiencia adquirida por Houdini en este nuevo rubro, le permitió conocer de primera mano la psicología de la gente que -sin el menor sentido crítico- aceptaba como verdaderas las manifestaciones espiritistas y otros supuestos fenómenos paranormales. Pasaría más de una década para que, después del reconocimiento y éxito alcanzado como ilusionista y rey del escapismo, comenzara un nuevo vínculo con el espiritismo.
Mientras recorría el mundo liberándose de cadenas, grilletes, chalecos de fuerza y cuando ninguna celda carcelaria podía detenerlo, una idea fija lo atrapaba y para ésta nunca encontró la forma efectiva de escapar. Desde siempre lo torturó la idea de la eventual muerte de su madre, Cecilia Steiner (1841-1913). El biógrafo Raymund FitzSimons lo destaca perfectamente en estos términos: "Todos los niños viven con el temor de que sus padres mueran; tales temores, por lo general, ceden a medida que la criatura crece, pero en el caso de Houdini se incrementaban y lo atormentaba. Cuando le era imposible tolerar su angustia, apoyaba la cabeza contra el corazón de su madre. Sus fuertes pulsaciones lo tranquilizaban, como siempre, y al escucharlas el chiquillo, oraba por que su propio corazón dejara de latir antes que el de la autora de sus días." (FitzSimons, 1980, op. cit.)
Tal conducta temerosa se mantuvo constante y, en buena parte, fue el detonante de una nueva obsesión de Houdini que marcó otra vuelta al ruedo en cuestiones espiritistas.
El 8 de julio de 1913 partió de gira a Europa. Mientras se encontraba en Copenhague, recibió la noticia del fallecimiento de su progenitora. De inmediato regresó a New York y su hermano Theo le relató cómo se produjo el desenlace fatal aquel 17 de julio de 1913.
Antes de morir, la anciana tuvo un intento fallido de dejar un mensaje para su hijo ausente. Este último gesto cobró un significado muy especial para Harry, y su asociación inmediata fue con un hecho muy trascendente que quebró la paz familiar antes de su partida.
Su cuñada Sadie había optado por un "enroque" con los hermanos del gran mago: abandonó a Nat y se unió a Leopold. Obviamente, esto provocó serios disturbios familiares y a la preocupación de doña Cecilia, se sumó el dolor por la ruptura de vínculos entre Houdini y su hermano Leopold. Si bien la señora Steiner no logró expresar su último deseo, Houdini no dudó en relacionarlo a pesar de que carecía de la certeza definitiva. La obsesión
Invadido por la depresión, buscaba refugio en la tumba de su madre implorándole que le comunicara su último mensaje. Meses de angustia y desequilibrio fueron sobrellevados con la comprensión y ayuda de su esposa, hasta que finalmente tomó una firme decisión: ir en busca del eslabón perdido.
Nadie que no creyera en una vida después de la muerte podía darle la solución. De esta manera, su marcado escepticismo hacia el espiritismo quedó socavado por la desesperación y dio lugar a una búsqueda incesante de algún médium que no fuera un farsante.
A partir de ese momento comenzó un nuevo capítulo de su vida y con una doble cara de la misma moneda: fructífero y frustrante a la vez. Houdini no negaba a priori la existencia de los fenómenos paranormales, estaba abierto a cualquier posibilidad siempre y cuando le presentaran evidencias convincentes. Pero el fracaso fue desbordante, no hubo un solo médium que lo hiciera dudar acerca de su falsedad. Así y todo, el tiempo perdido no fue en vano y quedó ampliamente compensado con su encarnizada campaña de desprestigio de estos abusadores de la credulidad pública.
El producto de sus investigaciones quedó muy bien sellado en su magnífica obra "A Magician Among the Spirits"["Un Mago Entre los Espíritus"], publicada dos años antes de su muerte. En la Introducción anticipaba el final con las siguientes palabras: "...como resultado de mis esfuerzos debo confesar que estoy más lejos que nunca de creer en la autenticidad de las manifestaciones espiritistas y, después de veinticinco años de ardiente investigación y empeño, aseguro que nada ha sido revelado para convencerme de que ha sido establecida la intercomunicación entre los espíritus de los muertos y aquellos que todavía están vivos." (Houdini, 1924, p. xii). El cierre en su última página, no fue menos duro y categórico: "No está en nosotros probar que los médiums son deshonestos, está en ellos probar que son honestos." (p. 270).
Durante todo ese período de ardua labor y que se extendió hasta sus últimos días, no desestimó recursos en la búsqueda de algún indicio que probara el contacto con el más allá. De esta manera, estableció numerosos pactos con amigos para que, quien antes muriera, intentara una comunicación post mortem. Con esta idea en mente y considerando que su esposa no podía quedar al margen, Harry y Bess fijaron su propio convenio con un mensaje cifrado que -posteriormente- sería motivo de gran polémica.
Continuará ...