Honrar al general Belgrano
Será 2012 el año de recordar al hombre integral, creador de la bandera nacional y no al "doctor", título que Belgrano no obtuvo.
En el decreto por el cual la presidenta de la Nación dispone, con justicia, designar a 2012 como año dedicado a honrar al creador de la Bandera, se refiere al "doctor don Manuel Belgrano", grado académico que jamás obtuvo, y omite el que no sólo le asignaron los sucesivos gobiernos patrios desde la Primera Junta, sino el que le reconoce todo un pueblo como ejemplo de sacrificio y entrega a la causa de la independencia: el de general.
En efecto, al mando de ejércitos compuestos por ciudadanos en armas que se convirtieron en soldados veteranos a fuerza de combatir en distintos terrenos y circunstancias, Belgrano protagonizó los acontecimientos fundamentales para la causa de Mayo que justifican que se le tribute un especial homenaje en este bicentenario: el enarbolado de la enseña que nos distingue de las demás naciones de la tierra en las barrancas de Rosario; el Exodo Jujeño, que encolumnó a todo un pueblo en la retirada estratégica sin la cual no hubiera sido posible detener el incontenible avance realista sobre Buenos Aires en la batalla del 24 de septiembre de 1812. No en vano la medalla con que se honró a los partícipes de esa jornada, lleva la inscripción: "Tucumán, sepulcro de la tiranía".
Belgrano vistió el uniforme de mayor de Patricios durante las invasiones inglesas; fue coronel, brigadier y finalmente capitán general de las huestes que alzó la patria para llevar las ideas de libertad al Paraguay, la Banda Oriental y el Norte, donde conjugó los esfuerzos con otro prócer indiscutible: Martín Miguel de Güemes.
José de San Martín, que era un militar de carrera, reconoció pronto sus cualidades castrenses, y actores tan severos como los generales José María Paz y Tomás de Iriarte, poco inclinados a elogiar a los soldados de su tiempo, dedican expresiones de respeto y encomio al general Belgrano como organizador y comandante de las tropas que se le confiaron, al punto de convertir a milicianos sin instrucción en hombres moldeados en una férrea disciplina y alentados por sentimientos de honor y heroísmo.
Con respecto al título de doctor, que se le atribuye en el decreto, parte de la base de un anacronismo. Es sabido que en nuestro país una antigua costumbre avalada por un pronunciamiento judicial, asigna a los abogados el tratamiento social de doctor, aunque no hayan cursado los estudios pertinentes para alcanzar el grado máximo que otorgan las universidades.
Pero en tiempos de Belgrano, sólo bachiller en derecho por la Universidad de Valladolid y abogado luego de realizar su práctica forense en Madrid, el doctorado era para quienes aprobaban las respectivas pruebas y tesis. Hay una carta llena de respeto y amor filial que el joven Manuel dirigió a su madre desde España del 11 de agosto de 1790, en la que, luego de expresarle que le bastaba con la licencia para ejercer la abogacía, manifestaba: "A qué gastar el tiempo en sutilezas de los romanos que nada hacen al caso, y perder el precioso tiempo que se debería emplear, en estudiar cosas más útiles".
Sostiene el reconocido historiador y presidente de la Academia Nacional de la Historia, doctor Miguel Angel de Marco: "Belgrano advirtió con mayor claridad que el resto de sus contemporáneos la magnitud de las riquezas potenciales de las provincias del Plata y la necesidad de brindar a sus habitantes herramientas para convertirlas en independientes y prósperas. Le preocupaba aplicar las enseñanzas de los fisiócratas, que cifraban las esperanzas de progreso en el cultivo y comercialización de los frutos de la tierra. [...] Comprendió a través de sus contactos con algunos de los ilustrados de su tiempo y de sus provechosas andanzas por Francia e Italia, que debía volcar las nuevas ideas en beneficio de su tierra. Despreciaba el relumbre de las togas y los capirotes, y prefería dedicarse a la lectura y a la traducción de economistas de la talla de Quesnet".
Cuando regresó a Buenos Aires, desde la Secretaría del Real Consulado, puso en práctica iniciativas económicas, culturales y científicas, tendientes a formar a un pueblo con aspiraciones de libertad.
Así, pues, no es al "doctor Belgrano" al que se rendirá homenaje, sino al hombre integral: soldado cuando la patria lo necesitó hasta enfermar y morir al frente de sus ejércitos; economista, periodista, y abogado también, si bien no entregado a las prácticas tribunalicias siempre dispuesto a defender con dedicación a la verdad y la justicia.
En efecto, al mando de ejércitos compuestos por ciudadanos en armas que se convirtieron en soldados veteranos a fuerza de combatir en distintos terrenos y circunstancias, Belgrano protagonizó los acontecimientos fundamentales para la causa de Mayo que justifican que se le tribute un especial homenaje en este bicentenario: el enarbolado de la enseña que nos distingue de las demás naciones de la tierra en las barrancas de Rosario; el Exodo Jujeño, que encolumnó a todo un pueblo en la retirada estratégica sin la cual no hubiera sido posible detener el incontenible avance realista sobre Buenos Aires en la batalla del 24 de septiembre de 1812. No en vano la medalla con que se honró a los partícipes de esa jornada, lleva la inscripción: "Tucumán, sepulcro de la tiranía".
Belgrano vistió el uniforme de mayor de Patricios durante las invasiones inglesas; fue coronel, brigadier y finalmente capitán general de las huestes que alzó la patria para llevar las ideas de libertad al Paraguay, la Banda Oriental y el Norte, donde conjugó los esfuerzos con otro prócer indiscutible: Martín Miguel de Güemes.
José de San Martín, que era un militar de carrera, reconoció pronto sus cualidades castrenses, y actores tan severos como los generales José María Paz y Tomás de Iriarte, poco inclinados a elogiar a los soldados de su tiempo, dedican expresiones de respeto y encomio al general Belgrano como organizador y comandante de las tropas que se le confiaron, al punto de convertir a milicianos sin instrucción en hombres moldeados en una férrea disciplina y alentados por sentimientos de honor y heroísmo.
Con respecto al título de doctor, que se le atribuye en el decreto, parte de la base de un anacronismo. Es sabido que en nuestro país una antigua costumbre avalada por un pronunciamiento judicial, asigna a los abogados el tratamiento social de doctor, aunque no hayan cursado los estudios pertinentes para alcanzar el grado máximo que otorgan las universidades.
Pero en tiempos de Belgrano, sólo bachiller en derecho por la Universidad de Valladolid y abogado luego de realizar su práctica forense en Madrid, el doctorado era para quienes aprobaban las respectivas pruebas y tesis. Hay una carta llena de respeto y amor filial que el joven Manuel dirigió a su madre desde España del 11 de agosto de 1790, en la que, luego de expresarle que le bastaba con la licencia para ejercer la abogacía, manifestaba: "A qué gastar el tiempo en sutilezas de los romanos que nada hacen al caso, y perder el precioso tiempo que se debería emplear, en estudiar cosas más útiles".
Sostiene el reconocido historiador y presidente de la Academia Nacional de la Historia, doctor Miguel Angel de Marco: "Belgrano advirtió con mayor claridad que el resto de sus contemporáneos la magnitud de las riquezas potenciales de las provincias del Plata y la necesidad de brindar a sus habitantes herramientas para convertirlas en independientes y prósperas. Le preocupaba aplicar las enseñanzas de los fisiócratas, que cifraban las esperanzas de progreso en el cultivo y comercialización de los frutos de la tierra. [...] Comprendió a través de sus contactos con algunos de los ilustrados de su tiempo y de sus provechosas andanzas por Francia e Italia, que debía volcar las nuevas ideas en beneficio de su tierra. Despreciaba el relumbre de las togas y los capirotes, y prefería dedicarse a la lectura y a la traducción de economistas de la talla de Quesnet".
Cuando regresó a Buenos Aires, desde la Secretaría del Real Consulado, puso en práctica iniciativas económicas, culturales y científicas, tendientes a formar a un pueblo con aspiraciones de libertad.
Así, pues, no es al "doctor Belgrano" al que se rendirá homenaje, sino al hombre integral: soldado cuando la patria lo necesitó hasta enfermar y morir al frente de sus ejércitos; economista, periodista, y abogado también, si bien no entregado a las prácticas tribunalicias siempre dispuesto a defender con dedicación a la verdad y la justicia.